domingo, 24 de junio de 2018

CRÓNICA DEL CONCIERTO DE VESTUSTA MORLA EN LA CAJA MÁGICA, GIRA MISMO SITIO, DISTINTO LUGAR: MÚSICA 3.0 PARA CORAZONES DIGITALES



Todo era parecido a estar subido a una nave espacial y observar el mundo desde el cielo. Abajo, las hogueras de la noche de San Juan desprendían destellos luminosos que purificaban los males acumulados durante todo un año, en una especie de rito religioso y satánico a la vez. Entre tanta señal en forma de llama, una luz resplandecía por sí sola con una fuerza única, pues fusionaba lo musical con lo lúdico, lo eterno con lo efímero y lo ceremonioso con lo cotidiano. Y allá, a lo lejos, en un planeta llamado Tierra, 38.000 personas se hacían un harakiri con todos los elementos de una fiesta sagrada perdida en las telarañas del tiempo. Purificándose de su día a día mientras desprendían estrellas de felicidad con sus teléfonos móviles, los allí congregados iban moviéndose al vaivén que les indicaban unos madrileños, de nombre Vetusta Morla que, como sumos sacerdotes imprimían fuerza y sosiego, poesía y tecnología, paz y felicidad…, bañada con música 3.0 para corazones digitales que no paraban de vibrar a través de una pequeñas cajas mágicas que ejercían de testigos de aquello que estaban viviendo. Desde que comenzó a sonar la canción homónima del último trabajo del grupo de tres Cantos: Mismo sitio, distinto lugar, la intensidad del frontman Pucho, y la profesionalidad y elegancia del resto del grupo: Juanma, Guillermo, Jorge, Álvaro y El Indio, consiguieron arrebatar y destruir cada uno de los males que pudieran acechar a los asistentes. Con un sonido limpio y potente, y una puesta en escena cuya infografía es para guardar en el mejor rincón de nuestros recuerdos, las canciones y sensaciones se fueron acumulando a lo largo de las dos horas del concierto en un sinfín de estímulos imparables que nos incitaban a viajar junto a Vetusta Morla en esa nave espacial a las nos invitaron a subirnos. Desde ese espacio que está a varios metros de la firmeza de la corteza terrestre fue desde donde asistimos a la carga destructiva de todo aquello que nos duele para, por fin, llevarnos hasta ese edén luminoso e infinito en el que todos encontramos la paz que tantas veces perseguimos.



Más allá de los problemas que se produjeron a la hora de gestionar la entrada de las 38.000 personas allí concentradas, y hacer efectiva su ubicación en la inmensa explanada de la Caja Mágica, a lo largo del setlist propuesto por Vestusta Morla hubo espacio para la reivindicación, como por ejemplo, cuando Pucho, antes de sonar A la deriva, hizo una defensa de las personas que van a ser juzgadas por ayudar en las tareas de salvamento de los migrantes procedentes de los conflictos bélicos existentes. Sin entrar o salir en la oportunidad o no de apuntarse más tantos ante sus seguidores, en este caso ideológicos, estos cortes —hasta el número de tres— fueron usados por el grupo para pausar un poco la intensidad de un concierto vibrante y único como pocos y, que supuso, la gran apuesta y un récord de asistencia para un grupo —todavía denominado como indie— que sigue derribando barreras disco tras disco, año tras año, reto tras reto. Un grupo al que los nuevos periodistas del asunto musical comparan con los primeros Coldplay, o como no, con Radiohead, su perenne estación de llegada.



Mismo Sitio, distinto lugar, era la excusa y la gira que nos llevó a asistir a uno de esos conciertos míticos celebrados en la ciudad de Madrid, como en el año 1987 fue el del grupo irlandés U2 en el Estadio Santiago Bernabéu, pero como quedó demostrado ayer entre tanto triunfalismo, la poesía rota y arrítmica de las grandes y exquisitas letras del grupo, tan presentes en su último trabajo, todavía no han calado entre sus fans de la misma forma que sus anteriores composiciones siempre coreadas al cielo con gran capacidad sonora en forma de gritos y, como suele ocurrir, los temas elevados a la categoría de himnos de su anteriores álbumes fueron esa chispa que rompía una y otra el límite de energía y exaltación que iba in crescendo a cada tema. Copenhagen con sus teléfonos móviles grabando al aire en la ribera del río Manzanares —ayer exenta de mosquitos a su paso por el barrio de San Fermín— Maldita dulzura o Fuego —sólo por poner tres ejemplos—, consiguieron aunar música y alma en una perfecta combinación que tardará mucho tiempo en ser olvidada por todos aquellos que ayer se dieron cita en este concierto donde la música 3.0 para corazones digitales se hizo un hueco perenne en los recuerdos, el alma y las sensaciones de los allí congregados, pues el secreto de la música que nos proponen Vetusta Morla es ese: ser un caleidoscopio de sensaciones.

     



Ángel Silvelo Gabriel.

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