Queríamos volar como pájaros sin
frenos, pero no sabíamos cómo batir nuestros grandes plumeros. Pedimos ayuda a
las hadas, pero no fueron capaces de desentrañar el enigma de sus mágicos
aleteos. Acudimos solícitas a nuestros mayores, pero no lograron entendernos.
Hasta que un día, en nuestro auxilio los sombreros acudieron. Ellos nos dijeron
que el deseo de volar era como enhebrar una aguja fuera del costurero. Con un
simple movimiento de muñeca, despegaríamos del suelo. Con un enérgico ademán,
surcaríamos los cielos. Con el énfasis de los días de gloria, hasta
recorreríamos parte del firmamento; y así, en cada nueva ocasión, poseeríamos
más argumentos. Entonces, una duda se apoderó de nuestros adentros. ¿Por qué
nosotras nunca formamos parte de esos revuelos? Quizá porque seáis pamelas y no
sombreros, nos respondieron.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
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