Es bien conocida la tradición norteamericana del relato corto, y su larga nómina de autores y publicaciones que dan muestra de ello. Ensalzando un género literario cada día más demandado, y que sin duda, se corresponde con el tipo de vida que se desarrolla en las grandes ciudades, y que tiene su contrapunto, en las vetustas y sólidas novelas negras o históricas que resultan inmanejables para ser disfrutadas en una gran ciudad.
¿Qué es New York, I love you?, sin duda el reflejo de los relatos cortos, o más bien microrrelatos literarios, llevado al mundo del cine. Historias cortas que captan instantes, y que en muchas ocasiones por tanto, no reflejan sino eso, una situación que no tiene por qué poseer un inicio o un final al uso. Imágenes de vidas que a veces se intercalan, y que en otras ocasiones se van sucediendo con un simple movimiento de cámara o un cambio de luz que nos traslada a la nueva historia que a continuación se nos presenta.
Y en medio de todo ello: Nueva York, siempre ensalzándose ante nuestros ojos por encima de las microhistorias que unos y otros nos cuentan, y que en esta ocasión, es la única y verdadera protagonista del story-board de un proyecto multicultural y multiétnico engrendado bajo la excusa del universal sentimiento del amor.
Si a pesar de lo dicho hasta el momento, es difícil pensar que se nos pueden ofrecer nuevas imágenes o retazos de existencia, sobre y en, la capital del mundo, basta comprobar que la infinidad de los ojos que la observan, lo hacen de una forma distinta, personal y única (como la que cada uno posee en su cerebro y en su retina) de ahí, que todavía me parezcan increíbles algunas de las imágenes que se ven en la película.
Mi universo fílmico fragmentado de una forma consciente, creo que se inició con Short Cuts, pero sería un error calificar a esta película de historias cortas que se unen entre sí, pues aunque alguna de ellas si lo hacen, otras no tienen ningún punto de conexión salvo el de la ciudad en la que se desarrollan, y que en esta ocasión, más que un puzzle que se va armando poco a poco con el paso de la película, nos encontramos ante breves retazos de vidas anónimas que van en busca del amor, un sentimiento que no siempre se nos muestra de una forma explícita, sino que más bien se contonea en el perfil de los personajes que nos lo muestran.
De entre todas las historias, sólo resaltaré una (en memoria de Anthony Minghella) donde en un blanco níveo, nos muestran un amor perdido, que además de nostálgico, es un amor en silencio. Un relato con grandes dosis de romaticismo y contemplación, donde sobresalen los primeros planos de su protagonista, que se entremezclan con símbolos y sentimientos de otra época, que quizá, ya casi nadie alberga en una sociedad dominada por las prisas.
Película interesante, para todos aquellos que no pretendan ir al cine en busca de una típica historia convencional.
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