Mi vida se compone de un sinfín de mochilas.
La primera me la colocó mi padre cuando me obligó a estudiar Derecho por decreto.
La segunda me la puse yo encima, en forma de instrucción, cuando me presenté
voluntario a instruir el famoso caso urbanístico Atalaya, donde lo menos
importante era el asunto de la burbuja inmobiliaria. La tercera acudió a mí a
través de una encuesta que había encargado el Juzgado para comprobar la
eficiencia de sus jueces, y aunque era consciente que nunca había sido un buen
juez, me dolió comprobar que mi nombre aparecía el último de la lista. La
cuarta me la ha colocado hoy mi mujer al lado de la puerta, en la que para mi
sorpresa, sólo ha metido la última edición del Código Civil con una nota que
dice: utilízalo como libro de instrucciones.
Microrrelato de Ángel Silvelo
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