«La relación con Ophélia tiene un epílogo casi diez años
después. Es ella quien toma la iniciativa en el reanudamiento de la relación,
utilizando como intermediario a su sobrino Carlos Queiroz, ya entonces, muy
amigo del poeta. En esos años Pessoa había cambiado mucho. Ophélia en el relato
de su noviazgo que figura como prólogo a la edición de la correspondencia, nos
traza este emocionante retrato del poeta en sus últimos tiempos: “Fernando
estaba diferente. No sólo en el aspecto físico, pues había engordado bastante,
sino, y principalmente, en su manera de ser. Siempre nervioso, vivía
obsesionado por su obra. Muchas veces me decía que tenía miedo de no hacerme
feliz, debido al tiempo que tenía que dedicar a esa obra. Un día me dijo:
‘Duermo poco y con un papel y una pluma en la cabecera. Me despierto durante la
noche y escribo, tengo que escribir, y es una lata, porque después el bebé no
podrá dormir tranquilamente’. Al mismo tiempo, temía no poder darme el mismo
nivel de vida al que estaba acostumbrada. Él no quería trabajar todos los días,
porque quería días sólo para sí mismo, para su vida, que era su obra. Vivía con
lo esencial. Todo lo demás le era indiferente. No era ambicioso ni vanidoso.
Era sencillo y leal”.
Texto extraído del libro de José Luis García Martín,
Fernando Pessoa, Sociedad ilimitada. Publicado por Llibros del pexe en
noviembre de 2002.
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