martes, 12 de noviembre de 2024

VICENTE VALERO, EL TIEMPO DE LOS LIRIOS: LA IMPORTANCIA DE LA CONTEMPLACIÓN Y EL SILENCIO


 

Hay varias formas de reconstruir el mundo. Una de ellas es a través de la literatura como fuente de indagación, introspección y trascendencia. En este sentido, nada es ajeno a esta nueva aventura literaria de Vicente Valero. Su curiosidad, su forma de mirar, contar y acercarnos a la región italiana de la Umbría y su época de mayor esplendor: El tiempo de los lirios. Época que marcó el nacimiento de una nueva era, y que él nos muestra en el periplo que emprende por sus ciudades y pueblos a lo largo de quince días. Y lo hace párrafo a párrafo, palabra a palabra a lo largo y ancho de un universo nuevo, pues nueva y única es su forma de seguir la huella de ese personaje disidente en la fe y amigo de los animales y la pobreza que es San Francisco de Asís. De ahí parte Valero para, a través de un clásico cuaderno de viajes, narrarnos no sólo una vida sino todo el compendio de una sociedad que se abre a la luz tras una etapa de tinieblas. Y el escritor ibicenco nos lo dibuja, igual que si fuera uno de los múltiples frescos que describe, con una precisión documental y estilística extraordinaria, por lo ambiciosa y bien documentada que está. En este libro nada queda al libre albedrío, ni la pintura, ni la escultura, ni la literatura o el cine, la música, y cómo no, la fe. De todo ello surge un lema: la importancia de la contemplación y el silencio, ambos elementos ausentes en una sociedad actual gobernada por la estupidez de los selfies y el retrato banal del paisaje que los rodea. Una banalidad a la que escritor contrapone un estilo narrativo sobrio sin olvidar su esencia poética donde el menos es más a la hora de dotar a sus textos de una naturaleza única.   

El tiempo de los lirios representa la importancia del viaje como instrumento esencial que nos sirve de descubrimiento, asombro y divulgador de cultura. Elementos que obviamos en nuestro día a día, y que siempre se encuentran a nuestro lado, pues sólo hace falta pararse a mirar aquello que nos rodea para encontrar algo que nadie antes ha visto y, como si fuésemos unos plateros, sacarle el brillo que merece para, porque como dijo Cézanne: «Ver es pensar». A través de este compendio de sabiduría Valero nos abre la puerta y la mirada hacia esa búsqueda de la belleza que es única, por ser la expresión de lo que el ser humano es capaz de alcanzar cuando se propone conquistar las metas más altas en cuanto a su percepción estética, mística o existencial. Hay algo mágico, por inusual, en las jornadas de este viaje, porque nada más comenzar a leer sus páginas somos conscientes que estamos ante una flor en primavera: hermosa, esbelta y llena de luz. Una flor que se abre con la luz que nos invita a sumergimos en un mundo, el espiritual, que no para en su ambición de indagar por las entrañas del alma de los personajes a los que se acerca, pero tampoco en lo que respecta a su mirada hacia la naturaleza, porque el paisaje se nos presenta como un corolario infinito que abarca la totalidad del cuadro que se nos muestra. Lienzo que maneja los tiempos del viajero y, de aquello que observa y ve, de una forma pulcra, casi monástica, como son sus acotaciones culinarias o sus referencias a las vías por donde se desplaza para visitar localidades, iglesias o museos locales a los que nadie va salvo aquel que conoce los tesoros que guardan y exhiben. Luz, una vez más, sobra la oscuridad que nos gobierna y padecemos. Una nueva Edad Media, en este caso tiranizada por la tecnología, que cada vez más nos aleja de lo que somos: personas. Almas que, en cualquier caso, necesitan de la importancia de contemplación y el silencio. 

Ángel Silvelo Gabriel.

lunes, 11 de noviembre de 2024

JAUME PLENSA, MATERIA INTERIOR EN LA FUNDACIÓN TELEFÓNICA: LA LUZ QUE NACE DE LA OSCURIDAD

 


¿De qué estamos hechos? ¿Cuál es la materia de la que partimos hasta convertirnos en personas de carne y hueso? ¿Primero es la idea y a continuación llega su ejecución práctica? Todo es materia oscura en el demiurgo del que procedemos. Materia interior de la que parte el deseo hasta convertirse en algo tangible. La luz que nace de la oscuridad. Y, a partir de ahí, poder llegar a afrontar la relación que une al yo con los otros. Pues somos seres humanos que existimos a través del otro. De esa colectividad nacen las ideas, las palabras y la especie. Como nos dice el propio Jaume Plensa, a propósito de la presentación de la exposición de quince de sus obras en la Fundación Telefónica bajo el título de Materia Interior: «Yo creo que todo nace de la oscuridad, por tanto, aquí podía hablar de ello» Y lo hace partiendo de una fotografía mural de su estudio titulada Paisaje de Jaume Plensa a modo de salón de máquinas que traduce lo intangible en tangible, la idea en formas y espacios tridimensionales engendrados para establecer una relación directa entre obra y espectador. Las obras de Plensa están pensadas para ser sentidas, acariciadas, contempladas y analizadas con la magnitud infinita de los deseos. Anhelantes, sugerentes, conmovedoras o retadoras se manifiestan ante nuestra vista como un juego: el de los sentidos como, por ejemplo, las que parten desde el hueco interior de las figuras femeninas de alambre donde sus rostros reflejan un contenido no sólo expresivo, sino también conceptual por lo que tienen de accesibles en sí mismas. De esa confrontación interior-exterior es desde donde logran conformar un todo presidido por el binomio belleza y sueño. «Mi obra quiere que cada persona se refleje en ella y mire a su interior. El arte tiene que ser este catalizador que nos permita crear una seguridad en nosotros mismos y nos permita hablar de ideas, de vibraciones. Vivimos en un momento de ruido que muchas veces no nos permite esos momentos de silencio. El arte tiene que ofrecer un mensaje de esperanza y positividad, de volver a creer que el ser humano somos más que esta violencia actual». 

Otra dimensión profunda y esencia de esta exposición es la que viene representada por el concepto del silencio y la importancia que éste tiene a la hora de desarrollar esa materia interior de la que partimos y de la que, en la sociedad actual, no hacemos más que alejarnos. Todo hoy en día genera ruido, estrés y frustración. Un frontispicio que el artista catalán explora con la serie escultórica Silence; una representación del mundo que habitamos a través de expresiones que nos invitan a la reflexión, y que son un gran espejo universal de lo que somos. Todas ellas, sin duda, son una síntesis de los temas recurrentes en la obra de Plensa: la identidad, la fragilidad de la condición humana, lo efímero, la espiritualidad el silencio, la comunicación o el lenguaje. Una fusión entre obra y espectador, que alcanza su máxima expresión en la serie titulada Glückauf?, en la que una sucesión de cortinas de letras que recrean la Declaración de los Derechos Humanos de 1948 permiten a los visitantes interactuar con ellas, igual que si de una sopa de letras interactiva se tratase, fusionando idea y materia en un único elemento, donde los sentidos del tacto y la vista se conjugan a la hora de generar nuevas ideas, y que podríamos conceptualizar como la unión entre el hombre y el conocimiento. 

Como manifestó el artista en la presentación de esta exposición que se podrá ver hasta el 4 de mayo de 2025 en la tercera planta del Espacio Fundación Telefónica, todo procede de la oscuridad, porque del cerebro nacen las ideas, de la boca nacen las palabras y en el útero se gestan los niños y las niñas, la vida. Y de esa vida parten los sueños. Sueños que se transforman en palabras, lenguaje, repetición o sonidos que tratan de acercarnos a esa materia intangible que todos poseemos: el alma. 

Ángel Silvelo Gabriel.