“Other voices, other rooms” (otras voces, otros ámbitos) nos dijo Truman Capote hace ya mucho tiempo. Ese es el espacio que ocupa el nuevo poemario de Noemí Trujillo, Solo fue un post. Sus versos, teñidos de la sangre que ya no mancha, son una búsqueda de ese otro yo que se queda a vivir en el eco de las habitaciones vacías. No se trata de un bien tangible como las alas de las mariposas, pero nos produce la misma sensación que cuando éstas aletean dentro de nuestro estómago. El eco de las habitaciones vacías no nos habla y tampoco espera una respuesta ni necesita un por qué. Está solo, a la espera de que otras voces y otros ámbitos transiten por él, y mientras espera, se entretiene en jugar con nosotros y con la soledad que anida en algún hueco de nuestro alma. Igual que anhelamos a la primavera cuando no llega, también esperamos a esa voz, a ese gesto o a esa caricia que se encuentran perdidas en los confines de nuestros sueños. Y huérfanos de amor, nos limitamos a vagar por un camino que no nos lleva a ninguna parte. El amor es un viaje en el que la mayoría de las veces no elegimos bien el destino, y al término del mismo, necesitamos encontrar un porqué distinto al que nos acoge cuando llegamos a nuestra casa y nadie nos espera. Entonces caemos en la cuenta que la soledad del amor se cuela por las ventanas, y que además habita en nuestra alcoba, en la cocina y en el salón de nuestra morada. Enseguida las cerramos, porque no queremos que se nos escape nada. Pero al cerrarlas, nos damos cuenta que ya no nos queda nada. Gritamos amor y no se oye nada. Miramos a nuestro alrededor y tampoco queda nada. Sin embargo, el eco de las habitaciones vacías nos aguarda, y espera que al final demos la historia por terminada.
Noemí Trujillo navega con soltura por las aguas de la desesperación más próxima e hiriente, la de las noches en vela, los zumos a solas, el café frío o la infinita espera. Anhelos, recuerdos y tormentos que regresan cuando menos lo deseas. La soledad también es nuestra, esa que existe detrás de la puerta, la que nos acoge cuando cerramos la puerta con llave y nos quitamos los tacones. ¿Dónde estáis todos? Malditos cabrones. A partir de ese punto sólo queda una salida, desplegar de nuevo nuestras velas y poner rumbo a otros mares. Ahí es donde nace la contemplación como mejor manera de atrapar el desamor que nos llevará a un nuevo amor. El poeta romántico John Keats afirmaba que la mayor exaltación de la poesía es llegar a ser otro, para expresarlo se inventó el concepto de capacidad negativa. Ser otro es ser pájaro, árbol, urna… “¡Ah por una vida de sensaciones más que de pensamientos!”. En este sentido, la capacidad negativa de la poetisa Noemí Trujillo es ese mundo de sensaciones nunca confesadas que ronronea junto a sus poemas, y donde ella nos sumerge para trasladarnos a un universo propio, donde como muy bien queda reflejado en la portada del libro, nos lanza una botella de cristal a modo de mensaje que espera una respuesta, la nuestra. Sin embargo, no se trata de una botella cualquiera, porque es un envase transparente a través del cual podemos leer un post en el que hay escrito un poema. No hay mayor transparencia que la que se respira en un poema; corto, directo, penetrante…
Esa es la transparencia que se percibe en los poemas de Solo fue un post, que parecen querer decirnos que nos encontramos en el inicio o en la excusa de lo que luego vino más adelante. Un torrente donde las ganas de vivir, gritar y salir salen victoriosas entre las cenizas de la última batalla. Ahí es donde el espíritu de la poetisa transita por este poemario, y nos dice: aquí estoy, todavía sigo viva.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
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