Entre
gauloises y cronopios; escuelas, institutos y universidades; jardines y
soledades; guerras y claroscuros; viajes y trenes; humos y leyendas. Todo ello,
adornado por viñetas: grandes, pequeñas; coloridas o en blanco y negro;
sugerentes o explícitas; aterradoras o esperanzadoras; limitadoras y sin límites.
Así transcurre esta biografía ilustrada del escritor argentino Julio
Cortázar concebida por los textos de Jesús Marchamalo y las
ilustraciones de Marc Torices. Un encuentro metaliterario que se desarrolla entre
el profundo conocimiento de la vida y la obra del escritor argentino por parte
del periodista, y la arrebatadora imaginación del joven ilustrador. Uno y otro
han sabido darle a este libro ese cariz de único que tiene desde la primera
hoja, donde ya asistimos a ese universo único, vital y literario, de un Cortázar
alto y desgarbado que siempre estuvo rodeado de una estela de misterio y de
acciones a la contra, en ocasiones propiciadas por el despiste, y otras, por la
genialidad del que vive para leer y escribir. Abarcar ese mundo tan intrincado
y complejo, sin embargo, no parece que haya sido una tarea difícil para Marchamalo,
pues nos distribuye esta biografía ilustrada (un magnífico documento didáctico
para todos aquellos jóvenes y no tan jóvenes que se quieran adentrar en el universo
literario de Cortázar) a través de capítulos, sin otro hilo argumentativo,
que el del ensalzamiento de la vida y la obra del escritor argentino, al que
como siempre, Marchamalo nos presenta a través de la anécdota que nunca se te
olvida, el rasgo que te mantiene en vilo hasta el final, o el matiz que nunca
llegarías a sospechar que el protagonista de sus libros tuviera. De nuevo,
aquí, el periodista-escritor nos lleva a su terreno, con ese gran poder de la
síntesis que posee y la visión del mundo literario desbordante y persuasivo que
él atesora. En este sentido, no se nos ocurre un mejor maestro de ceremonias
que Marchamalo
para dar vida a un personaje literario. Así, en el campo de las anécdotas
literarias asistimos, por ejemplo, al encuentro entre Cortázar y Borges cuando
el primero aún era un perfecto desconocido, o a las traducciones de la obra de Poe,
o como no, a la visita en Roma a la casa donde murió el poeta británico John
Keats, a través de cuya ventana se nos sugiere un mundo lleno de
libertad y belleza, lo que le llevó a escribir un ensayo que, él nunca quiso
que se publicara, sobre el poeta: Imagen
de John Keats.
No
obstante, todo lo dicho carecería de un sentido pleno si no fuera por las
magníficas ilustraciones de un Marc Torices en estado de gracia,
pues gracias a sus dibujos, asistimos sin darnos cuenta a las múltiples
transformaciones que él nos propone sobre Cortázar. Un Cortázar, a veces
gigante, y otras doblado en su gigantismo para entrar dentro de la viñetas,
pero también sugerido a través de ese humo infinito de sus gauloises, muy bien
fundido con el de la locomotora como expresión de viaje, libertad y nuevas
oportunidades. Cortázar bebé, Cortázar niño, Cortázar joven. Cortázar con barba
y sin gafas, Cortázar con barba y gafas, nada se le resiste a este joven
ilustrador que ha tardado dos años en darle vida a este hombre alto de uno
noventa y tres de estatura; un hombre cargado de leyenda y contradicciones,
como no podría ser de otra manera; un hombre de bicis, motos, Citroën dos
caballos, o caravanas con las que recorría una autopista por el mero hecho de
convertir esa ruta en un hecho literario, como hechos literarios fueran sus
relaciones sentimentales o sus viajes en tren, cuando ligero de equipaje,
compraba libros de bolsillo a los que iba cortando las páginas según las leía.
Quizá, ahí, en esa metáfora de la literatura y el mundo, se encuentre la esencia
de esta acertada biografía literaria, única por muchas razones, pues nos
permite adentrarnos en un universo literario de la mano del misterio que engendran
el humo de los gauloises y los cronopios, y que nos deja con ganas de más, como
sólo lo hacen las cosas que merecen la pena ser vividas.
Ángel Silvelo Gabriel.
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