domingo, 29 de abril de 2018

USTED, SEÑOR JUEZ.- MICRORRELATO DE ÁNGEL SILVELO



¡Qué fuerte, señor juez!, he visto su foto en los periódicos esta mañana camino del juzgado. Creía haber cubierto el cupo de mi asombro, pero como siempre, alguien vino a ponerle una multa a mi falta de imaginación. Es tan, tan… que me quedo sin palabras. ¡Cómo calificaría usted, señor juez, la malversación de los fondos que tenía asignados para el personal de su juzgado! Le reconozco un gran mérito en ello. Por más que lo pienso, no encuentro mejor pirueta final al morbo implícito que de por sí existía por trabajar bajo su megalómana jurisdicción. Usted, señor juez, que nos comisionaba a las cinco de la tarde a reventar operaciones terroristas sin cobrar dietas, y con la sola ayuda de un bocadillo de jamón. Usted, señor juez, que nos convertía en auténticos espectros humanos a las tres de la madrugada mientras tecleábamos en el ordenador sus erráticas instrucciones.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel. 

viernes, 27 de abril de 2018

LA CRIATURA SIN NOMBRE DE JUAN INSÚA: UN TRIBUTO A MARY SHELLEY Y LA PUBLICACIÓN DE FRANKENSTEIN DESDE EL CCCB




Tributo a Mary Shelley en el bicentenario de la publicación de Frankenstein o el moderno Prometeo. Un ejercicio audiovisual en tres secuencias inspirado en las relecturas de la obra a la luz del Antropoceno. El clásico de Shelley emerge en un contexto climático recordado como el año sin verano (1816), debido a una disminución de la temperatura mundial provocada por una serie de erupciones volcánicas que causaron una histórica caída de la actividad solar. En esa oscuridad reflejada en un célebre poema de Lord Byron nace uno de los mitos de la literatura moderna. Un mito que ahora podemos revisitar con la perspectiva que nos ofrece el caos climático al que estamos asistiendo y que pone en entredicho nuestra capacidad para gestionar un pequeño planeta, y el grado de resiliencia con la que seremos capaces de asumir (y amar) los monstruos que hemos creado. https://youtu.be/h9PJB3BLhIE

Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.

jueves, 26 de abril de 2018

TEATRO TRIBUEÑE: PROGRAMACIÓN ABRIL 7 MAYO 2018

TEATRO TRIBUEÑE

TEATRO DE REPERTORIO

PROGRAMACIÓN ABRIL Y MAYO

Tres fuertes voces... la voz de la muerte, la voz del amor y la voz del aire.

– Federico García Lorca –



FINES DE SEMANA DE MUSICAL



TRIBU DE POETAS DE MAYO

lunes, 23 de abril de 2018

ÁNGEL SILVELO GANA EL 2º PREMIO DEL VII CONCURSO DE MICRORRELATOS DE LA BPM "FRANCISCO SALINAS" DE CALLOSA DE SEGURA, ALICANTE

Jueves 26 de abril, celebra con nosotros el “Día del Libro”. Cuentacuentos infantil, a las 17:30 h y Cuentacuentos para adultos más entrega de Premios del VII concurso de Microrrelatos, a las 19:30 h, en la 3ª planta de la Casa de Cultura.
 El próximo día 26 de abril vamos a celebrar con toda nuestra ciudad el Día del Libro, para ello os invitamos a los cuentacuentos que se han programado en la Casa de Cultura (3ª planta) tanto para niños como para mayores.
La sesión infantil dará comienzo a las 17´30 h con “Donde viven los cuentos”, y posteriormente a las 19:30 h para los adultos con “Mi familia es puro cuento”, en esta última sesión se hará entrega de los 2 premios ganadores del VII certamen del concurso de Microrrelatos, 2018, que este año ha tenido el  siguiente resultado:

  • 1er Premio 200€ (DOSCIENTOS EUROS) más diploma por el trabajo titulado: Ensueño, con el seudónimo de Francisco de la Cuesta. Autor  Jesús Gutiérrez Lucas

  • Accésit de 100€ (CIEN EUROS) más diploma por el trabajo titulado: Un libro casi olvidado, con el seudónimo: John Keats. Autor: Ángel Silvelo Gabriel.
UN LIBRO CASI OLVIDADO
SEUDÓNIMO: JOHN KEATS
Siempre quise atravesar la barrera del tiempo…, y ser infinito como sólo lo puede ser el amor. He buscado en cada esquina, detrás de cada árbol, tras las cimas de todas las montañas, pero nada, nunca he sido capaz de encontrar esa sensación de vencer al paso del tiempo. Para colmo, ya nadie me lleva a esos lugares donde los bandidos buscan refugio y los amantes encuentran su lecho de pasión. Amar, soñar, viajar…, perder, oler, tejer…, pulir, sentir, redimir…, en una interminable sucesión de palabras e imágenes evocadoras de sensaciones y deseos. De ahí que, al verte, de nuevo sea feliz. El tacto de tus manos sobre mí. La pureza de tu mirada. Tú... Ya había perdido la esperanza hasta que ayer te diste cuenta de que me escondía en el revistero, entre noticias apocalípticas y chismorreos innecesarios; un lugar que tú, muy lista, escogiste para cobijarme de los falsos sueños, conocedora como eras, de que allí sólo anidaban los poemas olvidados y las metáforas imposibles, pues nada más que soy un libro. Un libro de odas y sonetos. Un libro casi olvidado, como mi autor.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel

domingo, 22 de abril de 2018

LO QUE EN VERDAD AMABA.- MICRORRELATO DE ÁNGEL SILVELO



Soñó con el agua. Con el ruido de las olas. Con el olor a tierra mojada. Al despertar se detuvo delante del cuadro. De lejos era una aguamarina azul. De cerca la silueta de una tarde de verano. Se puso las gafas de realidad virtual y todo cobró vida de repente: olió el salitre, se quemó con el sol, incluso, cayó rendido ante los encantos de las bañistas que pasaban a su lado. Sin embargo, cuando se las quitó, supo que la ciencia nunca recuperaría aquello que antes había soñado, pues era incapaz de reconocer lo que en verdad amaba.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel

jueves, 19 de abril de 2018

JAMES SALTER, EL ARTE DE LA FICCIÓN: EL MINUCIOSO JUEGO DEL AZAR AL SERVICIO DE LA LITERATURA



James Salter no iba para escritor y, sin embargo, fue una víctima más del minucioso juego del azar al servicio de la literatura. Salter vivía apartado del mundo literario, y su ámbito creativo se circunscribía a la escritura de sus diarios o a la composición del primer relato que, una vez acabado, enseñó a unos amigos a los que no les gustó. A los veintiún años, Salter era piloto de caza de las Fuerzas Aéreas Norteamericanas; una especie de Saint-Exupéry moderno, pero sin Principito. Entonces, ¿para qué escribir?, ¿por qué escribir?, ¿para quién escribir?, ¿qué sentido tiene el hecho en sí de la escritura? Si nos atenemos a las conferencias sobre el arte de la ficción que James Salter dio en la Universidad de Virginia en 2014 podríamos apostillar tal y como hace el autor de la magistral Todo lo que hay (su última novela) que, en el oficio de escribir: «Has de dar mucho para recibir algo. Recibes sólo un poco, pero es algo. No hay valores establecidos; das mucho a cambio de nada; haces todo a cambio de apenas nada […] ¿por qué se escribe? Ahí está la esencia. Entonces, ¿por qué? […] Sería más honesto decir que he escrito para que otros me admiren, para que me quieran, para ser elogiado, reconocido. A fin de cuentas, ésa es la única razón». Sí, el reconocimiento a cargo de esa innegable lucha que todo escritor mantiene contra la soledad implícita que lleva el oficio (véase si no la respuesta que dio la Premio Nobel de Literatura, Alice Munro, cuando tras recibir el premio en una entrevista la preguntaron si volvería a escribir otro libro de relatos. A lo que ella contestó que no, que los últimos años de su vida los deseaba pasar cerca de su familia —su hija y sus nietas, en este caso—, pues ya había pasado demasiado tiempo sola). Sin embargo, ese camino hacia el beneplácito de la gloria, Salter no lo encontró sino tras la publicación de su última novela, poco tiempo antes de morir, justo, cuando ya no le interesaban esas muestras de cercanía y admiración de los medios hacia su obra, porque su relato vital, aquel que marchó pegado a la literatura, estuvo marcado por la soledad más absoluta. Salter estaba acostumbrado a andar sólo por la senda de la creación, pues no fue hasta los cuarenta y cuatro años, al conocer al profesor Robert Phelps, cuando entró en contacto con el mundo literario. Phelps fue quien le iluminó el camino y le dio a conocer a autores que le marcaron profundamente, como Isaak Bábel y sus relatos y, del que Salter, decía: «Bábel es un escritor que no interfiere. Se retira a sí mismo de la historia y la deja que concluya por sí misma, a veces de una forma abrumadora». Esa búsqueda de la distancia del propio autor frente a lo que narra es la que buscó el escritor norteamericano, primero en Balzac, y luego en Flaubert. Ese estar ahí sin que se note fue su propio ejercicio de estilo. Nada fácil, por cierto, pues sus novelas son ficciones sobre su propia vida y la de aquellos que le acompañaron a lo largo de los años. Una ficción que no necesariamente habla de él o sobre él, sino de todo lo que hubo y todavía ahí a su alrededor. Como buen observador, Salter plasmó en su obra la perpetuidad de las frases dilapidadoras que apenas se notan, pero que son tan devastadoras como ese punto al que se refiere su admirado Bábel: «no hay hierro capaz de atravesar el corazón humano con la fuerza de un punto colocado en el lugar preciso». De todo ello, emana la importancia que Salter le da al estilo, o mejor dicho, a la voz, como él mismo la llama a la hora de hallar el ritmo de la narración, la implicación del autor en su obra (es su propia alma la que queda plasmada en el papel), y su forma de ver e interpretar el mundo. De ahí, su fijación por Flaubert y su estilo: «Una buena frase de prosa —decía Flaubert— debe ser como un buen verso, incambiable, igual de rítmica y de sonora.» No en vano, el propio Salter nos apunta que: «Los escritores que me gustan son los que son capaces de observar muy de cerca. Los detalles son todo». Esa forma de no estar, siendo la perenne sombra que todo lo ocupa, fue sin duda la que impregnó su obra.



La vida sin trampas que nos propone Salter en estas tres conferencias que dio en la Universidad de Virginia unos meses antes de morir, son el mejor reflejo de su atrevimiento, lucidez, falta de arrogancia, búsqueda de la perfección, oralidad…, y Balzac. Al que luego se añadieron Flaubert, Thomas Wolfe, Faulkner o Isaak Bábel, sin olvidarnos de Nabokok, Kerouac, Updike o Bellow, entre muchos otros y, junto a los que intentó buscar esa gran entelequia denominada como Gran Novela Norteamericana, sin saber muy bien ni cómo ni porqué y ni siquiera qué sentido tenía, en una nueva muestra de cercanía y sencillez que engrandecen más y más su figura y su obra. No hace falta que un escritor tenga detrás de sí un sinfín de novelas a sus espaldas para estar en el Olimpo de los grandes, pues Salter es una buena muestra de ello, quizá, porque como nos apunta en estas conferencias: «Escribir es corregir», proporcionándonos de nuevo una brillante lección de lo que es y de qué va el arte de la escritura. Un oficio que, para él, siempre vino marcado de un azar que, al final, le fue propicio. No obstante, Salter nos recuerda que: «Escribir novelas es difícil», o que, «componer novelas es un proceso largo. “Has de tener una capacidad enorme de resistencia para ser novelista —dijo Anthony Powell— Tienes que hacer un montón de tareas aburridas y perseverar día tras día, y si no eres capaz de eso, poco importa que tengas toda la imaginación del mundo”. Según él, era una cuestión de aguante, como casi todo en la vida». Esa perseverancia a lo largo del tiempo le lleva a Salter a decirnos que: «Las cosas que has escrito no envejecen contigo, o por lo menos así me lo parece. Tal vez quedan marcadas por el tiempo, pero no se puede estar al día cuando el tiempo ya ha pasado. O perduran al margen de cualquier época o dejan de existir. La literatura avanza así. Los libros señalan un período o un lugar, y poco a poco se convierten en ese lugar y en ese momento». Un lugar y un momento presentes de una forma solemne en el epígrafe de su novela Todo lo que hay: «Llega un día en que adviertes que todo es un sueño, que sólo las cosas conservadas por escrito tienen alguna posibilidad de ser reales.» Gracias, Sr. Salter, por haber hecho el esfuerzo impagable de dejarlas por escrito, en una muestra más del minucioso juego del azar al servicio de la literatura.

 

Ángel Silvelo Gabriel.

domingo, 15 de abril de 2018

LA ESPONJA.- MICRORRELATO DE ÁNGEL SILVELO



Mi bufete de abogados está muy seguro ante la próxima vista oral de mi juicio. En conjunto todo se presume favorable, ya que no hay testigos y no hay pruebas. Sólo me unen al cadáver una antigua amistad y las huellas de mi mano derecha que, entre otras muchas, aparecen en una de las ventanillas del coche donde él ha aparecido asesinado. Entonces, ¿qué me preocupa? Cuando era boxeador profesional me conformaba con chupar los restos de sangre de la esponja que mi ayudante me pasaba por la cara para secarme las marcas de la pelea. Pero de ahí, pasé a besar a jovencitos en busca de fama que me permitían succionarles pequeñas dosis de sangre. Y ahora tengo miedo, porque mi ansia ya no tiene límites y me veo confesando mi vampirismo ante el juez, cuando me muestre la esponja sin una gota de sangre que encontrarán dentro del salpicadero.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel

lunes, 9 de abril de 2018

AMANTES SIN PALABRAS.- MICRORRELATO DE ÁNGEL SILVELO



Éramos tan felices, que corríamos distraídos desafiando a nuestra buena suerte. Nos imaginábamos tan diferentes, que nos comportábamos como fantasmas errantes en busca de un deseo. Y sentimos el don de la diferencia como un triunfo y no un privilegio mientras soñábamos con ser aventureros que juegan a custodiar un cómplice secreto. Pero llegó un día, en el que sin darnos cuenta, nos convertimos en unos amantes sin palabras.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel

viernes, 6 de abril de 2018

ÁNGEL SILVELO, FINALISTA DEL III CERTAMEN LITERARIO ENTRE PUEBLOS, BADAJOZ, CON EL CUENTO TITULADO: EL DÍA QUE QUEDÉ CON PESSOA EN LISBOA


EL DÍA QUE QUEDÉ CON PESSOA EN LISBOA

SEUDÓNIMO: FERNANDO PESSOA

El día que quedé con Pessoa en Lisboa metí en mi bolso uno de sus antiguos libros de poemas que todavía tenía en mi poder. Yo quería que me lo firmara, aunque la cuestión era que todavía no sabía cómo lo conseguiría, porque la idea, por mucho que me quisiera engañar, se resumía a que una sombra o un recuerdo se convirtiera en algo tan material como mi deseo, por tanto, mi anhelo era tan imposible de cumplir como el mismo hecho de querer encontrarme con un fantasma. Menos mal que en mi auxilio llegó Ricardo Reis, uno de los heterónimos de Pessoa, al que Saramago, en su novela titulada, El último año de Ricardo Reis, hizo que se le apareciera la sombra del ilustre portugués antes de que ésta se difuminara por completo una vez que hubiesen transcurrido los pertinentes nueve meses desde su muerte —los días que, según el propio Pessoa, el destino nos deja hacernos visibles a los vivos tras nuestro fallecimiento, para de ese modo, compensar el tiempo que permanecemos dentro del vientre materno—. «¿Tendría yo la misma suerte en los nueve meses posteriores del ochenta aniversario de la muerte del ilustre portugués?», me pregunté, engañándome a mí misma como si el poder de los muertos a la hora de presentarse en forma de sombra o fantasma ante los vivos fuese una circunstancia tan caprichosa como aleatoria que sólo dependiese de las cifras redondas de las efemérides que se repiten a lo largo del tiempo.

Por si acaso fallaba mi plan me refugié en los versos del propio Pessoa: «Que los dioses, si son justos en su injusticia,/ nos conserven los sueños incluso cuando sean imposibles,/ y nos concedan buenos sueños,/ incluso si son triviales». Y quizá, por eso, tuve una visión, y yo misma me creí que podría ser tan material como mis deseos; unos deseos iniciales que, sin embargo, se vieron trastocados por el influjo del fado, la melancolía o la perenne saudade de la ciudad de las siete colinas, pues nada más imaginar cómo mis pies se depositaban sobre sus adoquines, fui víctima del embrujo de su luz azul; una luz que se difumina con el horizonte del infinito océano Atlántico cuando se divisa desde cualquiera de sus estratégicos miradores. En ese momento, no se me ocurrió una metáfora mejor que ésta para definir la doble geografía del poeta portugués y sus heterónimos, y a ella me agarré para iniciar mi búsqueda, pues pensé que, dentro de nuestro subconsciente, todos somos capaces de reconstruir un mapa sentimental que nos ayuda a dibujar el contorno de una ciudad que nos resulta conocida o familiar, y no sólo eso, sino que esa evocación va más allá de la necesidad de pisar sus calles. En mi caso, Pessoa y Lisboa, Lisboa y Pessoa son la intrahistoria de un desasosiego muy literario al que de una forma caprichosa siempre he puesto una voz y una música y, así, cada vez que evoco la imagen de la Avenida de la Libertad o del Barrio Alto de la capital portuguesa, la voz de Teresa Salgueiro se apodera de mí y, esta vez, mientras intento tropezarme con Pessoa en Lisboa, ella acuna mis deseos con las notas de la canción, Haja o que Houver, para de esa forma teñir de colores el perfil de mis anhelos: «Pase lo que pase/ yo estoy aquí./ Pase lo que pase,/ espero por ti...» Unos versos que, aparte de emplear para acompañar mis recuerdos sobre la ciudad de Lisboa, son como ese viento procedente del océano que modela nuestros deseos y se pasea junto a nosotros por las calles de La Baixa cuando lo hacemos recogidos con el tacto de los sueños; sueños que un día fueron reales, pero que el paso del tiempo han convertido en unha saudade, ese estado del alma que sólo se puede dar en portugués y no admite traducción alguna, porque Lisboa, igual que el mejor de los amantes siempre nos espera acompañada de ese tímido viento que nos acoge en la última hora de la tarde, ése que nos acompaña cuando todo deja de ser real para convertirse en un interminable velo de nuestros recuerdos. Ahí, es donde la saudade y la tristeza, la melancolía y la añoranza, junto a los azulejos teñidos de azul y las volteretas agitadas de nuestros recuerdos, se funden en un único sueño..., el sueño de la eterna espera. Una espera que Pessoa aprovechó para refugiarse, una vez más, en alguno de los numerosos cuartos de alquiler que habitó a lo largo de su vida en una ciudad por la que, muchos de los que le conocieron, decían que se desplazaba sin llegar a mojarse los pies con los charcos y, lo más importante, sin la necesidad de detenerse para hacerse material y presente en una de sus múltiples efemérides. Sin embargo, aquel día —en mi fallido intento de que me firmara el libro que metí en mi bolso—, no me preocupé, porque en un último intento a la hora de retar a mis deseos se me ocurrió ir a su café preferido, el Martinho da Arcada, un espacio físico y mental donde todavía permanecía vacía la silla en la que él acostumbraba a sentarse, junto a sus gafas. Saqué el libro del bolso y lo dejé sobre la mesa con la esperanza de que nuestro juego se hiciese realidad, pero al igual que si él me estuviese mandando una señal desde el más allá, los ecos de su poema Autopsicografía resonaron de una forma clara en mi atormentada memoria: «El poeta es un fingidor...», «tanto o más como mi falso anhelo de encontrarme con el fantasma de Pessoa en Lisboa», pensé. Y quizá, porque mi mayor talento sólo haya sido el de poner trampas a mis deseos, recordé las palabras del poeta portugués cuando escribió: «Todos los sueños son el mismo sueño,/ porque todos son sueños./ Que los dioses me cambien los sueños, pero no el don de soñar».

Sin embargo, cuando hoy he vuelto a pasear por Lisboa, en uno de mis sempiternos viajes de estos últimos nueve meses, recalé de nuevo en el café Martinho da Arcada, y lo hice con esa íntima esperanza de ver los deseos cumplidos. Para mi sorpresa, al acercarme a su mesa —que todavía permanecía vacía— vi que allí aún estaba el libro que le había dejado. Al abrirlo, por fin pude leer mi ansiada dedicatoria: «Toda la dicha cabe en una lágrima, toda la culpa en un recuerdo», firmado: Fernando Pessoa. De pronto, pensé que a mí también se me había concedido la dicha de poder aparecerme y ser capaz de experimentar todo aquello que Pessoa vivió tras su muerte, pero al salir del café algo me ocurrió, porque me transformé en aquello que tanto deseaba desde hacía mucho tiempo: un recuerdo, aquel en el que me convertí cuando dejé el mundo de los vivos el día que quedé con Pessoa en Lisboa.
Relato de Ángel Silvelo Gabriel

jueves, 5 de abril de 2018

TEATRO TRIBUEÑE: PROGRAMACIÓN ABRIL Y MAYO 2018

TEATRO TRIBUEÑE

TEATRO DE REPERTORIO

PROGRAMACIÓN ABRIL Y MAYO

Tres fuertes voces... la voz de la muerte, la voz del amor y la voz del aire.

– Federico García Lorca –




FINES DE SEMANA DE MUSICAL



TRIBU DE POETAS DE ESTE MES







lunes, 2 de abril de 2018

PESSOA, TODO ARTE ES UNA FORMA DE LITERATURA: EL UNIVERSO DEL POETA PORTUGUÉS Y SU ENTORNO MÁS ALLÁ DE SUS HETERÓNIMOS



El poeta portugués exploró los límites de la creación de una forma caótica, pero también multidisciplinar, de tal modo, que nada escapó a su complejo universo cargado de literatura y poesía, pero también, de metafísica, filosofía y trascendencia en forma de manifiestos, artículos y publicaciones en revistas como: Águia, Orpheu, Atena o Presença. Su hábitat natural era el de la contradicción que trata de plantarle cara al rigor del desasosiego y a ese hastío existencial que siempre le acompañó. Vencerle era su meta y, todo aquello que dejó escrito, fueron las pruebas más palpables de su posición ante el mundo que le tocó vivir. Época de cambios, ismos y destrucción de todo aquello que se daba por cierto o verdadero. Época que no pasó de lado por sus trabajos ni por sus posturas diacríticas sobre política, literatura o arte. De ahí que, no es ni extraño ni caprichoso, el título de esta exposición que abarca el universo del poeta portugués y su entorno más allá de sus heterónimos. Un entorno que se comporta como un juego de heterónimos exterior al propio poeta, sobre todo, si tenemos en cuenta que en algunas ocasiones las manifestaciones pictóricas de sus compatriotas encuentran acomodo en las definiciones teóricas o poéticas propuestas por Pessoa. Así, el sensacionismo parte del axioma pessoano: «sentir todo de todas las maneras», expresado por su heterónimo Álvaro de Campos en el poema El paso de las horas. Un movimiento, el sensacionismo, que alcanza su vertiente más internacional a través de la publicación en la revista Portugal Futurista del poema Ultimátum, del mencionado Álvaro de Campos, y que se puede considerar como un manifiesto del movimiento sensacionista portugués.



Más allá de las disquisiciones teóricas acerca de esta exposición respaldada al más alto nivel por el Gobierno portugués —lo que nos proporciona una señal más de la importancia de Pessoa en la cultura y la iconografía portuguesa—, Pessoa, todo arte es una forma de literatura es una gran oportunidad para conocer más de cerca las producciones pictóricas de artistas como Amadeo de Souza-Cardoso, Santa Rita Pintor o Eduardo de Viana, sin olvidarnos del mayúsculo José de Almada Negreiros, pues su omnipresencia ya se pone de manifiesto desde el inicio de la misma, a través del segundo cuadro que pintó del poeta portugués —éste en 1964— titulado como el primero: Retrato de Fernando Pessoa, pero sin olvidar su vinculación con España durante su estancia en Madrid a finales de la década de los años veinte y su paso como ilustrador de la revista Blanco y Negro del periódico ABC, o como decorador del Teatro San Carlos o su trabajo como escenógrafo en la obra Los medios seres de Ramón Gómez de la Serna. Todo ello, sin pasar por alto a los pintores Sonia y Robert Delaunay que, en su particular diáspora de la Primera Gran Guerra, acabaron residiendo en el norte de Portugal entre 1915 y 1916 y, de cuya estancia, también da buena muestra la exposición.



Como dice el dicho popular: tan lejos pero tan cerca, aunque en esta ocasión sea más acertado intercambiar el sentido de la frase y formularlo como: tan cerca pero tan lejos, y que nos sirve para ilustrar esta exposición, pues esa es la sensación que a uno se le queda cuando la visita y la contempla. En este sentido, esta muestra, aparte de constatar el desconocimiento que ambos países manifiestan sobre sus respectivas culturas, nos permite reivindicar la riqueza de sus lazos comunes y también romper esa barrera que sólo parece franquearse cuando hablamos del fado y el flamenco, dos de sus manifestaciones más genuinas, pero sin duda, no las únicas. En este sentido, en el apartado de las anécdotas podemos rescatar la carta que Pessoa escribió a Unamuno, o la que Lorca intercambió con el poeta portugués con el que convivió en la Residencia de Estudiantes de Madrid, así como, disfrutar con el placer de poder contemplar originales de cartas escritas por Pessoa a mano o con su máquina de escribir, por no citar el ejemplar original de Mensagem —inicialmente titulado Portugal y tachado a lápiz — o con los números originales y en facsímil de la revista Orpheu, por lo que ésta representó en el ámbito literario portugués con el devenir de los años. Sea como fuere, esta exposición es una magnífica oportunidad de cruzar la frontera para estrechar lazos con unos de esos familiares que nos resultan unos perfectos desconocidos y, de paso, establecer un punto de comparación multidisciplinar entre el universo del poeta portugués y su entorno más allá de sus heterónimos.

 

Ángel Silvelo Gabriel.

domingo, 1 de abril de 2018

EL APARATO DE RADIO.- MICRORRELATO DE ÁNGEL SILVELO



La vigilia del sueño me envía tus palabras cargadas de cariño. Palabras, que mi subconsciente convierte en una melodía llena de deseo y en mensajes envueltos en notas de jazz que despiertan mi libido. Me doy la vuelta buscándote, con la necesidad de tocarte y sentirte más cerca, pero ya no estás. Sin embargo, una leve luz que marca las horas y, se empeña en recordarme olvidadas palabras de amor, me dice que no eres tú la compañera de mis inesperadas pasiones nocturnas, sino un pequeño aparato de radio digital que desprende historias de amor en mitad de la noche. Un aparato de radio que me recuerda cuál fue el veredicto final de mi particular condena.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel