jueves, 18 de febrero de 2010

LA DOLCE VITA


La primera escena de la película nos muestra a dos helicópteros sobrevolando el extrarradio de Roma. A medida que el objetivo de la cámara nos los acerca, podemos ver que sobre uno de ellos cuelga una imagen de Jesús, que dado el carácter simbolista de esta película, podemos intuir que en el ánimo de Fellini está el mostrarnos la distancia existente entre lo trascendente (la imagen) y lo terrenal (los edificios sobre los que vuela). Además, al incluir en uno de esos helicópteros a Marcello y Paparazzo (periodista de la crónica social interpertado por Marcello Mastroianni, y el fotógrafo interpretado por Walter Santesso) deja perfectamente marcada la distancia entre la vida de los que salen en las revistas, y la de aquellos que todavía soportan los últimos coletazos de la postguerra. Matiz que Fellini deja traslucir también, en la desnudez de los pisos que salen en el film, en contraposición con los palacios de la aristocracia romana.

No obstante, la multiplicidad de personajes y escenas que se desarrollan a lo largo de la película (carente de una estructura formal en cuanto a la narración de los hechos) nos permite hablar también de la incomunicación entre los personajes, arquetipos en algunas ocasiones de personas herméticas que cuando se dirigen a los demás, lo que realmente hacen es hablarse a sí mismos (como por ejemplo el personaje de la rica aristócrata interpretada por Anouk Aimée, o el intelectual Steiner al que da vida Alain Curry).

Pero el hilo conductor de todos los personajes es Marcello (Marcello Mastroianni) que gracias a su particular forma de vida, nos muestra la doble cara de la moneda que representa la ciudadanía de Roma en el año de 1960. Por un parte, existe una realidad descarnada, social, creyente y beata, que se va abriendo camino ante el inminente boom económico de los años sesenta; y por otra, existe la noche romana, con sus peculiares y a veces curiosos personajes, lo que le permite a Fellini rodar en dos planos distintos en cuanto a la gama cromática de blancos y negros, que sin duda alcanzan grandes dosis de belleza fotográfica en la celebérrima escena de la Fontana de Trevi y en ese no beso entre Marcello y Silvia (Anita Ekberg).

La Dolce Vita fue distinguida con la Palnma de Oro del Festival de Cannes en su edición de 1960 y con cuatro Oscar al año siguiente (1961), siendo también nominada como mejor película extranjera en esa edición.
Asimismo, desde el 17 de febrero y hasta el 13 de junio, se está exhibiendo en el CaixaForum de Barcelona la exposición que lleva por título "El circo de las ilusiones" y que recoge a través de las 400 piezas expuestas, las obsesiones y las fuentes de inspiración del universo felliniano. Viajando posteriormente al CaixaForum de Madrid.

La Dolce Vita, es una excelente película, que nos permite conocer el rico y magmático universo de ese gran creador que fue D. Federico Fellinni.

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