domingo, 30 de agosto de 2009

VOLVER A SER UN NIÑO



Mientras el verano poco a poco nos va abandonado, dejándonos a la suerte del otoño y la sabiduría de sus reflejos dorados, nuestro ritmo vital insiste en no abandonar esta estación llena de vida y fiesta, una vida que a veces tropieza y cuando menos lo esperamos nos devuleve a nuestra infancia. Ayer fui testigo de un gran espectáculo, que en esta ocasión no se circunscribe a una sala de cine, a un museo, o a un teatro.
Ayer fui testigo del debut liguero del nuevo Real Madrid de Florentino, un proyecto ilusionante donde los haya para un gran número de personas. Como se suele decir, lo que une el fútbol no lo une nadie, y ayer pude atestiguar en primera persona tal afirmación. Ojalá la literatura, para variar, moviera esas barreras de la ilusión, la amistad y la cercanía de tantas personas a la vez. Aunque para mí, lo mejor sin duda de la tarde de ayer ocurrió fuera del terreno de juego, y se circunscribe a una palabra: ilusión.
Fuera de esta percepción externa a un partido de fútbol, cuando entré al estadio, mis ojos buscaron a Iker Casillas, que calentaba en la portería del fondo en el que tenía mi entrada, y sin darme cuenta me convertí en el niño de catorce años que un día fui, y recordé aquella tarde de verano en la que vi en un Estadio casi vacío, a otro Real Madrid, sin Cristiano Ronaldo, Kaká, Benzemá, etc y a otro Deportivo de la Coruña con Paco Buyo en su portería. Aquella tarde de travesura, donde junto a mis amigos dejamos los límites de nuestro barrio para ir, ahí es nada, hasta el Santiago Bernabéu, decidimos visitar el campo y pisar su venerado césped, lo que conseguimos un tiempo más tarde, cuando todavía el fútbol era capaz de dirigir la ilusión de nuestras vidas. En ese momento, raro en mí, deseé volver a tener esos catorce años y tener la mirada de un niño, una mirada llena de sueños futboleros inocentes...
Para mí, como para tanta gente, el Estadio Santiago Bernabéu es un trocito de mi vida, de ilusiones infantiles y juveniles, y de éxitos y fracasos cada vez más lejanos. Dándole vueltas al asunto, he empezado a divagar sobre como renombrar a este único y magnífico escenario y dado que ya no puedo atesorar definiciones como el teatro de los sueños, la bombonera, la catedral del fútbol, etc, se me ocurrió calificarlo como: un rincón para la ilusión o el sueño de una vida. Cuando el árbitro hizo sonar su silbato para dar comienzo al partido, mis ojos dejaron de mirar con los ojos de un niño, y un escenario y un griterío cargado de ilusión, me devolvieron a la realidad del incio de la liga 2009.

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