Me gustaría mirarte a los ojos, pero ya no
formas parte de mis irrefrenables deseos. Ahora quiero atrapar el instante, esa
especie de magnitud indefinida sobre la que me abalanzo cada vez que aprieto la
pantalla táctil de mi Smartphone. Ya no soy capaz de soportar tus dilatadas
respuestas envueltas en el misterio del silencio. Yo te hablaba de amor, pero
esto es otra cosa, aquí nadie espera más de lo necesario para expresar sus
anhelos. Atrapar el instante, eso es lo que todos buscamos desesperadamente. Acabo
de abrir tu correo, ese en el que me dices que levante la mirada: «Levanta la
mirada», me dices. «La tecnología es una mera ilusión», me recuerdas, cargada
de palabras como narcisismo o adulación. Mi vida es tan irreal como la tuya,
que eres incapaz de derribar la barrera de un beso tardío de despedida. ¡Ay la
impaciencia que a mí me atormenta y la paciencia que a ti te subyuga! Tu
infranqueable intimidad devora el más irrazonable de los silencios. Sí, yo te
digo que el amor romántico de las películas forma parte de un pasado que ya
nadie recuerda, porque ahora todo se resume a un amor cibernético de lenguas
oxidadas.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel.
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