Erik quiere atrapar el poder de los sueños, pero su profesión de psicoanalista le tiene tan estigmatizado que sólo sabe llorar hacia adentro. Las lágrimas que desembocan en sus entrañas son las culpables que su alma se parezca demasiado a un largo río donde convergen muchos afluentes interiores. Como los ríos caudalosos que en su nacimiento nacen como un insignificante manantial, la vida de Erik necesita de personas que nutran de agua a esas corrientes ocultas que transitan por el interior de su cuerpo. Su estrategia nos la proporciona la narradora casi al principio del relato, cuando nos dice que: “lo que fue nunca nos abandona”, y a partir de ahí, Erik, ayudado por su hermana Inga, cual salmón que remonta miles de kilómetros en pos del lugar en el que nació, recorrerá los miles de kilómetros que le separan de la memorias de su padre. Un documento que, entre otras cosas, le llevará a descubrir la vida de sus antepasados y a comprenderlos un poco mejor. Esa necesidad de llegar a la génesis de nuestra existencia no es privativa de Erik, porque esa es una maldición que nos persigue desde que nacemos, pues venimos al mundo con esa necesidad de saber de dónde procedemos. En este caso, el camino que inicia Erik para llegar a los orígenes de su familia, no será una senda tranquila ni tampoco cómoda, porque como suele suceder en este tipo de búsquedas, nos tropezamos con acontecimientos que no contábamos, y con personas con las que nunca hubiésemos imaginado que nos relacionaríamos. Y si algo hay que decir e favor de esta novela, es que ese mapa genético está perfectamente delineado por Siri Husvedt que, con grandes dosis de poéticas y ecos intimistas, nos retrata a una familia y sus diversas generaciones con acierto y aplomo, no dejando nada a la improvisación, pues estamos ante una novela muy ambiciosa y muy bien construida a nivel formal. En este sentido, los sueños y las desdichas de aquellos que vinieron de fuera y ayudaron a construir los EE.UU. está magistralmente reflejada en personajes como el padre de Erik, a quien la autora dedica el título de la novela.
Elegía para un americano es una novela de discursos interiores, pero también, un gemido íntimo y oscuro en forma de un profundo poema de lamento, como sólo se le puede dedicar a una persona muy querida. Erik busca respuestas a través de su padre, aunque en realidad las busca acerca de sí mismo. Las historias que conforma la metahistoria de Elegía para un americano no son más que un abanico de posibilidades de entre otras muchas posibles sobre encuentros y desencuentros, búsquedas y pérdidas, que tienen en común la tensión contenida que nos queda después de un intenso sueño. El poder de los sueños y las múltiples interpretaciones que cada una de las personas les damos al mundo onírico, es el eje fundamental sobre el que giran el conjunto de relatos de las vidas de cada uno de los personajes que conforman esta novela. Atrapar el significado de todos ellos es el trabajo de Erik Davidsen, psicólogo de profesión, que se pasa su vida revisando sus pensamientos y sus actos desde un punto de vista profesional, en el que nos queda claro desde el principio, la importancia del mundo de los sueños que rodea a todos los personajes, y que transcurre de una forma nada caprichosa, en paralelo a la vida real de cada uno de ellos, marcando su devenir. Una característica a la que hay que unir una vez más en la literatura norteamericana (ya sea ésta escrita por hombres o mujeres), que todos ellos se encuentran perdidos y necesitan con ansiedad reencontrarse para saber quiénes fueron, quienes son y quiénes serán el día de mañana. La sucesión temporal de pasado, presente y futuro, vuelve a remover tanto la conciencia del artista que se planta delante de un folio en blanco como la de los personajes que trata de psicoanalizar. La identificación entre realidad y ficción es tan próxima en este caso, que Siri Husvedt le pidió permiso a su padre antes de morir para utilizar el diario que llevaba escribiendo a lo largo de toda su vida. Lo que nos demuestra esa innata necesidad de conocer qué fue de aquellos que nos concibieron, y que aquí, se convierte en un afán plenamente logrado.
Lo importante de toda historia es poder llegar a cerrar el círculo que la contiene, y aunque de una forma inesperada, la autora de Elegía para un americano logra unir los dos extremos de su propio círculo en un brillante capítulo final donde los personajes y sus fantasmas se dan la mano a través de voces y ecos intensamente narrados.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
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