Unos definidos y marcados labios rojos, sobre un rostro medidamente blanco, sirven para iniciar el relato de esta película y casi el final de la misma. Una imagen sugerente que marca el camino entre un prometedor inicio (bajo el subterráneo londinense) y un decepcionante final (en las verdes praderas galesas).
En un momento de la pelícua, Dylan Thomas (Matthew Rhys) ante la pregunta de Vera Phillips (Keira Knightley) ¿por qué necesitas que todo el mundo te quiera?, él la responde, porque todos necesitamos ser queridos. Y es en ese caprichoso y magnético juego de atracción en el que se mueven los protagonistas a lo largo del film, donde los límites del amor poco a poco les van jugando malas pasadas, y en donde aquello que se quiere poseer nunca se logra tener en el momento adecuado. En el caso de Dylan Thomas porque el poder de sus palabras cargadas de lo que él entiende como gran fuerza poética trágica, se pierden en la ausencia de una postura comprometida ante los demás y ante sí mismo, lo que le convierten en un caprichoso niño mimado que vive a expensas de los demás en el más amplio sentido de la palabra.
Pero En el Límite del Amor no es un biopic del poeta galés (algo que puede parecer a primera vista), pues la carga narrativa y dramática de la película se sustenta en la relación que mantienen su mujer Caitlin MacNamara (Siena Miller) y Vera Phillips (Keira Knigthtley), en un reto interpretativo que ambas cumplen más que sobradamente, y que sin duda son lo mejor de este film que naufraga en la consistencia narrativa de la propia historia y en la forma de desarrollarla. En este caso, Knightley nos recuerda sin mucha dificultad otros papeles de época como el que interpreta en películas como Expiación, y Siena Miller nos atrapa sin dificultad en unos primeros y comprometidos primeros planos de su rostro, haciéndonos olvidar su faceta más frívola de celebritie de revista del corazón. A este elenco de actores, hay que añadir al Capitán William Killick interpretado por Cillian Murphy que da a su papel una fuerza a veces arrebatadora con el poder de su mirada.
En el Límite del Amor es ante todo un ejercicio fílmico estético, en el mejor estilo del cine inglés recreador de épocas. En este caso, la acción se sitúa en la Segunda Guerra Mundial, y los escenarios arquetípicos de tal situación, se dividen en los túneles del metro, en los salones de baile y en los pubs, en los que sobresalen un magnífico tratamiento de la luz, que convierten el relato en decadente y ensoñador a partes iguales. De ahí, que haya que destacar el trabajo desarrollado por Jonathan Freeman, al que acompaña una envolvente música, obra del gran Angelo Badalamenti.
En definitiva, En el Límite del Amor se desenvuelve sin dificultad en los terrenos estrictamente formales de lo que entendemos debe tener una película, pero le falta ese otro elemento tan importante como es el alma de una historia que no acaba de enganchar.
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