martes, 4 de noviembre de 2014

ESTRENO DE "ENTRE ROSA Y AZUL" EN LA SALA LA USINA‏

ESTRENO
 
 
Entre Rosa y Azul
 
 
 
SALA LA USINA
(C/Palos de la frontera, 4)
Del 6 al 27 de noviembre
    Jueves a las 20 h.
 
“Entre rosa y azul” es una comedia que investiga el lado masculino que cada mujer tiene y la parte femenina que cada hombre tiene. Juan es la mitad “chico” y Juana es la mitad “chica” de la misma persona. Compuesta por dos partes, “Rosa oscuro casi azul” y “Azul claro casi rosa” que se representan exactamente como la imagen especular la una de la otra.
Una obra que nos habla del sexo, del amor, del deseo, del miedo, cada uno desde su respectiva perspectiva, con sinceridad extrema, o mejor dicho extremada, pero también con desfachatez. Con demasiada desfachatez. Una obra en la que el espectador conectará de inmediato.
“Rosa oscuro casi azul” es un impactante retrato, en clave cómica, del pequeño-gran hombre que se esconde dentro de cualquier mujer....y viceversa.
 
Ficha
Autor y Dirección
Gabriela de la Fuente
Compañía
Simbiosis
Reparto
Ana Navasquillo y Demetrio Escribano

HOY SE PUBLICA "PEQUEÑA VICTORIA" DE PUPILA

 
Ya a la venta en iTunes y en www.pupilaband.com
Pequeña Victoria
 (LagoNaranjaRecords, 2014), el último trabajo de Pupila, ya está a la venta en formato físico a través de su página web www.pupilaband.com y en formato digital a través de iTunes.

El álbum, grabado en los estudios El Lado Izquierdo por Dany Richter y producido, mezclado y masterizado por Manuel Cabezalí, contiene 10 canciones donde la banda ha dado un importante paso adelante, radicalizando su sonido y plasmado su pasión por el rock instrumental, el stoner y el shoegaze. El disco cuenta además con invitados muy especiales como Víctor Cabezuelo (Rufus T. Firefly, Mucho, Renomo), Nieves Lázaro (Lázaro, Julio de la Rosa) y el propio Manuel Cabezalí.

- MADRID -
Moby Dick
13 de febrero

lunes, 3 de noviembre de 2014

MARBOT EDICIONES: SOY YO, ÉDICHKA, DE EDUARD LEMÓNOV‏

«Limónov era nuestro bárbaro, nuestro gamberro: le adorábamos.»
Emmanuel Carrère, Limónov
Las memorias de Eduard Limonov sobre sus primeros años de emigrado en Nueva York solo encontraron editor en París. Tal vez temiendo que el libro pudiera pasar desapercibido —su autor era casi un desconocido en Occidente; no así en Rusia, donde tenía un gran cartel como poeta underground—, optó por cambiar el título original ruso por otro bastante más picante: El poeta ruso prefiere a los negrazos. En este caso, sin embargo, el explícito intento de épater le bourgeois encaja perfectamente con el contenido del libro, donde el  sexo es omnipresente y no conoce barreras de pudor, de orientación y por momentos de cordura, la política resulta de todo punto inseparable de la violencia, y el odio de clase más démodé preside la relación con la mayoría de sus conciudadanos. El amor —pues se trata de una historia de amor— se parece más que nada a una enfermedad.
El título original, Soy yo, Édichka, sitúa en cambio este radical gesto literario de afirmación personal en el cambio de piel que suponía cruzar el telón de acero en los años setenta. Hundido en el anonimato y la indigencia a la que el cambio de códigos abocaba a la mayor parte de los emigrados rusos, Limónov responde —dejando atrás la poesía, irreconocible también para él al otro lado del telón— con una prosa autobiográfica y furibunda, inmediata, casi de batalla, que unas veces se compara con Henry Miller y otras con Jack London, principalmente a cuenta de su fuerza y arrebato.

HAROLD PINTER, REGRESO AL HOGAR EN LA SALA TRIBUEÑE DE MADRID: LA CONTRADICTORIA DUALIDAD DEL FRACASO


 
Directa como una bofetada en la cara, escabrosa como la mejor de las tragedias griegas, y tan soez como escatológica para que no olvidemos de donde procede el ser humano, Harold Pinter nos dibuja en, Regreso al hogar, una familia de los suburbios londinense de los años sesenta que camina por el fino hilo de la derrota sin llegar a caerse, quizá, porque la argamasa de la que proceden y de la que fueron engendrados cada uno de los personajes de esta obra de teatro, están llenas de tantas fisuras que ya no se pueden volver a reconstruir aunque nunca acaben por despegarse del todo. Y esa es su tragedia, la imposibilidad y la ausencia de un futuro. Un axioma que años más tarde los Sex Pistols nos cantaron en forma de: “No future, no future”, hasta el desgarro. No en vano, Pinter, como un punk adelantado a su tiempo, nos sugiere tirar de la cadena del wáter, o como nos dice la directora de esta versión de la obra, Irina Kouberskaya: “La humanidad durante siglos ha estado construyendo un wáter. Ya es hora de tirar de la cadena”. Y con Regreso al hogar, el dramaturgo lo pone en práctica sin atisbos de remordimiento alguno o conmiseración con la raza humana. Esa crueldad tan apabullante es con la que Pinter deserta del mundo, pero no de la raza humana, porque el dramaturgo se sirve del absurdo para proporcionarles un poco de luz a sus personajes, y en el caso de esta obra de teatro, lo hace en forma de ensoñación, cuando avisados por el sonido de un reloj, cuya cacofonía se parece más a la de una máquina del tiempo, les provee de una cierta dosis de cariño, cercanía y templanza, que sin embargo, dura lo que un plácido sueño después de comer. Ahí podríamos decir que es donde Pinter deja pasar un rayo de luz ante tanta oscuridad que, en ocasiones, nos llega a recordar al mito de La caverna de Platón, pues el ser humano camina apegado a su ceguera universal sin posibilidad de salir de ella.
 
La versión que, la Sala Tribueñe de Madrid pone en escena, está dirigida por esa gran dama del teatro que es Irina Kouberskaya, lo que nos proporciona una singular y magnífica visión de la obra de Pinter; una visión que está llena de aciertos. En primer lugar, la escenografía, por una sencillez y un dinamismo como pocas veces contemplaremos, pero que a su vez, es el mejor reflejo de una efectividad asombrosa, donde entre otras muchas escenas, podríamos resaltar la del inicio de la obra con todos los personajes sentados sobre unos inodoros, a modo de metáfora universal de la necesidad de liberarnos de todos nuestros pecados. ¿Acaso cabe un mensaje más rotundo para empezar? A lo que hay que unir esa perfecta combinación de sonidos y canciones que nos hacen revivir las situaciones dramáticas a las que asistimos con una mayor intensidad y lirismo, con momentos tan memorables como el de Extraños en la noche de Sinatra. Y tras todos ellos, esa máquina del tiempo que nunca para a pesar de que no siempre la escuchemos, pero cuando lo hacemos, ya sabemos que algo va a ocurrir. Su sonido es la señal del sino de los tiempos y de la presencia en primer plano de los secretos más inconfesables de una familia que es la representación de todos nosotros. Esos secretos que, en escena, no son tan intensos como en los personajes del teatro de O’Neill, pero sí, tan duros como en este. En este sentido, podemos afirmar, que los grandes dramaturgos del siglo XX se emplearon a fondo a la hora de mostrarnos las miserias del ser humano, a pesar de las luminosas coordenadas de ese nuevo mundo que nació tras la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, el progreso atroz, rápido e ilimitado se muestra aquí como una senda en la que han quedado muchos muertos sin enterrar, y de la que todo somos un poco culpables.
 
Hay, además, en esta obra de Pinter, una gran denuncia sobre la situación de la mujer en aquella sociedad industrial de los años sesenta, y nos lo muestra de la forma más contundente posible, a través del sexo. Mujer mercancía, mujer intercambio, mujer objeto o mujer negocio, son solo partes de esa vertiente desquiciada del hombre que, en sus ansias de conquista, no respeta nada, ni siquiera los códigos de conducta de la familia, el respeto o la dignidad más elementales, pues todos ello saltan por los aires cual bomba sin espita de seguridad, como si a la brutalidad del destino crónico preñado de falta de ideales, hubiese que añadir la barbarie del sino genético como marca de un tiempo y una civilización abominables. Bien es cierto que en esta representación, la figura de Rocío Osuna, en el papel de Ruth, sobresale sobremanera, y con una gran carga, tanto gestual como sensual, nos advierte de esa doblez del ser humano, a l ahora de elegir lo mejor de las personas, pero también lo peor de la especie. Aunque en este gran elenco de actores que conforman esta representación, tenemos que destacar a  Fernando Sotuela  (Max) en el papel de despiadado padre de familia cansado de cargar con la manutención de una familia que, al contrario que él, no han sabido encontrar su lugar en el mundo, pero sí la necesidad de estar protegidos bajo un cómodo techo; un reflejo despiadado de los desechos de la sociedad industrial. En este sentido, la discapacidad para formar parte de ese mundo, sí tiene un punto de contacto más obvio, como es el del hijo pequeño, Joey, magníficamente interpretado por Miguel Pérez-Muñoz, con una dificultad para expresarse verbalmente que, sin embargo es ampliamente sustituida por una capacidad expresiva inmensa. Ruth y él son los protagonistas de una de las escenas más tiernas simbólicas y despiadadas sobre el no future, cuando aparecen tumbados sobre un diván como símbolo de las barreras que, a pesar de todo, no somos capaces de derribar; sencillamente genial. Completan la nómina de actores David García (Lenny), Miguel Ángel Meno (Sam) y Pablo Múgica (Teddy), todos ellos sobresalientes en sus interpretaciones y formas de expresar esos diferentes mundos que conformamos cada uno de nosotros, siempre demasiado apegados a nuestras circunstancias personales, aunque, a veces, como es esta ocasión, las diferencias lleguen a tocarse.
 
Este vómito o tirada de cadena del wáter que es Regreso al hogar, es una obra teñida del absurdo necesario para seguir viviendo, y la forma que el comprometido dramaturgo inglés, Harold Pinter (Premio Nobel de Literatura del año 2005), eligió como modo de protesta, es solo una muestra más de su indomable carácter, que le llevó a ahondar, a través de su teatro del absurdo, en esa dicotomía de la vida en la que él se fija en la contradictoria dualidad del fracaso como arma arrojadiza con la que presentarnos un mundo; el mundo que a él le tocó vivir y diseccionar.
 
Ángel Silvelo Gabriel

PLAY PRODUCCIONES: NOVEDADES PARA EL MES DE NOVIEMBRE 2014


ELE ESTRENA EL VIDEOCLIP DE SU PRIMER SINGLE


 
ELE estrena el videoclip de su primer single, Am I Wasting my Time?

Videoclip dirigido por Guillermo Benet (Vermut Films).
Inmersa en la nueva cruzada del soul alternativo, Summer Rain (Arcadia, 2014) es la carta de presentación de ELE y el disco que estábamos esperando para adentrarnos en el otoño. Es una apuesta por la cara más alternativa del rhythm and blues contemporáneo. En este primer disco, con Pablo Cebrián a los mandos de la producción, la potencia lírica se convierte en un instrumento más de esta amplia paleta sonora que antepone la música a la palabra, siendo esta imprescindible también.
Todo un tratado de folk con alma que ELE borda desde la primera nota.
(Texto: Sara Morales)
 
Próximos conciertos:
06 de noviembre - 22:00h - Teatro Alfil (Madrid) – ENTRADAS AGOTADAS
28 de noviembre - 22:30h - Blue Moon (Colmenar) – Entrada Gratuita
5 de diciembre - 0:00h - Café Teatro Central (Baeza) - Entrada Gratuita
16 de enero - 22:00 - La Bóveda (Zaragoza)
17 de enero - 22:00 - Monasterio (Barcelona)

domingo, 2 de noviembre de 2014

EL PLAGIO LITERARIO (I). ARTÍCULO DE MANU DE ORDOÑANA

Se suele decir que todo está escrito en los clásicos griegos y que, a partir de ellos, ha sido imposible crear algo nuevo y original. Ya Eugenio D´Ors aseguró que todo lo que no es tradición es plagio, y Baroja fue más allá al concluir que todo lo que no es autobiografía es plagio. Eso explicaría el que pocos escritores se hayan librado de ser acusados alguna vez de plagio literario, tal y como apunta Manuel Francisco Reina en su libro “El plagio como una de las bellas artes”. Y es que la frontera entre plagio e imitación —o reproducción o falsificación— no está bien delimitada y se presta a confusión.
 
El inicio del Quijote “En un lugar de la Mancha…” es un octosílabo copiado del romance popular “El amante apaleado”. La fórmula “de cuyo nombre no quiero acordarme…” está en un cuento del infante Juan Manuel sobre el conde Lucanor, que empieza así: “Señor conde —dixo Patronio—, en una tierra de que me non acuerdo el nombre, avía un rey…”. El sobrenombre de “Caballero de la triste figura” que Cervantes atribuye al Quijote es el título del libro III de Clarián de Landanís, escrito por Jerónimo López en 1588.
 
También Shakespeare fue acusado de plagio. Hasta se le atribuye una frase en la que lo defiende con altivez “He rescatado las ideas interesantes de unas obras bastante mediocres y las he mejorado”. Leopoldo Alas “Clarín” dijo de él que había tomado 6043 versos de 1771 poetas que le precedieron. “La leyenda del rey Lear” la contó el galés Godofredo de Monmouth en la “Historia de los reyes de Bretaña”, un libro de escaso valor histórico escrito entre 1130 y 1136, pero que contiene la versión más antigua conocida de la historia del rey Leir de Britania, aunque Shakespeare modificó el argumento y desheredó a Cordelia, la hija menor, que casó con el rey de Francia y que más tarde acogió a su padre, tras ser depuesto por sus yernos.
 
¿Sería justo acusar de plagio a Cervantes y a Shakespeare por esos préstamos tomados de textos antes escritos por otros autores? En el primer caso, es la mera adopción de unas expresiones que probablemente eran de uso común en la época—aunque luego hayan pasado a la posteridad—, mientras que, en el segundo, es valerse de una leyenda perdida en la noche de los tiempos. El propio Clarín fue objeto de crítica acerba por parte de sus enemigos, que vieron en “La Regenta” grandes similitudes con “Madame Bovary”, dos obras harto diferentes, que sólo coinciden en que se sirven del adulterio para destapar una sociedad que lucha por dejar atrás su vieja moralidad, además de la técnica impresionista con que ambas fueron escritas y que Flaubert utilizó por primera vez.
 
La lista de escritores ilustres que han cometido plagio es larga y bien documentada. En el libro antes citado, “El plagio como una de las bellas artes” Manuel Francisco Reina rastrea los “robos” más significativos que se han producido en la literatura hispánica. Pero siempre queda la duda de si realmente se trata de plagio o son simplemente imitaciones.
 
El Tratado de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (1996) sobre derechos de autor define la propiedad intelectual como el conjunto de derechos que asisten a un autor por cada una de sus obras, ya sean literarias o artísticas, siguiendo la línea que ya marcó el Tratado de Berna en 1886. Para ello, exige dos requisitos: que se trate de una obra original y que esté plasmada en un soporte físico o digital, entendiendo que las ideas abstractas no se protegen. Pero curiosamente, en ninguno de los dos textos, figura la palabra “plagio”. Y tampoco la hemos encontrado en la Ley de Propiedad Intelectual que el Congreso Español ha enviado al Senado, y que, previsiblemente, será aprobada antes del 31 de diciembre de 2014. Por algo será…
 
En la Antigüedad, el concepto de plagio surgió con el comienzo de la esclavitud y era plagiario aquél que poseía siervos en propiedad, como si fuere una cosa. En el siglo I de nuestra Era, Marcial utilizó por primera vez el término en otro sentido, acusando a Fidentino de poeta plagiario, por haberle copiado versos y presentado como suyos. A partir de ese momento, se extendió el calificativo de plagio a toda apropiación indebida de un texto literario, considerándolo un delito de hurto, primer indicio de lo que hoy entendemos por propiedad literaria.
 
Con la invención de la imprenta, se simplificó la reproducción de los libros y apareció la piratería. El trabajo que suponía reproducir muchos ejemplares de un mismo texto era nimio comparado con el beneficio que se obtenía vendiéndolo, sobre todo, cuando el Renacimiento despierta el interés de las clases privilegiadas por el conocimiento de los textos clásicos. Así se explica la intervención de los príncipes para conceder licencias de explotación —con el consiguiente abono de alcabalas— y proteger al impresor —que no al autor— de la competencia de réplicas no autorizadas, además del interés que tenía la Iglesia en evitar desviaciones de la ortodoxia oficial.
 
Así, poco a poco, en la Edad Moderna, se va configurando el régimen jurídico del plagio como el acto de copiar libros y hacerlos pasar como  propios, aunque las licencias se concedían a los talleres de impresión. El estatuto de la Reina Ana (1710), en Inglaterra, fue el primer intento de legislar sobre derechos de autor, si bien su intención seguía siendo la de proteger a los libreros. Pero, poco a poco, se fueron concediendo a los autores privilegios de exclusividad para editar sus propias obras, en detrimento de los gremios que pretendían conservar de su monopolio.
 
A partir de ahí, los países de Occidente siguieron su ejemplo y adoptaron medidas más o menos estrictas para proteger la creación literaria, entendiendo que la paternidad que el autor posee sobre la obra nacida de su inteligencia es un derecho de naturaleza espiritual que le corresponde, cuya usurpación por otro sin su consentimiento es un delito. El autor escribe un libro y luego lo imprime —o hace un ebook—, para que el público lo compre, lo lea y disfrute de él. El lector es así propietario del libro para su uso personal, pero nada más que para eso. Tiene autorización para leerlo, pero no puede copiarlo ni difundirlo —tan sólo volverlo a vender—, ya que ese derecho corresponde íntegramente al autor o a su concesionario.
 
Esta limitación en el uso de un bien adquirido en condiciones legales ha generado lucubraciones jurídicas acerca de su aplicación, que no vienen al caso. Sólo consignar que la propiedad intelectual presenta el carácter general de un bien material —como la posesión de un automóvil—, que otorga a su propietario el derecho a disponer de él con absoluta libertad, y el carácter especial que corresponde a un bien incorporal, que necesita materializarse para entrar en el mercado y generar beneficios a su creador.
 
Precisamente, por este carácter especial que poseen los libros —igual que cualquier otra creación artística—, hubo que desarrollar una legislación propia para su protección. En el ámbito anglosajón, surgió el término de copyright y en Europa el de derecho de autor, dos conceptos que, si bien coinciden en lo fundamental, presentan una diferencia importante: El primero tiene una finalidad más mercantilista, ya que defiende, sobre todo, el derecho patrimonial o económico, de carácter enajenable, para obtener beneficios por la explotación de la obra, mientras que el segundo reconoce además el derecho moral , de carácter irrenunciable e inalienable, que el autor posee a divulgar su obra, al reconocimiento de la autoría de la misma, al respeto a la integridad, a su modificación, a la retirada del comercio y el derecho al acceso del ejemplar raro, con lo cual el legislador ha querido diferenciar dos tipos de delitos:
1.- La piratería, que viola siempre el derecho patrimonial, bien sea por reproducción, bien sea por su posterior distribución.
2.- El plagio, que vulnera el derecho moral, por ser el hurto de un bien inmaterial, aunque pueda no tener consecuencias crematísticas.
 
Si bien la piratería es un concepto inequívoco, no ocurre lo mismo con el plagio, cuya definición es ambigua y se presta a numerosas interpretaciones. El diccionario de la Real Academia Española dice: ”Plagiar equivale a copiar sustancialmente una obra dándola como propia”. Y el Código Penal tampoco concreta demasiado. El Tribunal Supremo, en sentencia de 23/3/1999 señala que “plagiar es todo aquello que supone copiar obras ajenas en lo sustancial, sin creatividad propia, aunque se aporte cierta manifestación de ingenio. El plagio puede ser encubierto pero fácilmente detectable al despojar la obra de los ardides o ropajes que la disfrazan. Sin embargo, no procede confusión con todo aquello que es común e integra el acervo cultural generalizado. En suma, el plagio ha de referirse a coincidencias básicas y fundamentales, no a las accesorias, añadidas, superpuestas o no transcendentales”.
 
Ante definiciones tan imprecisas, si nos preguntamos qué es el plagio y cómo se reconoce, será difícil que respondamos de forma clara y contundente, aunque luego, ante un caso práctico, seamos capaces de discernirlo sin demasiado esfuerzo, justificando nuestro juicio en alguna apreciación estética. Por una parte, calificaremos la originalidad de la obra encausada, tras investigar tanto el fondo —la composición —como la forma —la expresión—, y por la otra, la intensidad, es decir, cuánto del texto plagiado se repite y qué grado de modificación ha sufrido.
 
Es verdad que el plagio es una falta imperdonable que todo escritor debe evitar. Pero eso no le impide acometer asuntos tratados anteriormente —al contrario, la colectividad se lo exige—, siempre que cumpla determinados requisitos y no perjudique los intereses de los autores que le precedieron. “Todo está escrito”, dijo Mario Benedetti en 1983, y Félix de Azúa lo ha confirmado en su libro Autobiografía de papel: “la poesía y la novela literaria han muerto“. Hagamos lo imposible para resucitarlas

Artículo de Manu de Ordañana

EL TÍTULO MUNDIAL DE RIMAS SE QUEDA EN CASA‏

 
EL TÍTULO MUNDIAL DE RIMAS SE QUEDA EN CASA
 
Endika Gutiérrez, Invert se proclama vencedor de la Final Internacional de la Red Bull Batalla de los Gallos 2014

Los ocho mejores raperos freestylers de Latinoamérica y España se han reunido en Barcelona para disputar la Final Internacional de la Red Bull Batalla de los Gallos 2014. La majestuosa sala Oval del Museo Nacional de Arte de Cataluña ha sido testigo de la victoria de Endika Gutiérrez, Invert, el triunfador de la noche que ha dejado el título en casa. 

La última fase de esta edición ha convocado a ocho maestros de la improvisación llegados de siete países: Colombia, México,  Chile, Perú, Panamá, España y Argentina (con dos representantes). Los gallos han dejado huella con sus rimas, talento y sentido del espectáculo. La competición de habla hispana no ha encontrado hándicap en la diferencia de léxico de los participantes, llegando así a un público que no perdía detalle del juego de palabras de los MCs. “El Rap es mi tesoro, cuando improviso me sale el flow por los poros” ha sido una de las cientos de improvisaciones que han llenado más de dos horas de espectáculo.

No había favoritos. Todos los participantes ostentaban los títulos nacionales de sus respectivos países. Incluso, uno de ellos, DTOKE llegaba siendo el campeón internacional de 2013. Sin embargo, el paso del representante de España ha destacado para el equipo jueces que le han proclamado Gallo Máster. Tras siete años intentándolo cumplía su objetivo, tal y como ha reconocido en la batalla final disputada contra el representante de Chile, Kaiser: “He de admitirlo, este es mi sueño y no he parado hasta cumplirlo.”

Con esta victoria, Invert se convierte en el segundo español en hacerse con el título internacional tomando el relevo de Rayden quien lo consiguió en 2006 y que hoy se ponía en el otro lado, siendo juez. “La actuación de Invert no se podría resumir sólo por lo de hoy. Lleva años evolucionando y esta vez ha sido claramente mucho mejor que todos sus oponentes”, ha valorado.

El segundo puesto ha sido para Kaiser, quien ha sacado toda su fuerza verbal y su mejor Rap para llegar hasta esa posición. “Ha sido una noche inolvidable. Estoy cerca del campeón y lejos del fracaso. Me voy con el cariño de la gente, el respeto de los raperos de aquí y de todo el jurado. Me voy sintiendo el freestyle en el corazón”.

Al mando de la competición y decidiendo quién pasaba a las siguientes fases ha estado un equipo de jueces de los dos continentes compuesto por Rayden (España, campeón internacional 2006); Mcklopedia (Venezuela, finalista en 2009); Seo2 (Chile); Ximbo (México), a.k.a Sista Flava, rapera referente de la escena latina del Hip Hop y Juan Ortelli (Argentina) director editorial de la revista Rolling Stone en Argentina e impulsor del Hip Hop.

La final también se ha vivido en las redes sociales. Más de 100.000 tweets han convertido al hashtag #BATALLADELOSGALLOS en Trending Topic en Chile, Colombia, Argentina y España.

CUARTOS DE FINAL:
ACZINO (MÉXICO) vs INVERT (ESPAÑA)
SONY (ARGENTINA) vs DTOKE (ARGENTINA)
OZE (PANAMÁ) vs CARLITOS (PERÚ)
BIGKILLA (COLOMBIA) vs KAISER (CHILE)
SEMIFINALES:
INVERT vs SONY
OZE vs KAISER
3º Y 4º PUESTO:
SONY (3º) vs OZE (4º)
FINAL:
INVERT (1º) vs KAISER (2º)

sábado, 1 de noviembre de 2014

LA ISLA MÍNIMA: EL SILENCIO DE LOS ESPACIOS IDÍLICOS


Al modo en el que Jason Reitman en, Up in the air, nos mostraba los diferentes Estados de los EE.UU. a través de secuencias cenitales, lo que además de convertirlas en unas bellísimas imágenes hacían del territorio un personaje más de la película, Alberto Rodríguez nos regala en, La isla mínima, una impactante y maravillosa secuencia de imágenes de un Doñana de cuento visto desde el aire, con el que además de mostrarnos los títulos iniciales, nos sitúa magistralmente en el silencio de los espacios idílicos, únicamente rotos por los cánticos de las diferentes aves que atraviesan el Parque de Doñana y la brutalidad del ser humano. Más allá de este juego de contrastes, Alberto Rodríguez consigue en esta película de policías y violencia soterrada, un equilibrio digno de admiración, en el que la ausencia de largos y grandilocuentes diálogos deja paso a las imágenes, impactantes en ocasiones y muy expeditivas en otras, que al modo de los puntos suspensivos en la literatura o los puntos y aparte, nos mantienen en tensión hasta el final. En ese sentido, el discurso visual de La isla mínima es ejemplarizante y dinámico como pocos, sin necesidad de emplear grandes estridencias sino con la habilidad de quien sabe atrapar la atención del espectador a la hora de plantear una trama y resolverla mediante el empleo de una fina inteligencia a la hora de elegir los fotogramas que componen una película.
 

A todo ello, habría que unir el retrato social y político de la España de 1980 visto desde la perspectiva de un pueblo perdido de la marisma andaluza y sus gentes. Un visionado de situaciones y personajes magistral, pero igualmente contenido, y a las órdenes de un guión en el que también resalta sobremanera la música de Julio de la Rosa, que en su vertiente de compositor de bandas sonoras, y alejado de las estridencias del mundo indie musical español, da esa pátina de suspense y tensión a las imágenes sin que apenas se note o moleste, lo que unido a las grandes interpretaciones de los dos policías con pasados escabrosos, encarnados por Javier Gutiérrez en el papel de Juan, un salvador de la patria que representa el pasado más oscuro de la ley y el orden; y Raúl Arévalo como Pedro, que nos hace imaginar los nuevos tiempos que están por venir, pero al que no le faltan erratas en su devenir profesional, convierten a esta película es una de las favoritas en la carrera de los próximos premios Goya.
 

La Isla mínima tiene mucho que cortar y contar, y Juan y Pedro, Pedro y Juan conforman el perfecto hilo conductor que nos traslada sin apenas enterarnos a lo largo de la película hasta su final. Ellos son una singular pareja de agentes del orden que, con diferentes técnicas y formas de ver e interpretar la vida, nos llevan del mano por la ruta más oscura de las perversiones humanas. Estridentes y malsanos sentimientos que nos alojan en un compartimento en el que las miserias se agolpan unas sobre otras, por mucho que en el viaje contemplemos imágenes bellas en sí mismas, pero que son incapaces de vencer el silencio de los espacios idílicos.
 

Ángel Silvelo Gabriel. 

ANTON ARRIOLA, RJUKAN: EL RETO COMO INFLEXIÓN TRASCENDENTE DE LA VIDA


Camus, nos plantea el suicidio en, El mito de Sísifo, como metáfora del esfuerzo inútil e incesante del hombre ante el valor de la vida, sin embargo, esa aparente derrota ante el mundo y ante sí mismo, no le lleva al hombre en la mayoría de la ocasiones a afrontar el suicidio como una salida a su absurda existencia. Si no creemos en ningún dios ni tenemos esperanza en la resurrección, la única meta a nuestro alcance es vivir la vida de la forma más intensa posible; un camino en el que acumular cuantas más experiencias mejor, o como dice Anton Arriola, autor de esta fantástica Rjukan: "vivir la vida y soñar el sueño". A pesar de todo, hay un último espacio para la esperanza, tal y como le ocurre a Sísifo que, tras subir la pesada roca a lo más alto de la montaña, disfruta de un momento de libertad para imaginar y soñar las vistas del valle que su ceguera no le permite contemplar. Es ese último rayo de esperanza al que se aferra Teo, uno de los protagonistas de esta novela coral, para demostrar al mundo y demostrarse a sí mismo, que el último objetivo de la vida no es solo el éxito más palpable, sino aquel que uno sea capaz de darse a sí mismo, y a su vez, compartir con los demás. En esta sociedad tan tremendamente egoísta e individualista, hay todavía espacio para la esperanza, parece decirnos un Anton Arriola que se arrima sin miedo a los desniveles más pronunciados de la montaña, y no solo a esos, sino a las más agrestes cimas de la vida. Espléndida metáfora de la existencia a través del mundo de la montaña que nos reconforta con el ser humano y su capacidad para afrontar el reto como una inflexión trascendente de la vida.
 

Rujkan es una suerte de rayo de esperanza visto a través de la naturaleza, pero no en un entorno concreto, sino en el más inhóspito y agreste, y que en esta novela, se alza como la metáfora de las más oscuras cuevas del ser humano. Ahondar en ellas supone, aparte de plantearse muchas preguntas que quizá nunca tengan respuesta, profundizar en ese sentido de la vida al que tanto miedo nos da enfrentarnos, pues si nos empeñamos en seguir por ahí, quizá lleguemos al final de un camino cortado que nos lleva a hacernos la eterna pregunta: ¿mereció la pena vivir esta vida? Sin embargo, Anton Arriola no se para solo en el aspecto metafísico de la concepción literaria o humana, pues aborda el mundo de los sentimientos de la misma forma que su escritura, con un orden y una hondura que te hace coger cariño a los protagonistas de esta inquietante Rjukan que, sin necesidad de plantearnos grandes enigmas, nos mantiene en tensión hasta el final, pues por encima de todo, queremos conocer el destino final de unos personajes, tan vivos, como cualquiera de nosotros. Ese sin duda es otro de los grandes aciertos de esta novela, la construcción de personajes que van más allá de la concepción intelectual o prototípica de unas ideas, para mostrarse frágiles y cercanos a la hora de abordar los pequeños y grandes accidentes de la vida. En este sentido, no podemos dejar de vernos reflejados en Teo, pues sus dudas son las de todos, y esa aparente debilidad de carácter externa, se sobrepone por su hondo discurso filosófico, con el que el propio Camus se hubiese encontrado muy a gusto a la hora de hablar acerca del fin último del hombre.

 
Además, Rjukan también representa ese sempiterno reto con el que hombre afronta su existencia en el mundo moderno, y donde la conquista de aquello que se ansía es su máxima expresión. Es quizá, por ello, que la naturaleza y los puntos más inexpugnables de su geografía se nos presenten hoy como esos hitos todavía vírgenes frente al hombre, ante los que este, por supuesto, mientras siga existiendo, tiene que conquistar. Si obviamos esa otra gran carrera del desafío que sería la conquista del espacio, la montaña y sus ejemplos más extremos se nos aparecen hoy en día como uno de los pocos lugares que aun se salvan de la codicia del ser humano. De ahí, que en Rjukan, quede muy bien plasmado ese vigoroso y trágico enfrentamiento de las personas contra las más altas cotas que, las montañas, el hielo, la nieve o los accidentes geográficos representan, pues no se nos debe olvidar, que una de las vías de escape ante el absurdo que nos llevaría al suicidio, es desmitificar el logro y valorar el camino, como muy bien nos recuerda Anton Arriola, pues también quizá, otra vía para salvarnos del definitivo abismo del camino, sea la de afrontar el reto como una inflexión trascendente más de la vida, y no como el sentido final de la misma.
 

Ángel Silvelo Gabriel.