Siento miedo y vértigo a la vez. ¿Esta
será la definitiva? El hecho de ser el vástago preferido de mis padres no
implica que disponga de más oportunidades que el resto de mis hermanos. El otro
día hicieron referencia a ello, pero utilizaron un símil con una brújula a la
que se le había perdido el norte. Ahora sé que no puedo perder más el tiempo y,
sin previo aviso, las palabras se atropellan en mi cabeza. Ellas, como yo,
necesitan salir victoriosas de este reto. Intento ordenarlas: juez, jurídico,
jurisdicción, justicia, juzgado. Esta vez me ha salido bien. Ya veremos mañana,
cuando hasta el peso de la toga sea simulado, como mis presuntos conocimientos
del mundo del Derecho. Si suspendo, el recuerdo del naufragio del velero de mis
padres el verano pasado sólo habrá sido una anécdota en mi vida. Pienso en la
palabra naufragio, mientras a través de la ventana veo cómo un carámbano pegado
al alfeizar guarda un perfecto equilibrio con el vacío. Desecho naufragio y
vacío. Me quedo con equilibrio, y con él, mi ánimo se vuelve más sosegado.
Tanto, que aún soy capaz de formular un deseo.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
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