El poeta portugués exploró los límites de la creación de
una forma caótica, pero también multidisciplinar, de tal modo, que nada escapó
a su complejo universo cargado de literatura y poesía, pero también, de
metafísica, filosofía y trascendencia en forma de manifiestos, artículos y
publicaciones en revistas como: Águia, Orpheu, Atena o Presença. Su
hábitat natural era el de la contradicción que trata de plantarle cara al rigor
del desasosiego y a ese hastío existencial que siempre le acompañó. Vencerle
era su meta y, todo aquello que dejó escrito, fueron las pruebas más palpables
de su posición ante el mundo que le tocó vivir. Época de cambios, ismos y
destrucción de todo aquello que se daba por cierto o verdadero. Época que no
pasó de lado por sus trabajos ni por sus posturas diacríticas sobre política,
literatura o arte. De ahí que, no es ni extraño ni caprichoso, el título de
esta exposición que abarca el universo del poeta portugués y su entorno más
allá de sus heterónimos. Un entorno que se comporta como un juego de
heterónimos exterior al propio poeta, sobre todo, si tenemos en cuenta que en
algunas ocasiones las manifestaciones pictóricas de sus compatriotas encuentran
acomodo en las definiciones teóricas o poéticas propuestas por Pessoa.
Así, el sensacionismo parte del axioma pessoano: «sentir todo de todas
las maneras», expresado por su heterónimo Álvaro de Campos en el poema El
paso de las horas. Un movimiento, el sensacionismo, que alcanza su
vertiente más internacional a través de la publicación en la revista Portugal
Futurista del poema Ultimátum, del mencionado Álvaro de Campos,
y que se puede considerar como un manifiesto del movimiento sensacionista
portugués.
Más allá de las disquisiciones teóricas acerca de esta
exposición respaldada al más alto nivel por el Gobierno portugués —lo que nos
proporciona una señal más de la importancia de Pessoa en la
cultura y la iconografía portuguesa—, Pessoa, todo arte es una forma de
literatura es una gran oportunidad para conocer más de cerca las
producciones pictóricas de artistas como Amadeo de Souza-Cardoso, Santa
Rita Pintor o Eduardo de Viana, sin olvidarnos del mayúsculo José
de Almada Negreiros, pues su omnipresencia ya se pone de manifiesto desde
el inicio de la misma, a través del segundo cuadro que pintó del poeta
portugués —éste en 1964— titulado como el primero: Retrato de Fernando
Pessoa, pero sin olvidar su vinculación con España durante su estancia en
Madrid a finales de la década de los años veinte y su paso como ilustrador de
la revista Blanco y Negro del periódico ABC, o como decorador del Teatro San
Carlos o su trabajo como escenógrafo en la obra Los medios seres
de Ramón Gómez de la Serna. Todo ello, sin pasar por alto a los
pintores Sonia y Robert Delaunay que, en su particular diáspora
de la Primera Gran Guerra, acabaron residiendo en el norte de Portugal entre
1915 y 1916 y, de cuya estancia, también da buena muestra la exposición.
Como dice el dicho popular: tan lejos pero tan cerca,
aunque en esta ocasión sea más acertado intercambiar el sentido de la frase y
formularlo como: tan cerca pero tan lejos, y que nos sirve para ilustrar esta
exposición, pues esa es la sensación que a uno se le queda cuando la visita y
la contempla. En este sentido, esta muestra, aparte de constatar el
desconocimiento que ambos países manifiestan sobre sus respectivas culturas,
nos permite reivindicar la riqueza de sus lazos comunes y también romper esa
barrera que sólo parece franquearse cuando hablamos del fado y el flamenco, dos
de sus manifestaciones más genuinas, pero sin duda, no las únicas. En este
sentido, en el apartado de las anécdotas podemos rescatar la carta que Pessoa
escribió a Unamuno, o la que Lorca intercambió
con el poeta portugués con el que convivió en la Residencia de Estudiantes de
Madrid, así como, disfrutar con el placer de poder contemplar originales de
cartas escritas por Pessoa a mano o con su máquina de escribir,
por no citar el ejemplar original de Mensagem —inicialmente titulado
Portugal y tachado a lápiz — o con los números originales y en facsímil de la
revista Orpheu, por lo que ésta representó en el ámbito literario
portugués con el devenir de los años. Sea como fuere, esta exposición es una
magnífica oportunidad de cruzar la frontera para estrechar lazos con unos de
esos familiares que nos resultan unos perfectos desconocidos y, de paso,
establecer un punto de comparación multidisciplinar entre el universo del poeta
portugués y su entorno más allá de sus heterónimos.
Ángel Silvelo Gabriel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario