París. 1944. El malentendido. Albert
Camus. María Casares y, entre ambos, el ruido de las
bombas y la niebla del humo de los cigarrillos que fuman en silencio y convierten
el escenario en un espacio irreal, por onírico. En esa intimidad donde el amor
deja de ser un sentimiento para convertirse en una rebelión del individuo
frente al mundo que le ha tocado vivir, Camus y Casares
conversan sobre la resistencia y el teatro, la guerra y el amor, la República y
Sartre en una suerte de saltos en el espacio-tiempo que intentan atraparlo
todo, pues ese parece el mensaje final de esta primera incursión en las tablas
del periodista Javier Villán como dramaturgo, la necesidad de crear
un universo que funcione como un todo; un mundo en el que expresar el sentido y
los sentimientos más universales del ser humano de la mano de un escritor y una
actriz, de un dramaturgo y su musa que viven su amor a oscuras, entre el oscuro
anonimato de un camerino sin flores y la fogosidad de una pasión que no sólo
deviene en carnal sino que, en su detrimento, se abalanza sobre la situación
política de una Europa en guerra y una España en manos de un dictador al que,
el autor, combate con los ecos de la tradición española vista desde los ojos,
las manos y la escritura de Lorca o desde la idea de república en
su afección más patria y cañí. En Política Sentimental, Javier
Villán ha incluido, con gran acierto, la magia de los sonidos a través
de canciones, las sirenas que anuncian un nuevo bombardeo, o del innegable, por
conmovedor, testimonio sonoro del discurso que Albert Camus pronunció
cuando recibió el Premio Nobel de Literatura, lo que sin duda, agiliza el
desarrollo de la obra y le proporciona un matiz de documento histórico que lo
convierte en más veraz y cercano al espectador.
El Área de Teatro de
Espacio Guindalera, dirigido por la familia Pastor, fue el lugar
elegido el pasado viernes diecinueve de enero para la puesta de largo de esta obra de teatro que
navega por las aguas de la recuperación de la memoria a través del amor. David Loaysa
dirige a un magnífico y portentoso Germán Torres en su réplica de
un Camus apasionado, valiente y siempre dispuesto a conquistarnos
a través de la esencia de su pensativa mirada que se proyecta hacia el infinito
sobre los cuellos de su sempiterna gabardina. Camus como mito
literario y humano, súper hombre frente a la injusticia e intelectual que no
tenía miedo a sus propias fisuras. A su lado y enfrente, Sabela Hermida
como María Casares intentando poseer al mago de las palabras y
ejerciendo de gallega a través de un discurso plagado de referencias a su
familia y a su tierra. Frente a ellos, Javier Villán, asumiendo
el riesgo de proponernos una obra que busca su propia pulsión en los grandes
acontecimientos externos que unen y separan a sus protagonistas, quizá, porque
con ello arremete con una mayor agresividad dialéctica contra los muros de la
sinrazón de la época, dejando clara —de ese modo— su postura ante los sucesos
que narra. Sin embargo, Política Sentimental se aísla por
momentos y, en exceso, de la narración y visualización más cercana de una
relación entre dos personas que, atrapadas por sus propios fantasmas, buscaban
el refugio del amor para combatirlos, como de otro modo se pone de manifiesto en la reciente publicación de las
cartas que, durante muchos años, se intercambiaron; misivas llenas de pasión,
por otra parte. En este sentido, el amor a secas y despolitizado es lo que más
se echa de menos en un montaje que intenta ser valiente en su propuesta, pero
que sólo la afronta a través de la recuperación de la memoria, dejando de un
lado al amor.
Ángel
Silvelo Gabriel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario