lunes, 26 de junio de 2023

JOSÉ MATEOS, 3 NOCHES 3 AURORAS: LA NECESIDAD DE REINTERPRETAR A LOS CLÁSICOS



La razón por la que nos seguimos interrogando sobre las mismas cuestiones a lo largo de los siglos no es sino el espejo en el que siempre acabamos mirándonos en busca de respuestas. La ciencia, la religión, y por qué no, la literatura, han sido y siguen siendo una fuente incansable de propuestas y respuestas que, sin embargo, no siempre encuentran el acomodo deseado para aquellos que se interrogan por el por qué y el ahora. Esa necesidad de búsqueda en el más allá cotidiano es uno de los planteamientos que José Mateos nos hace en 3 Noches 3 Auroras editado por Newcastle Ediciones. Un nuevo libro y una nueva aventura literaria en la que pequeña editorial murciana sigue afianzando su particular marca y línea editorial-literaria en cada libro publicado. En este caso, bajo las figuras de Dante y La Divina Comedia, Cervantes y El Quijote y Shakespeare y sus obras de teatro, el autor nos va llevando de la mano por estos tres grandes clásicos y la reinterpretación de sus grandes obras. Obras inmunes al paso del tiempo y que Mateos nos muestra actuales y trasgresoras con una nueva visión comparada, en primer lugar, y propia, después, que él hace de cada una de ellas. Porque tal y como se nos dice en la contraportada del libro: «Dante, Cervantes, Shakespeare… son, por el contrario, algo vivo, son el testimonio de la continuidad de la experiencia humana y pueden ser diferentes al ser escuchados con oídos diferentes.» 

3 Noches 3 Auroras tienen en común que nacen de las anotaciones que el autor ha ido haciendo en los libros que analiza y que tienen la cualidad de los fragmentos que, como un rompecabezas, van tomando cuerpo a medida que avanza la lectura por parte del lector y el análisis por parte del autor en cada una de ellas. Así, en La Divina Comedia de Dante, Mateos nos apunta que de dicho libro salimos «no sabiendo mucho más de lo que nos espera tras la muerte, pero sí sabiendo más del hombre, de sus pasiones, de sus anhelos, de lo que nos jugamos aquí, en este mundo.» Para más adelante decirnos que: «… leemos “La Divina Comedia” para saber más, para entender más. Y una y otra vez recorremos sus páginas, paseamos por sus impenetrables misterios, impulsados por el presentimiento de que ese libro contiene todas las respuestas a las preguntas que nos hacemos mientras leemos.» Un análisis que finaliza con la percepción para Dante de que: «el lenguaje no es el mejor instrumento que el hombre posee por la propia incapacidad de las palabras para expresar lo que él trata de decirnos… y Dante parece comprender que ha llegado ahí, a ese lugar, donde no son necesarias las palabras, gracias a la palabras.» Un canto, sin duda, a la contemplación y a la vida. 

En cuanto a Don Quijote entre la niebla, Mateos inicia su discurso enunciando las múltiples interpretaciones que del mismo han dado escritores y críticos a lo largo de los años. Reflexiones que él pone en cuarentena al exponer la suya propia cuando nos dice: «la coherencia de ”El Quijote” sólo se advierte si se aceptan sus vacilaciones y rectificaciones». De lo que podemos inferir que la duda que anida en el alma humana es la que persigue y define al Quijote. Una duda en forma de melancolía que él explora a través de la aventura. Una aventura que es experimento y desafío como nos dice Mateos: «Como el mismo Cervantes al escribir su novela, don Quijote va a llenar la vacuidad de la vida y sus carencias también con los ideales de un mundo imaginario, con peripecias, dando rienda suelta a su fantasía. Ambos, Cervantes y don Quijote, se han vuelto, con el paso de los años, seres desengañados, melancólicos, ambivalentes, permanentemente insatisfechos, ambos son reflejo de una indecisión vital». Un impasse vital que necesita de las nuevas ilusiones y de los sueños para rellenar el vacío interno que provoca la vida. Sin embargo, como nos apunta Mateos: «El punto de partida de “El Quijote” es, pues, el desengaño y el desengaño es el punto final. Aunque en el trayecto de un desengaño a otro hayamos aprendido algo fundamental: que los deseos y ficciones de nuestro yo no llenan ese vacío, ese trampantojo en que se vuelve la realidad cuando creencias y utopías se derrumban.»  

En la última de las tres aurora, Hamlet y el oscuro, se nos plantea que los personajes de Shakespeare son meros arquetipos que nunca nos encontraremos por la calle, pues se nos asemejan más a fantasmas incorpóreos cuya mente está siempre dirigida por el misterio. Misterios, incertidumbres y tragedias que colonizan la obra del dramaturgo inglés con la intención, como nos apunta Mateos, de «poner en marcha el juego de las pasiones, que en sus dramas ejerce la misma función que el Destino en la tragedia griega». Por ejemplo, en Hamlet, la venganza es el único medio de satisfacer la reparación del agravio perpetrado al otro, donde ese otro no cuenta con un sistema institucionalizado que vigile y guarde sus derechos por él. Esa visión individual y de resarcimiento de la tragedia tiene cabida hoy en día —como nos expresa su autor— en las competiciones deportivas, pues representan la confrontación donde alguien siempre tiene que ser vencido, como mejor mensaje o eco de los ritos sagrados ancestrales, pues «Como público queremos culpables, víctimas sustitutorias, queremos un sacrificio que aplaque la ira de los dioses, del destino…» Un destino percibido como elemento que crea y destruye. Un destino que expresa la necesidad de reinterpretar a los clásicos. 

Ángel Silvelo Gabriel. 

miércoles, 21 de junio de 2023

RICARDO LEZÓN, EL CORAZÓN ES UN COMBUSTIBLE PELIGROSO: PALABRAS QUE SE ESCONDEN BAJO LA TENUE BRUMA DEL LENGUAJE DE LAS NUBES


 

La infancia como motor de los recuerdos que, poco a poco, a cada poema, a cada palabra van recorriendo las sombras que en algún momento se han apoderado de nuestra vida. Vida excluyente y, sin embargo, querida. Vida poseída por el deseo y despojada de la realidad. Vida que mezcla viajes, fiebres, selvas que nunca han existido y troncos de árboles de los que nacen las palabras. Palabras que se esconden bajo la tenue bruma del lenguaje de las nubes. Nubes como metáfora de todo aquello que se esconde en las entrañas de los sueños. Allí donde se enfrenta el todo con la nada y se establece esa difícil e inversa relación entre el tiempo y los deseos: «busco lo que quiero/ y no lo que necesito/ no la flor/ sino la primavera/ No el olor/ el aire entero.» El amor, el padre, la familia, los niños que una vez fuimos y el universo que es capaz de contraerlo todo en un instante fugaz por definición y demoledor por lo impactante que tiene la revisión de un pasado que no siempre es el que deseamos atraer al presente configuran una línea temática que se mueve entre lo imposible y lo deseado, donde los deseos son el fruto de nuestra incapacidad para vivir la vida sin más. De ese modo tan transversal van creciendo los poemas y relatos breves que componen este El corazón es un combustible peligroso de Ricardo Lezón. Libro-sueño. Libro-padre. Libro-puente. Libro, en cualquier caso, que fusiona de algún modo el universo compositivo que va desde las letras de las canciones de McEnroe a los poemas que ejecuta en sus libretas que acaban en forma de libro. Poemas que buscan, sin duda, su propio camino. Y que lo hacen en ocasiones bajo el signo de una musicalidad que acompaña y distingue a sus temas musicales. Ricardo Lezón es un escritor, poeta y músico que funciona como un todo. Un corpus creativo que desemboca en un torrente de palabras bajo el fino hilo de los recuerdos que las remarcan, porque esa plenitud que explora en el pasado y sus múltiples formas de expresión, es la que vuelve una y otra vez sobre la línea compositiva de un artista que no tiene miedo a la hora de enfrentarse a ese abismo que en ocasiones nos gobierna, y que él distrae con sus poemas, relatos y palabras. 

Los relatos cortos —muy cortos— que están incluidos, en este libro ecléctico de miradas y posiciones literarias, se caracterizan por pertenecer a su primer viaje a México en los años noventa. Vientos. Calimas. Fiebres y noches que bajo la bruma del pasado se hacen reales y certeros, a pesar del matiz onírico que los distingue a cada uno de ellos. Son relatos forjados de la experiencia y el viaje, no sólo exterior, sino también interior. Y que mezcla lo cercano con lo distante a través de una cuerda que Lezón trata de tensar con las palabras y que no siempre lo consigue, pues estamos ante fugaces imágenes que se deconstruyen en varios episodios, y por mucho que alguno de ellos sólo contengan apenas una frase. Esa técnica a la hora de finalizar los relatos los convierte en ambiguos y desconcertantes, una característica que gustará a los amantes del género de los relatos cortos por lo que tienen de incertidumbre y desasosiego, al modo de cada una de nuestras vidas y experiencias. 

El corazón es un combustible peligroso es también el recuerdo de la música. De las canciones y sus cantantes. De Chet Baker. De Jason Molina o de Jimi Hendrix. Canciones y cantantes que tensan el mástil de sus guitarras en forma de ecos que transitan por las composiciones literarias  de Lezón, y se trasponen en una melodía que deambula por unas historias fabricadas con palabras que se esconden bajo la tenue bruma del lenguaje de las nubes, porque como dice él: «El corazón siempre». 

Ángel Silvelo Gabriel.

lunes, 19 de junio de 2023

CHINA CRISIS EN LA SALA CHANGÓ DE MADRID: UN GENEROSO Y DIVERTIDO REGRESO A LOS AÑOS OCHENTA

 


¿Cuál sería el destino de nuestros deseos si nos fuese concedido el beneplácito de regresar a esa etapa de nuestras vidas donde creímos que fuimos felices sin saberlo? Esa caprichosa máquina del tiempo casi seguro que nos devolvería a nuestra juventud donde todavía éramos cómplices de la inocencia y no estábamos acostumbrados al fracaso, o donde apenas nos habíamos enfrentado a los reveses del día a día; una etapa donde realidad y deseo todavía luchaban por llevarse bien. ¿Entonces, qué es el paso del tiempo o la búsqueda de la felicidad si ambas son armas que nos hieren con la infelicidad y la injusticia? Nada es perfecto ni en la vida ni en el mundo que nos rodea, de ahí que nos lancemos en muchas ocasiones en busca de esa otra palabra llamada esperanza. Esta palabra es la culpable de que todavía añoremos la posibilidad de subirnos a una ficticia máquina del tiempo para poder revivir aquello que un día nos hizo felices. Y esa magia en forma de barita mágica se hizo realidad el sábado 17 de junio de 2023 cuando el grupo de Liverpool, China CrisisGary Daly y Eddie Lundon, a los que acompañaban cuatro magníficos músicos que contraponían su juventud y talento a la madurez y gran oficio de los líderes de China Crisis— saltó al escenario y nos ofrecieron en hora y media un generoso y divertido regreso a los años ochenta. Ni los largos y elocuentes discursos de presentación de las canciones con los que el bueno de Gary se ganó a los asistentes, ni el borroso recuerdo de su actuación un 21 de abril del año 1986 en la Sala Zona Madrid fueron un obstáculo para convertir a la música en un perfecto condensador de fluzo con el que conjugar y confraternizar los deseos con la realidad, que esta vez sí, superaron con creces cualquier expectativa previa. 

China Crisis bordaron la perfección con una ejecución inmaculada de sus grandes éxitos, casi todos ellos agrupados en torno a su gran álbum de 1985 Flaunt the imperfecttion, acompañado de generosas dosis de su segundo disco Working with Fire and Steel del 83, con los que conformaron un corpus homogéneo y radiante de toques pop y new wave que ahora podríamos denominar como cercanos al synth pop, donde la magia del saxofón o el oboe electrónico, junto a unos más que sobresalientes teclados dotaron de una gran brillantez a las canciones que fueron sonando bajo la enérgica voz de un Gary Daly muy en forma y sorprendido por la respuesta de un público entregado en cuerpo y alma al grupo, lo que sin duda comprobaron cuando se corearon a petición del propio Gary los estribillos de algunos de los temas más populares de la banda. El grupo de Liverpool desde un principio supo cuál era la materia prima de la que tenía que estar compuesto su setlist (quince temas más dos extras a modo de bis) cuando en segundo lugar comenzó a sonar African and white, su primer gran éxito en las listas inglesas. Enérgicos y vitales atacaron el tema con la pulcritud que merecía, para seguir haciendo las delicias del público a medida que iban sonando You did cut me, Bigger the punch I’m feeling, Wall of God o Black Man Ray donde los móviles llenaron de luz —con sus grabaciones— la pista desde la que los asistentes honraban la memoria y la buena música de los China Crisis. Toques jazzies cargados de un pop rico en matices, que no dejaban de asombrar por lo actuales que en ocasiones se nos presentaban. Sin duda, la música es un canal catalizador de sueños y emociones que traspasa las barreras del tiempo y los de Liverpool nos lo recordaron sin ningún pudor. 

Como no podía ser de otro modo, la segunda parte del concierto congregó un buen número de temas de su disco Working with Fire and Steel, empezando por el tema homónimo que da título al álbum y que fue creciendo cuando tocaron Tragedy and Mistery o su famoso Whisful Thinking —pensamiento positivo— con el que la sala se vino abajo entre vítores mientras sonaba ese mágico oboe que hace épico el tema. Pero para que todo no estuviese previsto de antemano, y una vez que cerraron el concierto con su legendario Christian, un enérgico coro de oé, oé, oé… que duró cerca de un minuto, no les permitió a la banda abandonar el escenario sin más. Entre sonrientes y sorprendidos y tras una consulta entere Gary y Eddie tocaron dos nuevas canciones que empezaron con Gift of Freedom y acabaron con Arizona Sky, la visión más soleada y americana de su música. Una música y un grupo que está en plena gira europea demostrando que todavía siguen en forma a la hora de ejecutar sus grandes éxitos, lo que convierte a sus actuaciones en un generoso y divertido regreso a los ochenta.  

Ángel Silvelo Gabriel.

miércoles, 14 de junio de 2023

McENROE EN LAS NOCHES DEL BOTÁNICO DE MADRID: UN RAYO DE LUZ EN LA ESPESURA DEL BOSQUE

 


¿De cuántas formas se puede explorar la belleza? Sin duda, la música es una de ellas, y más, a la hora de escudriñar las coordenadas de un estado sobrenatural sobre el que depositar nuestros anhelos acerca de aquello que nos hace felices y que surge de la nada, como el nacimiento de algo nuevo e inesperado y, que sin saber cómo, nos atrapa. La emoción que nos provoca la belleza es la síntesis de un equilibrio emocional y existencial que, en muchas ocasiones, nos acompañará toda la vida. Pues la permanencia es una de las virtudes de la belleza. Y esa, quizá, sea una de las características de las letras y las melodías del grupo McEnroe, pues por muchas veces que las hayas escuchado, te siguen provocando ese choque de emociones y bienestar que son tan difíciles de hallar a lo largo de los días. Un equilibrio sonoro y emocional que el grupo de Getxo explora desde las resonancias musicales más pausadas e íntimas que se traducen en un eco profundo. Tanto que nos produce un impacto, sobre nuestros deseos, difícil de superar. Desde la sencillez, la magistral ejecución de unos músicos más que sobresalientes y la necesidad de seguir haciendo suyos el amor, su llanto y su alegría, nos van descubriendo tras cada tema la belleza del antihéroe: «Deberías venir y agarrarme de la mano»; un contacto corporal que ellos nos acercan a través de la música y el sonido compacto, armónico y limpio que surge de sus canciones: «El día en que sepamos/ Que seremos inseparables/ Tú lo adivinarás riendo/ Yo lo sabré al instante/ Y nos sumergiremos/ Los dos sin coger aire/ Haremos las corrientes/ Haremos de la vida una baile». Un baile que nunca se nos acaba de olvidar cada vez que ellos se suben al escenario y juegan con esa timidez de palabras que no de ejecución musical. 

Ayer, en el inmejorable espacio que es el Jardín Botánico de la Universidad Complutense de Madrid, Ricardo Lezón nos anunció que el setlist sería algo diferente al de sus últimos conciertos en la capital —lo que en verdad no fue del todo cierto— dado que esa circunstancia es casi imposible, dado el gran número de hits que poseen en su discografía y porque sonaron, entre otros temas: Rugen las flores, La Palma, Gracia, Naoko o Cuando abrimos las ventanas para ver amanecer. En este sentido, quizá sí que destacó la canción que hace referencia al grupo británico The Smiths y que Ricardo Lezón cantó parte en inglés. Más allá de la elección de unas u otras canciones lo que sí que quedó claro que anoche, en el Botánico de Madrid, un rayo de luz se hizo sitio entre la espesura de un bosque de nubes que la final no nos mojó. «Y la fuerza de saber/ Que nada puede detener/ Ni al rayo ni al color/ Ni a la gota que al caer/ Nos da la fuerza de saber/ Que nada podrá detener/ Ni a la luz ni a la voz/ Ni al roce de la piel».

Ángel Silvelo Gabriel.

martes, 13 de junio de 2023

FERNANDO PESSOA, LISBOA, 13 DE JUNIO DE 1888: 135 AÑOS DE UN SUEÑO ESCONDIDO BAJO UN MAPA DE SENSACIONES

 


Hoy Fernando Pessoa cumpliría 135 años. El ilustre poeta portugués vio la luz, por primera vez, en el Largo de San Carlos número cuatro, un inmueble que se halla frente a la Ópera de Lisboa —Teatro de San Carlos—. Un teatro de voces a las que él proporcionó una personalidad propia, creando, como sólo lo hacen los genios, un nuevo estilo literario: el de la heteronimia. Pessoa, dijo: «Vivir es ser otro. Ni sentir es posible si hoy se siente como ayer se sintió: sentir hoy lo mismo que ayer no es sentir: es recordar hoy lo que se sintió ayer, ser hoy el cadáver vivo de lo que ayer fue la vida perdida». Y en esa eterna búsqueda del presente exento de futuro, abordó todo aquello que su mente tuvo a bien vislumbrar o explorar. En este sentido, quizá no haya mejor forma de recordar a un escritor, que de pequeño quiso ser pirata porque esa era la mejor forma de ser muchos a la vez, que la de rescatar su obra. En esta ocasión traigo hasta aquí su poema, Mi imaginación es un Arco de Triunfo, a través de su heterónimo Álvaro de Campos. Y cuya traducción he extraído del Catálogo de la exposición Pessoa/ Lisboa, (Círculo de Bellas Artes de Madrid: 01.12.2016 al 05.03.2017).

 

«Mi imaginación es un Arco de Triunfo,

debajo de ella pasa la totalidad de la Vida. […]

 

El Arco del Triunfo de mi Imaginación

de un lado se asienta sobre Dios, y del otro

sobre lo cotidiano, lo mezquino (así al menos se cree),

se asienta en el trabajo de todas las horas, las sensaciones de todos los momentos,

y las rápidas intenciones que se mueren antes de hacer un gesto.

 

Yo – mismo, aparte y fuera de mi imaginación,

y no obstante formando parte de ella,

soy la triunfal figura que lo mira todo desde lo alto del arco,

que sale del arco y que le pertenece,

y observa a quien pasa debajo, elevada y suspensa,

monstruosa, tan bella.» 

PD: el próximo mes de julio llegará a las librerías mi nueva novela Los dioses perdidos que se alzó con la XXVI Edición del Premio de Novela Corta José María de Pereda. Una nueva forma de seguir recordando y celebrando la vida y la obra del poeta portugués. De ahí, la fotografía de esta reseña —portada de la novela— creada por Valdelomar D&M. 

Ángel Silvelo Gabriel.

lunes, 12 de junio de 2023

NUCCIO ORDINE, EL HUMANISTA QUE EXPLORÓ LA POSIBILIDAD DE LO IMPOSIBLE

 


Quizá no haya nada más heroico en la civilización occidental actual que reivindicar la belleza como aliada de un mundo en el que el poder de la lectura y la escritura nos convierta en seres humanos más libres, y con ello, más felices. Belleza no sólo como concepto estético o basado en la experiencia, sino como plenitud del hombre libre, aquel que cuenta con las suficientes herramientas como para poder decidir por sí mismo: ya acierte o se equivoque. Un concepto de belleza que se mueve entre el misterio y la incertidumbre. Belleza que, en sí misma, se nos escapa entre las manos cada vez que damos un click o un me gusta en las redes sociales. Belleza, en definitiva, como reclamo de un mundo, el de las humanidades, que poco a poco está desapareciendo de nuestras vidas. Ordine, de una forma tan inteligente como sencilla, nos invitó a dedicar nuestra existencia a la búsqueda de esa luz humanística de la mano de la literatura y la solidaridad humana. Y lo hizo bajo la aparente y bendita contradicción de la utilidad de lo inútil. ¿Y por qué hacerlo de ese modo? Porque quizá no exista una forma más inteligente de malgastar el tiempo que nos ha sido concedido. Conjurarse a esa búsqueda de la posibilidad de lo imposible fue a la que se dedicó Nuccio Ordine, haciéndolo en infinidad de ocasiones bajo la tutela de los clásicos como fuente de inspiración, y sobre todo de encuentro, ya que, como nos dice en uno de sus últimos libros traducidos al español: «Los hombres no son islas». Los hombres deben ser el resultado del encuentro entre conocimiento y experiencia. Sueño y deseo. Esencia y lucha. Una lucha en favor de la materia prima de la que estamos creados. De ese mapa de las emociones que nada tiene que ver con la sociedad actual narcotizada y manipulada por la tecnología. Lejos de la tiranía de la máquina es donde se encuentra la autenticidad del alma humana. Un concepto inmaterial que la IA nunca llegará a conquistar, porque el alma siempre será el último e inalcanzable refugio de la civilización y del hombre tal y como los conocemos. 

El gran logro de Nuccio Ordine, el humanista que exploró la posibilidad de lo imposible, ha sido el de abrirnos una nueva ruta por la que explorar el alma humana. Una opción que, de nuevo, sitúe al Hombre como el centro del universo. Hombre libre de ataduras. Hombre que explore la fuente del conocimiento basada en las humanidades que nos acerquen a la libertad y a la belleza como el culmen de una existencia. En este sentido, Mario Vargas Llosa, en el discurso que pronunció en Estocolmo cuando le fue entregado el Premio Nobel de Literatura en el año 2010, afirmó que aprender a leer había sido el mayor descubrimiento de su vida. Quizá, porque esa posibilidad fue la que le sirvió para vivir esa otra vida, y además, hacerlo en otros mundos que van de la mano de la imaginación. Una experiencia, la de la literatura y la lectura, que no puede ser comparada a ningún otro bien que el Hombre pueda atesorar. Porque el poder de la imaginación que la lectura nos proporciona, es el culpable de que seamos más libres y, de que sin apenas darnos cuenta, vayamos en busca de un cierto tipo de belleza más pura, aparte de más sensible, lo que incide de una forma directa sobre todas y cada una de las emociones que somos capaces de expresar. 

Ese miedo a que seamos seres humanos más libres e iguales, ha sido el que ha llevado a los poderes públicos y a los Estados a enfocar su gran apuesta por la voracidad inagotable de la tecnología, lo que sin duda nos hace más manipulables y nos mantiene más distraídos, por la ausencia que la misma conlleva a tener un pensamiento crítico. La comodidad de las máquinas nos embrutece cada día más, aparte de volvernos más primarios y obesos. ¿Dónde se encuentra ahí la belleza más allá de comportarse como un concepto meramente acomodaticio y si acaso veloz? Ordine, para rebatir la primacía de la máquina sobre el hombre, con muy buen criterio nos propuso el regreso a los clásicos, pues en ellos, ya se encuentran la materia prima de la que un día fuimos concebidos. Una apuesta que a día de hoy nos parece imposible, pero que el entusiasta profesor y filósofo italiano enarboló como la mejor manera de vivir, con la plenitud que se merece, nuestras vidas. Plenitud, bien es verdad, a la que acompañan la incertidumbre y el misterio, pero que sin duda, nos llevarán hacia una curiosidad propia y no autoimpuesta por otros a través de unas redes sociales alejadas de los conceptos de sociedad y compasión hacia el otro. Una capacidad de entendimiento con la que Nuccio Ordine nos replanteó la necesidad de explorar nuestra curiosidad a través de la lectura reflexiva y la escritura crítica basada en la utilidad de lo inútil.  

Nuccio Ordine falleció el 10 de junio de 2023 en Cosenza, Italia. 

Ángel Silvelo Gabriel 

viernes, 9 de junio de 2023

TEATROS DEL CANAL.- COMPAGNIE MARIE CHOUINARD, ESPECTÁCULO DE DANZA «MÀ«: AULLIDOS Y RITMOS QUE VAN DESDE LO TRIBAL A LO ESPONTÁNEO


 

La representación del mundo y, por ende, de la vida, se puede reinterpretar desde muchos puntos de vista. El arte, en este sentido, es uno de ellos. Y, sin duda, la danza es una de sus manifestaciones más universales por el lenguaje que emplea a la hora de mostrárnoslo. Los movimientos de los bailarines sobre el escenario, las luces que se abalanzan sobre ellos y la música que los sustentan hacen de este espectáculo multidisciplinar una ocasión perfecta para poner a prueba nuestros sentidos más allá de nuestra óptica diaria, siempre hambrienta de nuevas sensaciones. La coreógrafa canadiense Marie Chouinard es plenamente consciente de ello y, quizá por eso, nos plantea en su último espectáculo «MÀ« una suerte de mapa de las emociones donde los aullidos y ritmos que ha creado van desde lo tribal a lo espontáneo a la hora de expresar esta oda a la vida en la que el sonido de la respiración de los bailarines sobre el escenario marcan esa dualidad interior-exterior que se produce en sus cuerpos. De esa materia pura, que emana desde las entrañas, es desde la que se proyecta un lenguaje gutural y repetitivo que se traduce en movimientos robóticos y espasmódicos, por electrizantes, como si cada uno de los onces bailarines que la representan, respondiera a una fuerza superior que los moviese mediante hilos al estilo de las marionetas. Ese hilo invisible crea una coreografía que, como el arte en sí mismo, está lleno de contrastes y contrapuntos. Y, de tal forma es ejecutado que, en determinadas ocasiones, el conjunto de danza se desplaza por el escenario como una tribu de cuerpos-hojas movidas por el viento. Cuerpos-hojas que se transforman en árboles cuando se detienen y al unísono levantan sus brazos al aire. Un simbolismo muy conectado con la libertada, por la sensación de liberación que produce en el espectador. 

Marie Chouinard ha concebido un espectáculo de danza donde el juego interior-exterior se sublima cuando la música de Louis Dufort se hace presente con unos ritmos electrónicos hipnóticos y, muchas veces, extremadamente sugerentes, por el poder de compenetración que tienen con la coreografía, lo que nos lleva a trasladarnos a otro lugar en una especie de sueño aéreo. Sensaciones líquidas a las que hay que unir la majestuosidad de un sencillo escenario que, sin embargo, es perturbado por una sinfonía de colores cuya plasticidad penetra y se complementa con los atuendos fosforescentes de unos bailarines con sus torsos desnudos, lo que nos deja entrever esa dualidad interior-exterior de una forma directa y única por lo simbólica que se nos hace presente. Cuerpos, movimientos y músculos en una perfecta armonía visual y estética, pues «MÀ« es un espectáculo profundamente estético, donde su eclecticismo —al que podríamos denominar como básico— está basado en la esencia del cuerpo y el alma que van en busca del más allá. Un más allá que nos despierta un cúmulo de emociones que nos llevan hasta la belleza. Una belleza absorbida por lo primitivo y lo tecnológico a la vez, porque como decía Dante en La Divina Comedia: «la belleza es una consonancia con lo divino que emerge desde el interior y transforma el exterior». Y, «MÀ«, desarrolla muy bien ese concepto de la búsqueda de una belleza que transforma lo primitivo en actual, y donde los aullidos y ritmos que se representan van desde lo tribal a lo espontáneo. 

Ángel Silvelo Gabriel.

miércoles, 7 de junio de 2023

FRANCISCO UMBRAL, LAS NINFAS: UN VIAJE DESDE EL CINISMO A LA BÚSQUEDA DE LA LIBERTAD

 


La literatura es el sueño que acunamos de pequeños, por necesario a la hora de reivindicar nuestros recuerdos. La vía de escape del infierno diario que nos consume, y que nos evita ser nadie. El camino que transitar en busca de uno mismo y de la libertad que desconocemos, pero a la que tenemos que dar forma. El niño que se convierte en adolescente. Y el adolescente que regresa una y otra vez a la niñez son las opciones narrativas que Francisco Umbral emplea en Las ninfas (Premio Nadal, 1975) en la que nos muestra la semblanza y la forja de un escritor que, abandona los sueños que tiene en su habitación azul, para iniciar su particular andadura vital en la ciudad de provincias en la que vive (su Valladolid enquistado). Un viaje desde el cinismo a la búsqueda de la libertad que se inicia con la necesidad de ser alguien más allá de sus sueños. Sueños de letras, donde lo sublime y lo bello al principio sólo se desparraman en las hojas de un papel, y que más tarde acabará en la realidad. La realidad del erotismo, el sexo, y la ausencia de una lírica estética, y una moral existencial alejada de la religión que al alter ego de Umbral le llevará a la necesidad de abandonarse a sí mismo y sus deseos, y de ese modo, alejarse de todo aquello que le rodea o abraza. Ese viaje es también el que transita el protagonista de esta novela desde la habitación azul (como concepto literario) en la que el niño-adolescente sueña con lo que todavía no es ni ha creado, hasta el adolescente-joven que es capaza de atisbar que: «una de las grandes angustias del adolescente es la de su inactualidad». Pues la época del adolescente es la época en la que no existe el tiempo, y donde esa atemporalidad está prendida de un hilo tan fino e invisible que nadie lo ve, excepto uno mismo. Época secreta, la del adolescente. Época errática, inclinada en el afán de búsqueda. Exploración en la incertidumbre y la duda, al no hallar aquello que tanto se desea encontrar. Un mundo de mundos que es un mundo incomprendido, y si acaso, inalcanzable. 

Las ninfas es también un homenaje a la literatura. Literatura como viaje. Interior y exterior. Como proceso en el que un joven se embarca con todos sus miedos a amar la vida a través de la literatura sin más, como primer paso que más tarde le lleve a escribir. Es memorable, sin duda, el capítulo de la novela donde el protagonista nos narra las sensaciones que le provocan la visita a la imprenta del periódico donde le lleva su amigo Darío. El olor a tinta. Al papel. Al engendro de los sueños. Todo ello lo escribe Umbral con un estilo propio y muy depurado. Un estilo inconfundible y adjetivizante, como tantas veces se le ha denominado a su forma de escribir. Estilo y voz propia de narrador. De periodista de la vida. De poeta del oscurantismo que reivindica las puertas de atrás de las que tantas veces huimos. Poeta de nuestros miedos, también, a los que cada día más nos da pereza enfrentarnos. Bardo de nuestra cobardía sólo sublimada por las ráfagas del deseo que nos llevan a esa Atlántida perdida, con la que muy de vez en cuando nos tropezamos en el devenir de nuestros días. Umbral, entre muchos otros matices, narra con gran destreza literaria la forja de un escritor que se hace a sí mismo y se enfrenta a la sociedad que le ha tocado vivir. Y lo hace describiéndonos los cines de sesión doble. Los cafés y sus melancolías ya abandonadas. Las meretrices y las monjas que no ejercen no rezan. O a través de los cafés con leche como símbolos de tertulias improvisadas y aburridas, o mediante la misa de doce de los domingos, con su cura y su púlpito. Y desde esa mirada interior, tampoco falta la de los arrabales desde donde mirar la ciudad y su horizonte. Las insignificantes calles estrechas del centro… Una singladura que le lleva desde el cinismo a la búsqueda de una libertad que sólo se puede proporcionar uno mismo.                                                               

Ángel Silvelo Gabriel.