domingo, 9 de agosto de 2009

MI NOMBRE ES HARVEY MILK



La película que hoy os comento recibió dos Óscar en 2009. Es un film que está a medio camino entre el cine y el documental. Digo ésto, porque su director, Gus Van Sant, tira de imágenes ya rodadas, sobre todo, para intentar imbuirnos en el ambiente social, político y geográfico de esta historia, y lo consigue.
El relato de la película abarca el período que va desde 1970 hasta 1978. Se inicia con una escena en el metro de Nueva York, donde Milk (Sean Penn) liga con el que será su pareja durante casi los ocho años que le quedan hasta su muerte, dato que la propia película proporciona al inicio de la misma, y que hace que el relato fílmico se convierta en un flash back a través de la grabación que el propio Milk dejó poco antes de morir. A modo de premonición, ese día que resulta ser el de su cuarenta cumpleaños, le confiesa a su nueva pareja que todavía no ha hecho nada en su vida que merezca ser recordado, y que cree que no llegará a cumplir los cincuenta.
Esa declaración, le sirve al guionista Dustin Lance Black para mostrarnos el relato de la persecución de un ideal y una trepidante historia de ocho años de duración, y que si bien comienza en Nueva Yok, se desarrollará en el barrio del Castro en San Francisco.
Milk es interpretado por Sean Penn, y si bien, su inmersión en este personaje de activista gay es correcta y creíble, quizá no llega a ser suficiente como para ganar el Óscar, cuando en esa puja participaba Mike Rourke con su magistral interpretación en el Luchador. Pero Penn, quizá se vio favorecido por la regla no escrita de los componentes de la Academia de premiar a aquellos personajes que se salen de la normalidad (ciegos, paralíticos y parece ser que para ellos, todavía los homosexuales) a lo que yo añadiría, que los puritanos académicos ya se habrían curado de espanto si hubiesen visto algunas de las primeras películas de Almodóvar, en donde hay escenas explícitas de sexo entre homosexuales.
Pero pareceres personales aparte, el discurso narrativo de la película está perfectamente armado para mostrarnos el activismo gay y su lucha por defender su modo de vida y sus derechos en una sociedad tan consevadora como la norteamericana. Y visto el resultado final, está magistralmente conseguido (de ahí el merecidísimo Óscar al guión original), pues a medida que avanza la historia, nos vamos identificando cada vez más con el personaje y su lucha; y en un mundo tan materialista como el actual, no hay nada más bonito que morir por una idea (sobre todo si es en una película, y se nos permite ser uno más, en el tiempo que estamos sentados delante de la pantalla contemplando las imágenes que nos lo cuentan).
En definitiva, Mi nombre es Harvey Milk es una película recomendable, que nos muestra de forma didáctica, el inicio del activismo gay y una parte de la historia norteamericana de los años setenta.

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