domingo, 29 de mayo de 2016

ÁNGEL SILVELO FIRMARÁ EN LA FERIA DEL LIBRO DE MADRID 2016 EJEMPLARES DE SU ÚLTIMO LIBRO, FANNY BRAWNE, LA BELLE DAME DE HAMPSTEAD (ED. PLAYA DE ÁKABA, 2016): DÍA 1 DE JUNIO DE 19,30 A 21,30 HORAS; Y 11 DE JUNIO DE 11,00 A 13,00 HORAS —CASETA Nº 13 DE LA ASOCIACIÓN ADELA—



La caseta número 13, la más solidaria de la Feria del Libro de Madrid, en la edición de este año 2016, acogerá las firmas de Ángel Silvelo Gabriel, autor del libro Fanny Brawne, La Belle Dame de Hampstead.



El miércoles 1 de junio de 19,30 a 21,30 horas; y el sábado 11 de junio de 11 a 13 horas son las citas previstas para que todos aquellos seguidores de esta famosa historia de amor entre el poeta romántico inglés, John Keats, y su amada Fanny Brawne, puedan hacerse con un ejemplar dedicado por su autor que, hace justo dos años antes, presentó la novela titulada Los últimos pasos de John Keats, donde se narran los tres últimos meses de la vida del poeta en Roma, una ciudad que le vio morir y donde reposan sus restos en el cementerio de Campo Cestio, bajo la sombra de la pirámide de Cayo Cestio y el famoso epitafio: “Aquí yace uno cuyo nombre estaba escrito en el agua”.



Con este libro, que tiene forma de texto teatral, su autor, Ángel Silvelo explora en esa última necesidad que todos tenemos de mirar a las estrellas y pedir ese deseo que nos saque del ensimismamiento que nos produce el pasado. De ahí que, vivir a través de los recuerdos, se pueda convertir en una obsesión enfermiza si no somos capaces de encontrar la salida al laberinto. En este sentido, la juventud, la búsqueda de la felicidad, los recuerdos y el amor son las excusas que Fanny necesita para llegar a su destino final: la poesía.



Fanny Brawne, la amada del poeta británico John Keats —poco antes de su muerte—, iniciará ese viaje iniciático a través de las huellas del tiempo, para de esa forma, reencontrarse a sí misma y, de paso, llegar a donde intuye que se encuentra el alma de un poeta que definió la poesía mediante el concepto de capacidad negativa: «esa posibilidad de pérdida de la identidad real y de convivencia con el misterio». Fanny quiere reencontrarse con él en las encrucijadas del tiempo y, de esa forma, volver a pasear juntos de la mano bajo la sombra de los árboles del bosque de Hampstead. Esa búsqueda en ayer, sin embargo, nos llevará a otro lugar, en el que asistiremos al nacimiento de una nueva Fanny. En este sentido, igual que Byron, Percy B. Shelley y el propio Keats, murieron siendo muy jóvenes y explorando las entrañas del ser humano colándose por las grietas de la poesía —ese arma en apariencia no dañina, pero que, como una daga, es capaz de atravesarnos el corazón y partírnoslo en dos—, Fanny Brawne, al final de su vida, hará lo mismo, pues cuando llegue a la orilla del lago que, definitivamente la llevará al otro lado, será consciente de que los poemas sólo se entienden con los sentidos. De ahí, que se pregunte una y otra vez: ¿hay vida después del amor?

viernes, 27 de mayo de 2016

JESÚS MARCHAMALO, TOCAR LOS LIBROS (FÓRCOLA EDICIONES, 2016): EN BUSCA DE LA ISLA DEL TESORO



Un libro con las páginas en blanco es, quizá, «un recurso maravilloso, una fórmula infalible para sentirse dueño de todos los libros del mundo, de los escritos y de los que todavía no lo están. Lo abres y se cumple el sueño, sin la menor frustración», como muy bien nos apunta Luis Mateo Díez —en el prólogo de la edición ampliada de este longevo y varias veces reeditado libro— que le dijo el propio Jesús Marchamalo. Esta afirmación de lo que fue hace muchos años una primigenia conferencia que nos gustó a aquellos a quienes iba dirigida, vaya usted a saber por qué —según nos contó el propio autor—, sin embargo se ha acabado convirtiendo en un libro imprescindible y de culto para todos aquellos que amamos los libros, pues éstos son una parte esencial del patrimonio universal que todos constituimos. Los libros son sueños, sin duda, pero también vida, y este libro la tiene y mucha. Gratinado por mil y una anécdotas que, aparte de servirnos para hacernos sentir muy a gusto dentro de sus páginas —generosamente ilustradas de fotografías y dibujos—, son el salvoconducto perfecto para entrar en el infinito universo literario de Marchamalo, pues nos hablan del profundo conocimiento y de ese último sentimiento que procesa hacia los libros. Lo que todo unido es, sobre todo, un magnífico ejercicio de reflexión acerca del ser humano que, en el paisaje onírico y literario en el que estamos inmersos, se traduce en las manías, costumbres y ritos que los escritores —aquellos que llenan de palabras ese libro de páginas blancas que representa el libro del mundo— tienen y profesan hacia ese país literario, tanto propio como ajeno, tanto real como imaginario. Esa incidencia en el orden, la cronología, los subrayados o cómo no, el desorden sin más, son la perfecta expresión de lo que ha sido es y será el hombre a lo largo del tiempo; un hombre está delimitado por sus sueños y sus miedos que, por ejemplo, tienen el perfecto reflejo en los tics numéricos y cabalísticos que nos trae a colación Marchamalo cuando nos cuenta que Borges firmó —con un punto y una torpe línea por culpa de su ceguera— 333 ejemplares, para a continuación abandonar la caseta de la Feria del Libro de Madrid en la que estaba firmando, o como George Perec cifra en 343 el número de ejemplares de la biblioteca doméstica perfecta.



Juegos aparte, Tocar los libros es una aventura muy bien narrada por su autor; un autor que escribe como habla: con ese reflejo en la mirada que nos sintetiza la vida y el mundo como nadie, porque lo hace siempre con una asombrosa capacidad para encontrar la palabra adecuada y el ritmo perfecto para que todo sea como en un sueño. Como nos dice Marchamalo en uno de los pasajes de esta delicia de libro: «Los libros, al final, conforman un territorio común, son las fronteras declaradas del país imaginario en el que nos movemos». Razón no le falta al bueno de Marchamalo, cuya generosidad no tiene límites, pues él, también, forma parte del corpus expresivo de este ensamblaje de grandes verdades que es este Tocar los libros. Sólo baste citar sus bellos y famosos exlibris, o esos recuerdos de su infancia que hacen este libro más entrañable, si cabe. Pero Tocar los libros es, sobre todo, ese viaje en busca de la isla del tesoro, donde lo mejor no es el final en sí, sino el camino hasta llegar a él y, en este caso, estamos ante uno de esos ejemplos donde el camino en sí mismo es lo importante (como en la propia vida).



Tal y como nos dice el propio autor en la contraportada: «de entre los míos, uno de mis libros preferidos y probablemente el que más tiene que ver conmigo, y con mi mundo de autores, lecturas e historias. Y en la medida en que todos los libros de algún modo lo son, seguramente el más autobiográfico. Pues que así sea. No se lo pierdan, porque si no, se van a arrepentir.





Ángel Silvelo Gabriel

jueves, 26 de mayo de 2016

FESTIVAL SURGE MADRID EN LA SALA TRIBUEÑE —SECCIÓN LABORATORIOS—. EL CORAZÓN ENTRE ORTIGAS, DIRIGIDA POR PACO DE LA ZARANDA: EL HÉROE Y SU PALABRA


El teatro, en sí mismo, es símbolos y metáforas, gritos y ecos, reflejos y sombras, vida y muerte…, y así fue como lo vivimos y sentimos ayer en la Sala Tribueñe de Madrid, donde de nuevo se conjugaron el valor de la palabra, las luces y las sombras y esa última necesidad de seguir expresando los sentimientos del ser humano de una forma intensa y sin más artificios que los del buen teatro, entendido éste como un ejercicio nuevo de sublimación del ser humano. El corazón entre ortigas es una excelente aproximación a los dramas que desgraciadamente siempre se repiten y, es en esa eterna condena, donde se encuentran depositados el extraordinario elenco de actores de esta obra de teatro que, por más que se la tilde como de mero laboratorio, ya tiene mucho avanzado para llegar a ser un gran montaje teatral, aunque ya lo sea. Esa expresión de dolor que, como una foto fija nos acompaña desde que entramos en la sala de la mano de los actores y sus impenetrables rictus, no nos deja pensar en otra cosa que en la gran capacidad expresiva existente sobre el escenario. Un mapa del terror que sólo es amenizado, a modo de entremés, por una simpática, extrovertida y dicharachera Nereida San Martín, cuando se lanza a la búsqueda de más adjetivos: «lo más granado de la inteligencia», «¡caballero, caballero, qué elegancia!», «¡qué público tan singular…, qué ingenio, qué belleza…!». Esa especie de vuelo o movimiento sobre la silla que acompañan a la actriz, no hacen sino ejercer de faro sobre la tragedia de ese corazón entre ortigas que sangra, se duele y se seca por la barbarie.


Para llevarnos más allá de ese agujero negro, está el héroe y su palabra, un David García poderoso que representa el poder de la palabra, pero también a la vida, pues se erige como el albacea de tantos y tantos seres humanos y su sufrimiento. Él es ese faro tan necesario en la oscuridad que, en este caso, deviene en testigo de las tragedias que se acechan sobre todo un pueblo: «sólo por el arte soy capaz de este sacrificio». Este álter ego de Carlos Morla Lynch, que trata de compensar la desgracia de la guerra y la muerte de todos aquellos que pueden ser asesinados por el cielo, sin embargo no acepta esa realidad que es la muerte del poeta (García Lorca), lo que parece anunciarnos ese último sentido del arte y su belleza, que es tan quebradizo que se resquebraja como el pétalo de una flor por el viento huracanado, convirtiéndose no sólo en mártir, sino también, en el símbolo de la plenitud de la creación sobre la barbarie, y de su supremacía sobre las banderas y las fronteras. El hombre nace libre y libre quiere seguir siendo hasta su muerte, de ahí, esa lucha sin final por la libertad. Como nos dijo Cervantes: «la libertad sin dignidad no existe».


El corazón entre ortigas, de Paco de La Zaranda, es luz y oscuridad, grito y eco, como ya se ha dicho, pero también es un magnífico ejercicio de introspección sobre la búsqueda de la propia identidad del ser humano, y de dirección actoral. Magnífico reparto con el que cuenta esta obra de teatro. Todos y cada uno de sus actores te llegan y te hacen sentir ese dolor, esa angustia, esa última necesidad de vida y esperanza. Sólo por destacar a uno de ellos, cabe resaltar, sin duda, el desgarro, la expresión de dolor y la interpretación de la tragedia de Inma Barrionuevo, que lo hace tan bien y te conmueve de tal manera, que no llegamos a distinguir entre ficción y realidad. Pero esta obra de teatro también es música y sonidos, ecos y zumbidos que llenan los huecos de nuestra alma, y la acunan, y la despiertan, y la alertan a través de las manos de Helena Fernández cuando toca el piano o con las voces de José Miguel Baena y Nené Pérez-Muñoz.


Tampoco se nos debe olvidar que el teatro es texto, en este caso, el de Eusebio Calonge, que juega y conjuga las múltiples expresiones de las barbaries a las que se enfrenta el ser humano: «las estatuas tiene voz de agua y a ti no te siento», de una forma muy acertada, pues son el vehículo perfecto que nos conduce hasta el corazón de la tragedia. Poesía teñida de negro: «los recuerdos son la vida que se fue viviendo», pero también de grandes sentencias: «aquí el que no pierde la vida, pierde la cabeza», o cuando nos recuerda que: «los hombres son como los perros, una vez que prueban la sangre no se sacian». Sentencias universales que se abalanzan sobre nosotros como alegorías en forma de expresiones de horror o pánico a través de las expresiones de los actores que nos arrastran a sus particulares intrahistorias para hacerlas también nuestras. El corazón entre ortigas es sin duda un juego de contraposiciones donde  la vida o la muerte, los vivos o los muertos se lanzan a una danza macabra en la que sólo los distinguimos por estar calzados o descalzados. Triste, pero necesario, ese último homenaje a la dignidad del ser humano que no es transmitido por el héroe y su palabra.



Ángel Silvelo Gabriel.

DOS DESEOS, MICRORRELATO DE ÁNGEL SILVELO GABRIEL



DOS DESEOS

La fría brisa que recorría el campo poco antes del amanecer la sacó de sus ensoñaciones. Lo hizo de golpe, sin tiempo para reponerse. La recordó que un día atesoró algo muy valioso y que incluso fue capaz de poseer un sueño. Un sueño que la apartó de la realidad, como si ese fuese el único camino en el que desaparecían sus iguales desigualdades. Miró a la luna y, esta vez, vio su cara reflejada en su superficie. No le fue difícil reconocer a una mujer que se encontraba perdida, y que quería poseer aquello que el destino le había vaticinado que no le correspondía, como si todos sus anhelos se redujeran a los mandamientos de una biblia cargada de deseos incumplidos. Bajó los brazos y se refugió entre los últimos destellos de la noche, porque en esa calima oscura, era el único lugar donde lograba huir de sus miedos, y donde construía un mundo que no existía, y donde anhelaba una vida que ya no viviría. Se vio a sí misma en medio de un dique seco donde sólo existían los sueños rotos. Sin embargo, esta vez sintió algo distinto, como si una especie de luz la empujara y la obligara a saltar una línea imaginaria. Todavía no había tomado forma, pero lo sentía como si una incógnita la persiguiera en el refugio infinito que rodeaba a los límites del campo. Era un sentimiento que la removía las entrañas y al que no tenía el valor de enfrentarse. Empezó a temblar como si un terremoto en su interior provocara que todo se moviera a su alrededor. Y se acordó de ella. Su voluntad comenzó a derrumbarse. En ese momento, algo se resquebrajó en su interior y, por primera vez en mucho tiempo, supo que por fin estaba preparada para romper los designios de su futuro. Esta vez sus manos buscaron algo en lo que poder escribir, y por fin supieron darle utilidad a la libreta que últimamente la acompañaba. La sacó del bolsillo trasero de su pantalón e imaginó un nuevo poema. Cuando lo acabó, formuló dos deseos…

Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel


lunes, 23 de mayo de 2016

FANNY BRAWNE, LA BELLE DAME DE HAMPSTEAD —CRÓNICA DE LA PRESENTACIÓN EN LA BIBLIOTECA EUGENIO TRÍAS DE MADRID—: NAVEGANDO ENTRE GIGANTES



El eco que rompe el vacío del negro silencio, del insolente olvido, de la sempiterna soledad se abrió paso entre los nervios, las prisas y las margaritas que adornaban el parque del Retiro de Madrid y las proximidades de la Biblioteca Eugenio Trías el pasado martes 17 de mayo donde, una vez más, a través de las telarañas del tiempo, asistimos a un pequeño milagro: la puesta de largo de un libro, lo que de por sí ya es un acto de fe en sí mismo, pero que esta vez parecía más difícil todavía, por imposible, pues el libro en cuestión llevaba la forma de texto teatral. Sin embargo, el miedo se transformó en esperanza, el dolor en dicha, y los nervios en amplias sonrisas, porque la bendición del destino sobre esta gran aventura literaria, que ya tiene algo más de dos años de vida, nos siguió acompañando con la naturalidad de las grandes ocasiones, casi me atrevería a decir gestas, porque la edición de este reflejo procedente del otro lado del espejo —que se torna en un eco o en un grito de dolor y esperanza, oscuridad y luz—, es lo más parecido a la reivindicación del tiempo perdido por parte de su protagonista, Fanny Brawne, una mujer vilipendiada y maltratada como tantas otras por la historia. Una historia que sólo es escrita por hombres.



Muchas son las casualidades que rodean a las diferentes facetas del mundo del arte y, la intrahistoria de esta Fanny, mi Fanny, que ya es la Fanny de todos aquellos que se acerquen a leer esta obra de teatro —teatro para leer— podrá ser tan suya como mía y, a su vez, reivindicarla como una adalid más de esa larga lista de mujeres maltratadas por el paso del tiempo, herederas sin duda, de la figura de la loca del ático de las hermanas Brönte. Digresiones literarias aparte, el pasado 17 de mayo asistimos a la presentación de Fanny Brawne, La Belle Dame de Hampstead, un texto que trata de poner luz sobre el eco oscuro del paso del tiempo y establecer el punto de equilibro que merece la persona que consiguió que John Keats —por mucho que les pese a los detractores de esta mujer— escribiera lo mejor de su corta trayectoria literaria cuando estaba enamorada de ella. Es cierto, porque tras ese largo título que hace referencia a un poema del poeta romántico —La Belle Dame de Sans Merci—, se esconde la dualidad de bruja-hada que nos permite formularnos las preguntas y, quizá también, atisbar parte de las respuestas de esta sempiterna historia de amor que quedó inmortalizada en la correspondencia que mantuvieron ambos cuando estaban separados por la enfermedad o la sinrazón del amor, y que ha pasado a la historia de la literatura como una de las más bellas representaciones de ese sentimiento universal que es el amor, no es menos cierto que otra parte del milagro aludido al inicio de esta crónica es, que durante poco más de una hora, Fanny Brawne se hizo presente entre los asistentes al acto, y resucitó de entre las tinieblas del pasado, de entre las tragedias que le tocaron vivir, y de entre el amor que el destino le condenó a que fuera escrito en el agua. Epitafio sublime que, sin embargo, a ella, la sumió en la más absoluta de las incomprensiones, pues sus palabras y sentimientos fueron tildadas de obscenas, insolentes, inapropiadas, caprichosas…, y así hasta la mayor de las descalificaciones: falsas. Parece que nadie se creyó el amor de Fanny Brawne hacia John Keats hasta que salieron a la luz las cartas que la propia Fanny Brawne le escribió a la hermana pequeña del poeta Fanny Keats, donde queda claro que sus sentimientos fueron transparentes, tanto o más que ese lugar al que Fanny alude en uno de sus largos monólogos presentes en la obra de teatro en el que el agua transparente se convierte en piedra.



Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, al igual que le ocurre a Fanny en la obra de teatro, las certezas dejan paso al mundo de las sensaciones como único refugio donde aún se pueden cobijar los recuerdos de toda una vida, de ahí, que esta crónica no pretenda ser un reflejo exacto de todo aquello que ocurrió en la Biblioteca Eugenio Trías de Madrid en una clara tarde del mes de mayo en la ciudad de Madrid, sino que más bien quiere ser la traducción del recuerdo y las sensaciones de uno de los que intervinieron en esta puesta de largo inesperada, aunque intensamente deseada, en la que su autor, sin saberlo, ha cerrado un círculo y, de paso, le ha dado la oportunidad a Fanny Brawne de buscarse a sí misma a través del tiempo y, con ello, levantar su personaje de ficción por primera vez en la historia de la literatura, sin ser consciente en ningún momento de tal hallazgo o descubrimiento, pues Fanny es una persona inventada, o más bien imaginada, que nace de las tinieblas de la desdicha para indagar en su vida a través de los silencios, de esos grandes silencios que pueblan nuestras vidas y que nadie más que cada uno de nosotros conoce. Ahí es donde Fanny se detiene, reflexionando sobre el eco de sus palabras e intentando transmitirse a sí misma, y a los demás, las respuestas a una parte de sus preguntas. Fanny Brawne es una corriente de agua que no deja huella, pero que trata de abrirse camino en esos afluentes interiores que no sólo erosionan el terreno, sino que también abren nuevos caminos. ¿Hay vida más allá del amor?, se pregunta Fanny Brawne afrontando el designio final de su vida separada de su joven amado John Keats.



De nuevo, debo decir, que la fortuna presente en las grandes citas de John Keats y Fanny Brawne se alió con nosotros, pues el salón de actos de la Eugenio Trías mostró las mismas galas que hace apenas dos años, cuando en ese mismo lugar, se presentó mi primera novela, y estuvo al mismo nivel que esa tarde-noche mágica del 23 de febrero de 2015, cuando la tierra tembló en Madrid, y más tarde dio paso a un lleno histórico en el salón de actos del Museo del Romanticismo —cuando más de 30 personas se quedaron fuera por falta de aforo— , de ahí, que yo el otro día iniciara mi intervención recordando y reivindicando el espíritu del Museo del Romanticismo como santo y seña de esta ruta literaria que de una forma accidental un día inicié por el Romanticismo inglés, pero en tierras españolas. En este sentido, el mundo de las sensaciones me dice que todo salió muy bien, y el recuerdo que se abate sobre esa tarde es el de un autor de que, consciente de que sólo está empezando, en demasiadas ocasiones se siente como un barco de papel en mitad del mar, igual que si estuviera navegando entre gigantes, pero que a pesar de ese sentimiento de zozobra, se muestra feliz por el apoyo y la fidelidad de tantas y tantas personas que están haciendo conmigo este ruta de ida y vuelta…, con mi chica, Manuela, a la cabeza: la luz de mi camino y quien me sujeta con firmeza los pies al suelo, antes, por las entrañas de la belleza y, ahora, por las entrañas del amor.



Me gustaría dar las gracias a las personas que me acompañaron el mesa: mi hermana África Silvelo, mi editora Noemí Trujillo y mi amigo Jesús Marchamalo, todos ellos estuvieron brillantes en sus intervenciones, certeros en sus diagnósticos, envolventes en sus dictámenes y sugerentes en sus propuestas, sin embargo, ese mundo de las sensaciones del que antes he hablado me ha dejado inmerso en una nebulosa de la que todavía no me he recuperado y, tanto es así, que antes de terminar el acto miré al final del salón de actos e, igual que si estuviera metido dentro de uno de mis sueños, vi a Fanny y a John en una esquina escuchando todo aquello que se decía, como comprendiendo el último significado de sus vidas y, esta vez sí, les vi cogidos de la mano, cogidos de la mano para siempre… Esa visión sólo se difuminó cuando los actores de la Sala Tribueñe de Madrid —bajo la dirección de Irina Kouberskaya—, Chelo Vivares (Fanny), David García (Severn), y Miguel Pérez-Muñoz (Keats) interpretaron una escena de mi obra de teatro. Entonces dejé respirar a mis sentidos, mientras, envuelto en sus mágicas palabras, sólo pude decir: GRACIAS, porque a veces los sueños se hacen realidad.



Ángel Silvelo Gabriel.


lunes, 16 de mayo de 2016

ÁNGEL SILVELO, SELECCIONADO CON PUBLICACIÓN, EN EL IV CONCURSO DE MICRO-CUENTOS "CUENTOS POR LEER"



EL HOMBRE LIBRO

Tenía la sensación de estar laminado, como si mi cuerpo fuese un libro lleno de hojas. Al incorporarme fui consciente de que algo había cambiado, pues en mi brazo derecho pude leer: «En un lugar de la Mancha». Incrédulo, giré mi cabeza a la izquierda, y leí: «de cuyo nombre no quiero acordarme». Todo me resultaba extraño, como en un sueño. Yo nunca quise tatuarme y ahora me había convertido en un hombre libro. Mi piel estaba rugosa como las hojas de papel, mis manos habían crecido hasta convertirse en unas perfectas pastas con las que recubrir todas y cada una de las frases que decoraban mi cuerpo. Incluso mi olor era muy parecido a esa leve fragancia de tinta e imprenta que impregna a cada libro. Todo era nuevo y diferente para mí, como cuando te enamoras por primera vez. Sin embargo, el pánico se apoderó de mí, al pensar que, en algún lugar de mi cuerpo, tendría tatuada la palabra fin.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel

domingo, 8 de mayo de 2016

EL DESVÁN DE LA MEMORIA Y LA ASOCIACIÓN AdELA ESTARÁN DE NUEVO PRESENTES EN LA FERIA DEL LIBRO DE MADRID 2016, EN LA CASETA Nº 13


El desván de la memoria volverá a estar en la Feria del libro de Madrid, acompañando de nuevo a adELA (Asociación Española de ELA: http://adelaweb.org) , como continuidad a la labor solidaria de los libros que durante los últimos años hemos publicado para darles apoyo y ayuda, y continuando también el proyecto para unir Literatura con ilusión, potenciando las ventajas del efecto terapéutico que tienen la escritura y la lectura.

Este año estaremos en la caseta 13, en el habitual Parque del Retiro, desde el viernes 27 de mayo hasta domingo el 12 de junio. Contaremos con la presencia de otras editoriales amigas que suman su solidaridad:  mundopalabras.es, PezSapo y Playa de Ákaba, además de autores de otras editoriales que firmarán con nosotros y que también donarán parte de sus ventas a adELA.

Pero lo que más nos interesa es la participación, que podamos dar visibilidad a la labor que realiza la Asociación y dar a conocer lo que es la ELA y mejorar la calidad de vida de las personas afectadas. Por eso pido que le des toda la difusión posible y que invites a todos tus conocidos a que nos visiten este año. Cada persona que pasa a vernos es para todos muy importante.

El sábado 28 de mayo de 17:30 a 18:30 ofreceremos una charla (LITERATURATERAPIA) en la Carpa Central de la Feria con la presencia de Lorenzo Silva, en donde se hablará de este proyecto solidario que suma ilusión y escritura.
 
Para los que se desplacen desde fuera en tren, nos ha dicho la organización de la Feria que RENFE dispone de un descuento que pueden usar tanto los autores que vengan a firmar como los visitantes. Ese código aún no lo ha hecho público RENFE, pero aparecerá también en la web:http://www.ferialibromadrid.com

Quien lo necesite, puede consultar en RENFE o escribir para preguntar a:
info@ferialibromadrid.com

NUMANCIA DE MIGUEL DE CERVANTES BAJO LA DIRECCIÓN DE JUAN CARLOS PÉREZ DE LA FUENTE: DIGNIFICANDO EL PODER DE LA PALABRA



Arrebatadora en la propuesta escénica, vibrante en el texto, conmovedora en el desarrollo de una trama esencial, como esencial es la dignidad del ser humano. Ecos, voces y sonidos que nos empapan la conciencia a conciencia, pues ese es el mensaje final de esta Numancia de Miguel de Cervantes dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente. Numancia desnuda, Numancia única a la vez que salvaje, Numancia demoledora al unísono que entrañable, esclarecedora igual que la primera luz del día capaz de hacernos soñar con los imposible, pues en los tiempos que corren eso es Numancia, un sueño imposible, el de la dignidad a secas; el de la dignidad que grita libertad y que tanto necesitan el hombre y la mujer. El hombre y la mujer, porque Numancia también es coral y es una forma de expresión sin distinción de sexos.



Numancia http://teatroespanol.es/392/numancia/ es la libertad en sí misma arropada de un magistral texto de Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mariño que nos devuelven a lo esencial, a ese punto inicial que tantas veces se nos olvida. Gracias a textos como éste podemos seguir dignificando el poder de la palabra, perdida tantas veces en el silencio o el desconocimiento. Aquí, también hay que hacer una mención especial al reparto de esta Numancia perversa, pues quizá, a día de hoy no haya más perverso que la dignidad, perdida entre la corrupción rampante de una clase política enroscada en su propio ensimismamiento y putrefacción. Los actores dicen y dicen bien, pues su dicción es impecable, entendible y esperanzadora como la lucha por la libertad. «La vida es sueño» nos dijeron una vez hace ya mucho tiempo, pero también es lucha…, y esperanza por recuperar aquello que nos pertenece de una forma legítima. En ese cerco numantino de los imposibles Numancia va hacia su propia deriva, y lo hace preñada de los sentimientos más universales del ser humano como, por ejemplo, el amor, ya sea éste fraternal, pasional o hasta impúdico; o de la necesidad de la libertad, por ser ésta el maná sanador de todas nuestras impurezas. La lucha por la libertad, sin duda, purifica al ser humano y a su alma, porque ésta se vuelve transparente como el agua de un manantial todavía virgen de rocas que pulir o bocas que calmar, y, porque justo, al otro lado, es donde reposan la tiranía y el rencor, que se reproducen con el miedo y la oscuridad.



La brillante puesta en escena de esta Numancia de Juan Carlos Pérez de la Fuente, nos obliga a soñar y dejar, aunque sólo sea por una hora y cuarenta minutos, nuestras propias miserias, para atender a este sueño…, el sueño de la dignidad. La oscuridad del teatro es el perfecto cómplice de esta trama de pesadillas y anhelos, de arrebatos y veleidades, estrategias y falsos pactos. Cercados por una muralla, acosados por el hambre, y perdidos en la búsqueda de una última esperanza, los personajes de Numancia se abalanzan y detienen sobre sí mismos y sobre los demás, en una mezcla de ímpetus ciegos y vitales con los que contrarrestar el designio de sus destinos. Hay que decir que, en esta ocasión, lo más destacado del elenco de actores es su equilibrio, pues todos y cada uno de ellos contribuyen a engrandecer el texto y la puesta en escena. Ese espíritu numantino de Cervantes está muy bien escenificado por el reparto, cuya mayor estridencia es la de la perfecta dicción, algo al alcance de muy pocos.



Pérez de la Fuente https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Carlos_P%C3%A9rez_de_la_Fuente se reinventa a sí mismo una vez más, y lo hace, para convencernos de que siempre hay una nueva oportunidad para la originalidad, la diferencia y la esperanza que van más allá de una puesta en escena, pues él es capaz de reconvertir una obra de teatro en un lenguaje universal en que el hombre y la mujer, la mujer y el hombre, son el centro del mundo y de la vida, más allá de los dioses u otras falsas deidades que, como becerros de oro, estos días caminan a nuestro lado con el único mérito de intentar hacernos sus cómplices y, de esa forma, manchar nuestras conciencias. Es verdad que, por lo visto y vivido, esa es una parte de la esencia del ser humano, pero no es menos cierto que, después de asistir a la representación de Numancia, Pérez de la Fuente nos advierte de que también hay otra parte de nuestra esencia por la que merece la pena luchar, pues es en ésa, en la que habitan, por ejemplo, la libertad y la dignidad. Y no se nos debería olvidar que la libertad sin dignidad no existe.





Ángel Silvelo Gabriel.


viernes, 6 de mayo de 2016

McENROE EN EL TEATRO NUEVO APOLO DE MADRID: ENTRE THE SMITHS Y LOU REED


Entre The Smiths y Lou Reed cabe todo un universo. Un universo tan extenso como el que el grupo vasco McEnroe desplegó ayer en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid. Ese ensimismamiento lírico de Ricardo Lezón que, tan bien adornado está por la multiplicidad sonora de unos músicos capaces de crear grandes melodías que sin embargo parece que nacen con miedo a ver la luz, pero que cuando cogen la intensidad necesaria de los medios tiempos vuelan, y muy alto, por los espacios que las acogen, fue la seña de identidad de un recital pleno de emociones. El eco, la resonancia, la reverberación…, de las canciones del repertorio de McEnroe planearon ayer sobre el escenario de una forma casi mágica, y lo hicieron con esa aparente parsimonia de un Ricardo Lezón al que sus fans le siguen con un respeto casi religioso, y al que están dispuestos a perdonar hasta que se le olviden los acordes de una canción. Hay algo ceremonial en esa puesta en escena sencilla y desnuda, pues a lo que en realidad asistimos es a esa entrega de almas que precisan sanar sus heridas, y el señor Lezón, sin duda, lo consigue, pues lo hace subido a su guitarra y ensimismado en sus propias composiciones retro-intimistas que va desgranando cual oraciones. De ahí, que no sea de extrañar que en vez de enlazar una canción con otra para conseguir ese clímax de excitación del que tanto precisa un concierto, McEnroe lo obvie, y se limite a proyectar su música igual que si fuera un ofrecimiento cuasi religioso en el que Ricardo Lezón necesita entrar en trance antes de comenzar a tocar cada nueva canción. Ese éxtasis lírico o profético, es el que esperan sus fans que, a cada toque envolvente de guitarra, a cada nueva frase de cada canción, van sumergiéndose en esa especie de plácido sueño al que el grupo vasco les invita.


Dispuestos a revisar una gran parte de su discografía —las dos horas y quince minutos que duró el concierto dio para ello— comenzaron su actuación con uno de sus primeros temas McEnroe, como el nombre del grupo y, partir de ahí, fueron desgranando uno a uno muchos de su grandes hits: Los valientes, La cara noroeste, El Alce, La Palma, Las mareas…, que fueron interpretando en dos partes, claramente diferenciadas por la inclusión dentro de la banda de las colaboraciones, que comenzaron con Abel Fernández en Tú nunca morirás, Soledad Velez, o Ramiro Rodríguez en Rugen las flores. Si la primera parte de la actuación fue más oscura y enroscada en la pulcritud acústica de unos McEnroe poco dados al delirio y sí a la contención no verbal en su forma de ver y reinterpretar la música, la segunda parte fue más dinámica, envolvente, atmosférica y especial, con la ejecución de unas versiones de algunas de sus canciones sencillamente magistrales, únicas y apoteósicas —por ejemplo, Vendaval— que hicieron vibrar externamente, esta vez sí, a todos los asistentes que abarrotaron el Teatro Nuevo Apolo de Madrid.


El pretendido homenaje con el que McEnroe quería dar las gracias a sus seguidores fue todo un éxito, bordeado por esa necesidad de seguir siendo ellos mismos, alejados de las estridencias de un mundillo musical siempre víctima de sus veloces alergias. Lo de ayer fue otra cosa, justo lo contrario, pues asistimos sin grandes estridencias a un recital que, también, sin duda, encontró su espacio idóneo donde refugiarse para dibujar sobre el aire esas siluetas del amor y de la vida que nos resultan tan imposibles de reinterpretar fuera de la letra de una canción, y ayer, hubo una gran porción de ellas que nos hablaban de nosotros mismos, de nuestras miserias y de nuestros sueños como sólo lo saben hacer los otros, aquellos a los que demás elegimos como nuestros guías, pues ellos son los que nos posibilitan llegar a ese horizonte en el que la vida es sueño, porque como muy bien nos dijo Ricardo Lezón ayer, en el que quizá fue sus único arranque de rabia: —cómo se puede amar si no es con pasión». Esa pasión contenida que, él, tan bien representa, no es sino una primera señal de ese abrupto universo de demonios y pasiones ocultas que el cantante vasco maneja como nadie a la hora de darles voz; una voz firme, poderosa y única que se adhiere a las grandes melodías de un grupo que ayer creó un universo propio, justo el que va desde The Smits a Lou Reed, por poner un ejemplo.



Ángel Silvelo Gabriel.

martes, 3 de mayo de 2016

TEATRO TRIBUEÑE: PROGRAMACIÓN DE MAYO


“Una historia de la copla”
Hugo Pérez de la Pica

“Una historia sencilla, bien contada, bien interpretada y llena de magia” 
Estrella Savirón - A golpe de efecto
 

“Montaje imprescindible para los apasionados del teatro y, particularmente, para los lorquistas”
Azay Arte Magazine – Laura Esteban


Si el teatro es drama y el drama es belleza, Irina Kouberskaya y Hugo Pérez han conseguido en esta insólita Bernarda cumbres de belleza turbadora”
Javier Villán en El Mundo


“Para mí el aire”
Ligazón, Valle-Inclán




lunes, 2 de mayo de 2016

JULIA MARGARET CAMERON: EL LENGUAJE DE LAS MIRADAS PERDIDAS



La percepción de la vida o del alma humana admite múltiples interpretaciones, una de ellas, sin duda, es la fotografía. Esa especie de flash donde se detiene el tiempo y, que además, nos permite ver la huella del momento retratado dibuja como pocas artes la posibilidad de lo imposible. No obstante, si nos trasladamos al unísono con las manecillas del reloj, ese fugaz instante se borra de nuestra memoria, y si lo queremos volver a atrapar, tenemos que regresar a los recuerdos. Las fotografías de Julia Margaret Cameron https://es.wikipedia.org/wiki/Julia_Margaret_Cameron son esos recuerdos extraídos del pasado que, gracias a su particular forma de reinterpretar la fotografía, se posan sobre nosotros como un manto mágico capaz de trasladarnos a lo largo de una máquina del tiempo que nos sitúa mucho tiempo atrás. Esa puede ser la primera sensación que a uno le dejan los retratos, en ocasiones, deliberadamente desenfocados, de esta mujer británica nacida en la India. Hay un mestizaje de tonos y composiciones en sus fotografías que nos trasladan al mundo de los sueños. Sus personajes parecen hipnotizados por la fuerza del objetivo de la cámara, como si quisieran reinterpretarse a sí mismos a través del lenguaje de las miradas perdidas. Lengua universal el de las imágenes y las miradas, pues no necesitan el apoyo de la palabra. Ahí radica la fuerza de las fotografías de Julia Margaret Cameron que, a pesar de que empezó a hacer instantáneas a la nada despreciable edad de 48 años, enseguida descubrió cual era el camino a seguir.

En este sentido, el método especial que utilizaba a la hora de revelar sus negativos, la llevaron a concebir la fotografía como una suerte de imperfecciones aderezadas con el magnetismo de sus composiciones —algunas de ellas basadas en composiciones poéticas de grandes voces líricas— y, sobre todo, en la capacidad que tenía de congelar ese mágico instante donde a través de los ojos de sus personajes, somos capaces de adivinar muchas cosas de ellos. Esa percepción de la fotografía la convierte, sin duda, en una especie de vampiro del alma humana sólo difuminada por la belleza y la crudeza de muchas de sus imágenes, pues muchas de ellas nos invitan a traspasar esa frontera que divide a la realidad de los sueños, ya que muchos de sus retratos nos invitan a eso, a soñar cómo eran aquellas personas que ella retrató y cómo se desarrollaban sus vidas en una época que, para nosotros, ya es demasiado pretérita. Su tesón, su atrevimiento y su entusiasmo por derribar barreras configuran a Julia Margarte Cameron como una de las precursoras de las fotografías artísticas, bellas en sí mismas y que no admiten otra interpretación que la de la contemplación de la propia belleza. En este sentido, el lirismo de muchos de sus retratos de mujeres, se contrarrestan con la dureza de las fotografías masculinas que denotan esa fuerza aguerrida de los hombres del s. XIX, con sus grandes barbas y sus rostros llenos de arrugas modeladas por el paso del tiempo.

Visitar la exposición de Julia Margaret Cameron en la Fundación Mapfre de Madrid https://www.fundacionmapfre.org/fundacion/es_es/cultura-historia/nuestras-salas/barbara-braganza/ es concederle una oportunidad al pasado, y revisitarlo de una forma muy especial, por intensa, bella, lírica, e impregnada con ese amargo sabor que nos deja el paso del tiempo, aunque en esta ocasión sea menos trágico, pues lo hacemos con la sensibilidad de una mujer que supo ver el mundo y la vida a través de las miradas de los otros —lejanos y cercanos—, porque quizá, no haya una mejor forma de reinterpretar el mundo que hacerlo a través del lenguaje de las miradas perdidas.

Ángel Silvelo Gabriel