¡Por Dios!, deja de jugar con el cachorro, y recoge el expediente que tienes tirado por el suelo, y hazme el favor de terminar de dictar esa maldita providencia, y cuando acabes, llama por teléfono al juzgado; y ¡ah!, quítate el flotador de la silla, que la historia de las almorranas por exceso de trabajo no se la cree nadie, y menos aún en el juzgado.
Microrrelato presentado al I Concurso abogados.es
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