La complicidades de los creadores
pueden ser muy variadas, pero en esta ocasión asistimos a la de un poeta y su
guitarra, pues esa es la premisa que Carlos Galán se ha aplicado en su
nuevo disco titulado Carne de canción. La fusión de una
música atrapada en el pop, el rock'n'roll, las canciones de autor y unas letras
que reflejan la melancolía, el desencanto y el brillo efímero de la felicidad, y
que poco a poco se nos van colando en el subconsciente a lo largo de los diez cortes
que componen este disco, donde el universo propio de un creador se encarama en
lo más profundo de su ensimismamiento cuando se refugia en las teclas de un
piano que transpira una verdad y una sensibilidad altamente seductoras. Ese es
el punto fuerte del disco, cuando la voz cercana de Carlos Galán se acopla
sin miedo a su piano y a su guitarra en una especie de pop urbano con tintes de
nostalgia que cubren su música de un suave y tenue terciopelo que se adueña de
los sentimientos de quienes lo escuchan. En este sentido, el tema que cierra el
disco, Hora de brindar, es una
perfecta réplica de lo expuesto. En ese sentido, el desgarro sumergido en
intensas melodías de medio tiempo tienen un buen refugio en la canción que abre
el disco Venciendo despedidas: "las huellas que dejaron/ las horas
compartidas/ forjaron unos lazos/ que vencen despedidas... canciones desgarradas,/
canciones con saliva,/ canciones inspiradas,/ canciones adictivas... sin polvo
de derrota,/ con dosis de alegría,/ sonaban como un himno/ que siempre nos unía".
Ritmos que no se repiten en su acercamiento al rock'n'roll teñido de blues de Musas traicioneras, un título que define
muy bien las intenciones de Carlos Galán ante su trabajo, mitad
músico mitad poeta. Una furgón sonoro del que no se baja en Me resistía a huir; una canción que nos
lleva a ecos de las composiciones de Los Secretos o Joaquín Sabina en
clave sureña; un destino del que tampoco se despega en Si hubiera sido verdad, una perfecta composición a medio camino
entre el cabaret y la música de saloon del oeste americano afincada en un
potente órgano de reminiscencias de nuevo coincidentes con el sur.
Entre líneas es un cambio de tercio donde exploramos la versión más
auténtica de Carlos Galán, artífice de grandes reflejos de la música de
cantautor urbano de toda la vida, pues en ella navega con ritmos y letras más que
acertados y creadores de ambientes muy personales. Algo que refleja muy bien Generación engañada, single y mejor
canción del disco, porque en ella asistimos
a esa unión del artista con la época que le ha tocado vivir, pues se comporta
como un perfecto himno generacional de esa generación engañada a la que le han
cambiado las reglas del juego a la mitad del partido, y eso lo refleja muy bien
Carlos
Galán en apenas cuatro minutos: "generación
engañada/ valiosa y menospreciada/ condenada a mal vivir"; acertada
canción que no escatima en buenos punteos de guitarra y una melodía que
engancha. Una historia de fracasos y huidas que se prolonga de Fecha de ida, donde el viaje es sólo de
una dirección, y en la que la melodía se sustenta en un pop-rock con muchos
tonos de blues, que se tornan en puros ritmos rockanroleros en Instinto animal, que parecen anunciarnos
un movido fin de fiesta sólo atenuado por el ritmo melancólico de Las mismas pisadas y otro de los grandes
temas del disco, Hora de brindar.
En definitiva, Carlos
Galán y su disco Carne de canción es una perfecta foto fija de su
tiempo donde el poeta se funde con su guitarra.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
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