martes, 1 de febrero de 2011

BRIGHT STAR: LA PLASTICIDAD QUE ENVUELVE A LA POESÍA.


¿Acaso existe la poesía? ¿Y los poetas? ¿Y el más puro de los caminos hacia el amor? Estas parecen ser algunas de las premisas de las que parte Jane Campion para narrarnos una historia de amor basada en algo tan intangible como la poesía. La plasticidad pictórica que envuelve al film nos deja exhaustos de bellas imágenes, en muchos casos deudoras del maestro Vermeer y su luz, como la magnífica secuencia con la que se abre la película y que a modo de gran zoom nos muestra como una aguja atraviesa diligentemente una tela. Ya en esta primera instantánea, podemos adivinar mucho de lo que luego se nos va a contar (exhaustividad, pureza, ternura).

En esta ocasión, el poder hipnótico que Jane Campion ejerce sobre la cámara se fija en la inocencia inicial de la joven y acomodada Fanny Brawne (Abbie Cornish) para filmar el camino que la llevará desde la más impune de las alegrías hacia la más grande de las pasiones, contenida en lo carnal, pero inabarcable en la pureza de los sentimientos. Tras su aparente desconocimiento de la poesía y los poetas, se esconde un gran deseo por aprender, no en vano, ella no es ajena a la creación pues se diseña sus originales vestidos, lo que la hacen pasar como frívola e ignorante ante el joven John Keats (Ben Wishaw) y su amigo Brown (Paul Schneider). Al otro lado, el joven Keats, poeta, pobre y enfermo, pero que tras su mirada perdida esconde el mayor de los tesoros: sus poemas. Un arma en apariencia nada dañina, pero que poco a poco se convertirá en el imán que la joven Fanny necesita para no separarse de él.

Bright Star está basada en la biografía de Keats escrita por Andrew Motion, pero que en manos de Jane Campion se queda en pura anécdota, pues la directora se apodera de ella, y nos muestra un película de cadencias cortas, caprichosa en el montaje de las imágenes y sublime y bella en el colorido exterior de la campiña inglesa (véase el cartel de la película o la secuencia de las sábanas secándose en el campo), y en la luz que adorna los interiores de madera de las estancias de la casa donde Fanny y Keats van enredándose en su particular historia de amor, de ahí, que haya que resaltar la magnífica fotografía de Greig Fraser, a la que habría que añadir la música de Marc Bradshaw, sencilla y eficaz a la hora de fundirse con las imágenes, creando grandes momentos.

La atmósfera que rodea a toda la película está empapada por el lenguaje exuberante e imaginativo de Keats, que inteligentemente atemperado por la melancolía, nos lleva hacia momentos cargados de una extenuante contemplación. ¿Acaso qué es la poesía sino contemplación? Nada es en vano en esta ruta de sentidos puros, ni siquiera la mirada de Keats, que cuando por fin se posa sobre la belleza de Fanny, se convierte en algo inmaterial, como su epitafio: "aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua".

No obstante, la gran grieta de la película no sólo es su larga duración, sino la lenta cadencia de su transcurso, que sólo se salva si el espectador está preparado para ver una película poco comercial, donde el tiempo no importa, sino sólo la contemplación de la belleza en el más puro sentido del movimiento romántico, donde todo es efímero, hasta la vida.

Bright Star es una nueva muestra del cine que le gusta hacer a su directora Jane Campion, que cada vez más, se aleja del gran público para realizar un cine de autor que no se encuentra al alcance de todo el mundo, y más de la sociedad en la que vivimos, pues esta estrella brillante es la antítesis de todo eso. Como dice el poema de Keats que da nombre a la película: "estrella brillante, si fuera constante como tú".

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