Me
levanté con un sabor a tinta en la boca. El mismo que, cuando de niño, tenía
después de chupar la plumilla con la que aprendí a escribir. El que lee vive más, me recuerdan las
tardes del domingo en un programa de radio. Y cada vez que oigo esa frase,
caigo en una especie de sueño, en el duermevela de los que nada poseen y todo
lo tienen, porque el mayor de los tesoros de la vida está en la metáfora de un
poema, en el enigma de un relato, o en las historias que habitan en cada novela.
Desde hace muchos años paso el tiempo dibujando palabras, quizá, por eso, hoy
soñé que era un libro.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
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