Un pájaro se posó en el alfeizar.
Revoloteaba de un lado a otro sin tener ninguna sospecha de las dudas que me
atenazaban. Mañana defendía mi último examen ante el Tribunal y, si todo salía
bien, y el fallo era positivo, se abría ante mí un futuro prometedor como
Abogado del Estado. Desde que nací, nunca tuve poder de elección, y mi vida se
desarrolló en un planeta gobernado por mi madre. Una valiente jueza que no se
permitía la más leve vacilación. Una cualidad que incluyó: mi carrera de Derecho,
mi oposición, mi futura boda con María… Sin dudarlo, ella convirtió mi vida en
una aburrida procesión de imágenes prefabricadas, lo que instintivamente me
llevó a mirar de nuevo al pájaro revoloteador que, inquieto, parecía invitarme
a seguirle. No sé cómo lo hice, pero no dudé en aceptar su tenaz invitación sin
pensar que tampoco estaba preparado para volar.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
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