martes, 20 de febrero de 2024

FEUD, CAPOTE CONTRA LOS CISNES: LAS PLEGARIAS NO ATENDIDAS DE LA AUTODESTRUCCIÓN

 


El genio, a veces se convierte en un monstruo y, también, en el peor reflejo de su más nefasta versión. Eso, quizá, fue lo que llevó a Truman Capote a ser una leyenda borrosa y equivocada de sí mismo. Tan equivocada que, en ocasiones, tapó su genialidad como escritor, pues no en vano fue uno de los más destacados narradores de la literatura norteamericana del siglo XX. Su técnica literaria destacó por la perfección de su estilo narrativo, y su manera de mirar y captar el mundo de un modo desafiante que siempre buscaba la profundidad de una realidad a la espera de ser atrapadas. Cazador de instantes e imágenes reconvertidas en palabras, sonidos, rumores y runrunes con los que afilaba su estilete literario a la hora de definir y crear sus personajes. A veces tiernos y casi inocentes como los de sus relatos Una Navidad o Un recuerdo navideño, donde somos testigos de su infancia sureña y la falta de cariño al que le sometió su madre al abandonarle con su familia. Y, otras, corrosivos, como el hedor que desprende su cuento La Côte Basque. De cualquier forma, Capote estuvo al servicio de su profesión y a la obsesiva necesidad de hallar la profundidad estilística anhelada, pues siempre se reprochó a sí mismo no llegar a dar todo el genio y la capacidad que tenía dentro a la hora de concebir cada una de sus novelas o relatos, tal y como nos apunta su editor Joseph M. Fox en el prólogo de su novela póstuma Plegarias atendidas publicada en España por la editorial Anagrama en el año 1987, y en la que se basa la serie recién estrenada en HBOMAX: Feud, Capote contra los cisnes. Una serie que define muy bien la frase de Santa Tersa de Jesús de donde procede el título de la novela anteriormente citada: «Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por aquellas que permanecen desatendidas». Ese fue el corte en la yugular que el propio Capote se dio a sí mismo al novelar sus experiencias y confidencias con las mujeres de la alta sociedad neoyorquina de los años 70. Damas a las que denominó cisnes. Ánades caracterizados por su belleza exterior y su fragilidad interior. Feud, Capote contra los cisnes es un desconsolador y perverso ejercicio de autodestrucción en varias fases que, de una forma consciente, o no, Capote se auto infringió con tal de volver a recobrar el brillo de su carrera literaria tras el inmenso éxito de su novela de no ficción, A sangre fría, con la que se hizo famoso en el mundo entero. Hay también mucho de ese ejercicio de verosimilitud mordaz y dañina reconvertida en ficción novelística en Plegarias atendidas, donde la realidad es absorbida por la mirada del escritor hasta convertirla en algo único y si se quiere delirante. Pues esa es la genuina arma letal con la que Truman Capote redime a su estilo literario de su macabro efecto mortífero, justo cuando su pluma se transforma en un afilado estilete. 

El acierto de Feud, Capote contra los cisnes reside en esa mágica transmutación en imágenes de las palabras del genial escritor, y que el director de casi todos los capítulos de la serie, Gus Van Sant, ha sabido plasmar con mucha naturalidad y acierto, tanto en los primeros planos como en las largas secuencias donde Tom Hollander interpreta la dicción, los gestos y amaneramientos de Capote de una forma soberbia, lo que nos traslada a su faceta más retorcida de ver el mundo y manipular a las personas que estuvo tan presente en esa última etapa de su vida, cuando el escritor se vio reconvertido en el bufón de la alta sociedad norteamericana. Unas características y una caracterización que podríamos hacer extensible a Naomi Watts en su papel de Babe Paley. Sin duda, la mejor réplica que el personaje de Capote podría tener, pues el juego de sus cómplices miradas, la gestualidad de su boca, y la elegancia de sus movimientos se muestran como el inigualable equilibrio frente a un Hollander entre disperso y atento, cómplice y adulador, meticón y chismoso. En esta historia entrecortada de celos y traiciones, el tiempo y la forma en la que se han montado las imágenes de cada uno de los capítulos, son una nueva muestra del escrupuloso y mimético cuidado que se ha tenido a la hora de transitar por el caos existencial de Capote y la vacuidad de sus cisnes, apenas figuras de porcelanas esperando a ser tiradas al sueño y yacer rotas en mil pedazos. Ese efecto de fragilidad se contrapone a la temporalización de los duros flashback que hasta ahora hemos podido ver. Factores, todos ellos, que juegan a favor de esta serie que, sin duda, estará entre las más nominadas del año, entre otras razones, por ser una certera visión de que aquellas plegarias no atendidas son el camino más corto hacia la autodestrucción. 

Ángel Silvelo Gabriel.

SONSOLES SÁNCHEZ-REYES, EL ALMA EN LOS VIAJES: SENDAS QUE BUSCAN EL ENCUENTRO CON UNO MISMO


 

El viaje como búsqueda, exploración y encuentro. El viaje como esa última meta de aquello que una vez soñamos, intuimos y anhelamos. El viaje como punto de encuentro infinito y perdurable por lo que tiene de ensoñación y deseo de todo aquello que al menos una vez necesitamos que se hiciese realidad. El viaje, como punto inicial y final de nuestras vidas. 

De esa inmaterialidad, que busca la materialidad del tacto o la fascinación de la mirada, nacen los relatos que Sonsoles Sánchez-Reyes nos ofrece en este libro de viaje de viajes. Itinerarios de observación, especulación y fe. Pues de esa fe de la que parten se transforman en sendas que buscan el encuentro con uno mismo. Viajar es pensar. Y ver. Y mirar. Y cómo no, observar y contemplar lo vivido al recordarlo. Ese influjo que proviene del viaje y su magia es del que se alimenta ese otro viaje interior que permanece a lo largo del tiempo en nuestro recuerdo. De esa sinergia trascendental por lo que tiene de inmanente nacen estos grandes y pequeños viajes donde las anécdotas y hechos históricos que las provocan exploran las circunstancias más relevantes de unos hechos que siempre son singulares cuando no trascienden lo anecdótico para llegar a lo permanente. Historia y vida se dan la mano con la complicidad de la limpia visión de Sonsoles. Esa mirada que se ciñe a aquello que nos narra con la transparencia de las primeras veces, cuando todo es sorpresa y no hay espacio para nada más. Esa mirada de la escritora abulense también es perspicaz y se revela como la de una narradora perspicaz que insiste en llegar al lector de una forma directa. 

El alma en los viajes nace de un blog en el que Sonsoles ha volcado sus experiencias viajeras y, desde el que alguna manera, también parte su visión de la vida y de las historias que impregnan su sabiduría y recuerdos. Viajes que, como ella misma dicen parten de su ciudad natal, Ávila, por ser ésta su raíz y su motor de vida. Ávila, monumental por definición, y bella por su sencillez y donosura siempre impregnadas por la bondad de sus gentes y personajes históricos que la resguardan de la volatilidad de la fama. «La fama es inconstante, como una muchacha caprichosa», como nos dijo John Keats. Viajes con alma y el alma de unos viajes que recorren la Historia y las tierras de España, Francia, Bélgica, Italia y Reino Unido. Territorios que desde la propuesta que nos hace Sonsoles se dan la mano como esos nuevos compañeros de viaje que quedarán a lo largo del tiempo. Entrañables por lo que tienen de cicerones de nuevas experiencias. Y únicos por ser los testigos de aquello que un día soñamos, pues no en vano El alma en los viajes nos descubre las sendas que buscan el encuentro con uno mismo. 

Y, por si quieren más, disfruten con las fotografías de Gabriela Torregrosa Benavent que documentan y nos acercan los lugares, monumentos y protagonistas de cada uno de los relatos. Y con el prólogo de Carlos del Amor, como puerta de entrada a esta forma tan singular de viajar con el alma. 

 Ángel Silvelo Gabriel.

viernes, 16 de febrero de 2024

NEWDAD, MADRA: LA FUSIÓN ENTRE ALMA Y MÚSICA


 

Tras sus exitosos y fulminantes Ep’s: Waves y Banshee, el grupo de Cork publica su primer larga duración, MadraPerro en irlandés—. Un disco con once temas, y cuyo primer single es el corte que lo abre: Angel, un tema pleno de madurez y energía contenida. Desde esa propuesta inicial Newdad nos muestran que la fusión entre alma y música sea quizá la mejor apuesta que, combinada con la sencillez, les ha llevado al mayor de los aciertos, pues sus composiciones les están llevando a ese lugar —único y personal que todo autor anhela—, y que ellos propician con su particular sonido teñido de guitarras en ocasiones leves, y otras contundentes cercanas al shoegaze o a un pop lírico sin concesiones, como demostraron hace poco en su actuación en la BBG inglesa cuando reinterpretaron el tema de The Cure, Just like heaven. Un grupo, el de Robert Smith, con el que se les ha dado en comparar junto a New Order o Cocteau Twins, aunque debemos advertir que sus canciones hasta el momento carecen de instantes tan tremendistas u oscuridad total. Lejos de comparaciones que nos fijen el objetivo de su música, Newdad junto a la voz de su cantante, Julie Dawson, son una magnífica excusa para alojarnos en ese universo propio que están creando. Universo de temas intimistas y desgarradores que nos invitan a mirar el mundo sin más contemplaciones que las de hacer frente a la realidad. Un estigma al que ellos se aferran para denunciar el acoso escolar o la invisibilidad a la que en demasiadas ocasiones somos condenados. De esa injusta condena nacen unas canciones que buscan en las entrañas de los fracasos, olvidos y desencuentros, para a partir de ahí, rebelarse contra todos ellos y crear algo nuevo. Nuevas creaciones que, en la denuncia, buscan algo de esperanza. Redentora si se quiere, pero muy bien expresada cada vez que Dawson canta, pues su voz nos sugiere la posibilidad del cambio y la constancia del que al final sale del agujero al que otros le han llevado. 

Con una formación básica de guitarras, bajo y batería, Newdad exploran sonidos que nos llevan tanto a instantes oníricos y atmosféricos como al clásico runrún shoegaze intimista y atormentado en una versión postmillennial que acompañaría muy bien a las imágenes de la serie Gente normal basada en la novela homónima de la escritora irlandesa Sally Rooney. Nosebleed es un buen ejemplo de ello, con sus suaves guitarras y una melodía que se asemeja a esa dulce caricia que nos reconforta del dolor. Ahí es donde la producción del disco se hace más que efectiva a la hora de ejemplificar la profundidad de un sonido que nos hace viajar a través de sus notas, y la imagen que han elegido para la portada del disco. Algo que también podríamos decir de Lets go, un tema en el que esta vez el grupo trata de mostrarnos su cara más agresiva y rítmica, en consonancia con sus primeros trabajos. Un camino que siguen explotando en Nigthmares con audacia y brillantez en lo que podríamos denominar como un medio tiempo en las composiciones del grupo, a las que se adhieren con más brillantez en Madra, la canción que cierra el disco y le da nombre, y que es la mejor muestra de un grupo que tiene todas las papeletas para seguir creciendo con la fusión entre alma y música. 

De momento, su gira de presentación se circunscribe a Irlanda y el Reino Unido: https://www.newdad.live/    

Ángel Silvelo Gabriel.

martes, 13 de febrero de 2024

ITALO CALVINO, LAS CIUDADES INVISIBLES: LAS CIUDADES COMO METÁFORA DEL VIAJE A LO LARGO DEL TIEMPO



 Las ciudades como metáfora del viaje a lo largo del tiempo. Así nos lo plantea Italo Calvino en Las ciudades invisibles. Breves relatos que utilizan las ciudades como paradigma de la vida y el paso del tiempo. Reflexiones que surgen del viaje y la observación, y que son evacuadas por la transmisión oral, quizá la más antigua de las formas de comunicación entre seres humanos. Transmisión oral que no sólo se basa en las palabras, sino que también usa los gestos, el mimo o los dibujos para hacer entender una parte de aquello que se esconde tras el viaje. El viaje como inicio y vertebración de los múltiples itinerarios que nos ofrecen la posibilidad de perdernos para volver a encontrarnos. Viajes en la memoria, y por tanto, al pasado, pero también al futuro, a esos otros yoes que nunca han sido ni serán: «Los deseos ya son recuerdos.», nos dice Calvino. De ahí, que razón e imaginación sea el binomio que recorre estos relatos de ciudades que son producto de la imaginación y el deseo. De la premura de lo observado y la senectud de los recordado. Es de ese recuerdo, y de sus múltiples variantes, del que parte el significado y el hilo conductor de este sueño de sueños que diría Pessoa. En este sentido, el conocimiento de las ciudades, y de uno mismo, se realiza por el reflejo de los recuerdos y las ausencias. Así, una ciudad nos recuerda a otra como cuando confundimos a una persona con otra. Lo que nos lleva a plantearnos: ¿Es Kublai Kan un espejismo, o la conciencia del propio Marco Polo?, o ¿es, simplemente, un interlocutor imaginario entre él y sus pensamientos? Calvino nos da alguna pista cuando nos dice: «…la extrañeza de lo que no eres o no posees más, te espera al paso en los lugares extraños y no poseídos.» 

Como nos dice el propio autor, este libro —inclasificable y cercano a la ciencia ficción— es quizá el último poema de amor a las ciudades por lo que tiene de atemporal, pues a lo largo de los viajes que realiza Marco Polo, las ciudades dejan de tener una presencia física para convertirse en una más simbólica que parte de nuestros deseos y de los recuerdos que éstos nos proporcionan. Más, si cabe, si pensamos que los relatos que lo componen son una gran metáfora acerca de las megalópolis actuales. Metáfora en forma de parábola o ensayo que recorre una a una sus carencias y desmesuras, así como, la soledad o la incomunicación que las acoge, o las arquitecturas imposibles que las definen y que son las culpables del borrado de su pasado por mostrárnoslas como ciudades imposibles, inhabitables, invisibles…, cuya única opción de ser imaginadas es la de poder volver a ser reconstruidas. De ahí nace la oposición entre la realidad y su reflejo: idénticos, pero no iguales, porque una cosa es la imagen que nosotros tenemos de las ciudades o el mundo, y otra, la realidad de las mismas. La imaginación aquí hace una función de engaño, porque muy a nuestro pesar, las ciudades se destruyen a sí mismas, se fagocitan y se sepultan bajo sus desperdicios. En contraposición a todo ello podemos seguir el ejemplo de Marco Polo cuando le dice al Kubai Klan: «… aquello que buscaba era siempre algo que estaba delante de él, y aunque se tratase del pasado era un pasado que avanzaba a medida que él avanzaba en su viaje, porque el pasado del viajero cambia según el itinerario cumplido, no digamos ya el pasado próximo que cada día que pasa añade un día, sino el pasado más remoto. Al llegar a cada nueva ciudad el viajero encuentra un pasado suyo que ya no sabía que tenía: La extrañeza de lo que no eres o posees más te espera al paso en los lugares extraños y no poseídos.» De esa fuerza que siempre nos obliga a seguir hacia adelante nace el concepto de la ciudad como fruto de la imaginación y la ensoñación de aquello que: «se acepta como necesario cuando todavía no lo es… o lo que se imagina como posible y un minuto después deja de serlo». Quizá, porque Las ciudades invisibles de Italo Calvino sean una metáfora de sí mismas que nace del viaje a lo largo del tiempo. 

Ángel Silvelo Gabriel.