lunes, 7 de julio de 2014

FANNY KEATS, LA HERMANA PEQUEÑA DEL POETA ROMÁNTICO INGLÉS JOHN KEATS, REPOSA EN EL CEMENTERIO DE SAN ISIDRO DE MADRID: CRÓNICA DE LA VISITA A SU TUMBA


El pasado sábado, 5 de julio, visité el cementerio madrileño de San Isidro, un camposanto en el que se encuentran enterrados una parte importante de los nobles y de las personas ilustres de la ciudad a partir del siglo XIX. Allí, junto a ellos, reposan los restos de una inglesa: la hermana pequeña del poeta romántico inglés John Keats. El hallazgo de su tumba me lo proporcionó José Guillermo Paradinas Brockmann, tataranieto de Fanny Keats. Por primera vez, desde que visito cementerios, tuve una sensación extraña al estar en aquel lugar. Estábamos solos Manuela y yo, y en ese silencio anónimo nadie requería mi existencia, o quizá sí, y yo no supe entender los mensajes que me eran enviados. El sol y la ligera brisa que movía los árboles del recinto hacían el resto, y uno se miraba a sí mismo extrañado de esa paz que gobierna a las tumbas. En este caso, muchas de ellas, estaban en un estado lamentable de conservación, lo que nos decía en ese lenguaje mudo, que hacía mucho tiempo que no eran visitadas. Quizá por la ausencia del último miembro vivo de la estirpe, o quizá también, por el olvido al que se les castiga a los muertos. En el epílogo de la novela ("Los últimos pasos de John Keats"), yo me permití el lujo de jugar a ese recuerdo eterno que nunca se cumple y, en mi sana ignorancia escribí: "¿Qué será de nosotros cuando hayamos muerto? Nuestro cuerpo, nuestra vida, nuestros recuerdos… Todo quedará en manos de los nuestros, que serán los encargados de cumplir con el designio de nuestros deseos". Lo que me llevó a pensar, una vez más, que nada queda tras nosotros salvo aquel material tangible que hayamos sido capaces de crear en nuestras vidas. Bien es verdad que siempre existe la posibilidad del mito, pero eso, no es menos verdad, que solo afecta a muy pocos. Yo, por ejemplo, no conozco a ninguno que tenga esa categoría al que conscientemente le haya dado la mano o haya conversado con él. Por eso, como digo en una frase de las que leeré el próximo sábado 19 de julio frente a la tumba de John Keats en Roma: "De ahí, que por encima del tiempo, las casualidades y las adversidades a las que todo artista se enfrenta a lo largo de su vida, lo que en verdad queda de él es su obra".


Entre un cementerio, el de Madrid, y otro, el de Roma, intentaré establecer las conexiones que me llevaron de uno a otro y viceversa, a pesar de que yo sepa mejor que nadie, que esas uniones no son otras que los poemas del poeta romántico que, como afluentes de un río inabarcable, se extienden a lo largo del tiempo de una forma infinita, pues infinita es su obra, por escasa que esta sea. Todo ello, de nuevo me hace reflexionar sobre esa necesidad del mito en la literatura que, cada cierto tiempo, resurge con fuerza en mí. Nada es comparable a la creación del hombre, pues en sí misma es infinita, aunque sea a través de las letras perdidas en la inscripción de una tumba o de las cúpulas derruidas de un cementerio, pues unas y otras nos hablan en el mudo lenguaje de la creación que no necesita de palabras, pues nos recorre el cuerpo en forma de sensaciones. Esa quizá, tras nuestra muerte, sea la cualidad del alma o el espíritu que nos quede más allá del cuerpo... las sensaciones.


No sé qué sentiría yo, si un desconocido buscase mi tumba 125 años después de mi muerte, pero imagino que debe ser algo así como ganarle una pequeña batalla al paso del tiempo, justo el tiempo que dura la visita, antes de que el ausente regrese al olvido de los muertos. Por muy extraño que nos parezca, o por muy estrambótico que nos resulte, las casualidades que nos modelan la vida, a veces nos hacen ser testigos de circunstancias que se nos antojan imposibles. Todo ese cúmulo de circunstancias me vinieron a la cabeza mientras intentaba "inmortalizar" ese momento en el cementerio con la grabación de un vídeo casero que, a pesar de los escasos medios técnicos que atesora, o de las inexactitudes geográficas que presenta en su exposición, tiene el valor de ser testigo de algo que nunca debió producirse, pero que el intrínseco valor de la literatura transformó en real y cierto, tan real y cierto como que las poesías John Keats me llevaron primero a Roma, y luego a Madrid, ciudad en la que resido desde siempre, pero que hasta que no conocí su obra desconocía, para más tarde devolverme de nuevo a Roma y un poco más adelante espero que al Barco de Ávila, donde quizá vuelva a cerrar alguno de los interrogantes que desde el sábado me acechan, aunque a buen seguro, después de esa visita otros muchos  se abrirán otra vez, en un infinito pasillo donde las puertas que se abren y se cierran a su antojo, como en la vida. Pero eso será objeto de otra reflexión otro día, porque ahora, aun debo reposar todo lo que viví el pasado sábado en el Cementerio de San Isidro de Madrid, donde la vida de los muertos se dan la mano con el recuerdo de los escasos vivos que los visitan.



Después de la visita a la tumba de Fanny Keats, indagué un poco sobre su persona y entre otras búsquedas, encontré este semblante que de ella hace la Wikipedia (en inglés) y que uno en su olvidado inglés de COU intentó traducir de una forma libre, por supuesto. El resultado de todas mis pesquisas es este semblante de la pequeña Fanny, pues para mí, siempre será la hermana pequeña del poeta inglés John Keats; la niña a la que siempre quiso proteger a pesar de la distancia en la que vivieron el uno del otro.

 
FANNY KEATS LLANOS (Fuente: Wikipedia).
Fanny Keats nació el 3 de junio de 1803, justo diez meses antes de que su padre muriera a causa del golpe que le propinó un caballo de la caballeriza en la que trabajaba. Ella apenas tenía un año cuando su madre se volvió a casar y la dejó al cuidado de su abuela, Alice Jennings. Sus hermanos, John, George, y Tom fueron al Clarke's School, mientras ella permaneció en la casa de los Jennings en Enfield. En 1810 John Jennings murió, y Alice entregó en adopción a Fanny a Richard Abbey, aunque ella permaneció con su abuela hasta su muerte en 1814. A partir de entonces, Fanny asistió a la Miss Tuckey School en Marsh Street, en Walthamstow, cerca de la casa de los Abbey, donde permaneció hasta 1818. Después de dejar la escuela a los 15 años, ella vivió siempre con los Abbey en «Pindars», la hermosa casa de su tutor Mr. Richard Abbey, comerciante de tés, un hombre estricto y sin imaginación. En aquel tiempo, Fanny tuvo una existencia solitaria, salteada por las infrecuentes visitas de su hermano John Keats. Su relación con el resto de sus hermanos, George y Tom, fue principalmente por carta.
Cuando John Keats preparó su partida a Roma, él la envió una carta de despedida que recibió el 12 de septiembre de 1820. John nunca mencionó el nombre de Fanny Brawne a su hermana, aunque él sí le mención a la Srta. Brawne el de su hermana en una carta, diciéndole que él esperaba que la visitara en Wentworth Place. Fanny Brawne escribió a Fanny Keats el 7 de octubre de ese mismo año, presentándose a ella, así como, invitándola a iniciar una amistad que continuó hasta que Fanny se casó en 1826. Después de que John muriera en Roma, la Srta. Brawne y Maria Dilke fueron a ver a Fanny Keats, invitándola a visitar Hampstead. En aquella época, Fanny Keats todavía vivía con los Abbey en Walthamstow, un bonito pueblo junto a Epping Forest, donde residían los comerciantes ricos. Allí residía también Sir Robert Wigram con sus veintidós hijos, uno de los cuales era amigo de Valentín de Llanos, a quien éste invitó a pasar unos días en la mansión paterna. La joven Keats ya sabía quién era el recién llegado, pues su amiga, Fanny Brawne, se lo había descrito antes por carta como «te imaginas que debe ser un caballero español. No temas hablar con él, porque es un perfecto caballero con excelentes modales». Al parecer, Fanny Keats y Valentín de Llanos se conocieron a espaldas de los Abbey, pues la Srta. Brawne previno a la joven de que el español le haría una visita de cumplido y que había alertado a éste de que fingiera no conocerla delante de los Abbey.
Valentín Llanos conoció a Fanny Brawne en el verano de 1821, cuando éste llegó a Londres. Ella fue quien le presentó a Fanny Keats a finales de septiembre de ese mismo año en Wenthworth Place, Hampstead, es decir, en la misma vivienda en la que John Keats vivió durante una temporada junto a su amigo Charles Brown. Debido a la influencia del joven escritor, tanto Fanny Brawne como Fanny Keats, se interesaron por todo lo español, y así, la hermana del poeta cambió el estudio del arpa por el de la guitarra y en octubre de 1822 ambas leían Gil Blas y El Quijote.


El 3 de junio de 1824, Fanny cumplió 21 años y obtuvo así la ansiada mayoría de edad. Charles Wentworth Dilke, su albacea, se encargó de reclamar al Sr. Abbey la herencia de la joven. Ésta era de cierta consideración y se calculaba en 4.500 libras, después de pagar gastos.


A principios de 1826, Fanny Keats había dejado el hogar de sus tutores (los Abbey), y se había trasladado a la casa de los Lewis, unos amigos que vivían en Beaufort Row, Chelsea. De allí salió para casarse con Valentín de Llanos el 30 de marzo de 1826, en la iglesia anglicana de St. Luke, también en Chelsea.

Valentín de Llanos y Fanny Keats tuvieron seis hijos: Irene Louisa (05.09.1827—Enero 1833), Louis Mariano (Julio 1829—agosto 1834), Juan Enrique (18.09.1831—21.09.1905), Rosa (02.11.1832—11.11.1905), Isabel, más tarde condesa de Brockman (1839—1926) y Luis (1843—?). El 5 de septiembre de 1827 nació Irene Louisa, en el número 9 de Adams Terrace, en Camden Town (fallecería en el 79 de Albany Street, Regents Park, a la edad de 5 años). En 1829 residían en Wentworth Place, Hampstead, en la casa que había pertenecido a Charles Brown, donde vivían puerta con puerta con la viuda Brawne y sus hijos. Allí nacieron Louis Mariano, el 25 de julio de 1829 (fallecería en España sin llegar a cumplir los 5 años) y Juan Enrique, el 18 de septiembre de 1831.


A finales de 1828, y persuadida por Valentín Llanos, Fanny Keats invirtió en un mal negocio la totalidad de su capital (2.000 libras), si exceptuamos las 1.893 que llevaba como dote. Teniendo en cuenta su desesperada situación económica, el matrimonio piensa en regresar a España donde las posibilidades de ganarse la vida creían que eran mejores.


A la muerte de Fernando VII la familia Llanos regresa a España en agosto de 1833. Antes de salir de Inglaterra, los niños recibieron el bautismo en la Real Capilla de la Legación de Nápoles en Londres y es muy probable que Valentín volviera a casarse por lo católico. En aquel viaje, cuando la pareja, junto con sus dos hijos, atraviesan Francia y llegan a la frontera española, los aduaneros —entonces una forma institucionalizada de bandolerismo— se «incautan» de su equipaje. Se sabe, por una carta de Fanny a su amiga, la Srta. Brawne que, entre las pertenecías sustraídas, estaban la Biblia de la familia y las primeras ediciones de los libros de su hermano, con dedicatorias de su puño y letra. Afortunadamente, las cartas que le había escrito John cuando ella era adolescente, las llevaba escondidas en su bolso de mano —uno de aquellos indispensables que las señoras victorianas solían portar consigo—, y por suerte se salvaron del atropello. Al llegar a España se establecieron en Valladolid, y al poco de llegar, en noviembre nació Rosa, su cuarto hijo. Sin embargo, allí permanecieron poco tiempo, pues en 1834 ya estaban en Madrid.


En 1835 Valentín de Llanos fue nombrado Secretario Particular del Primer Ministro español, Juan Álvarez Mendizábal, a quien había conocido en Londres. Durante unos meses estuvo al frente del periódico El Liberal y fue Diputado por Valladolid de las Cortes Constituyentes de 1836 a 1837, para más tarde ser nombrado Regidor del Ayuntamiento de Madrid tras los sucesos de septiembre de 1840 que acabaron con la abdicación de María Cristina. Nueve mese más tarde renuncia a su cargo y es nombrado Cónsul de España en Gibraltar hasta 1845, año en el que falleció su padre. Entonces la familia regresó a Valladolid primero y Madrid después. Posteriormente fue nombrado Director de los Canales de Castilla. En esa época, Valentín Llanos había abandonado la política y vivía en Madrid con los suyos, bajo el fuerte sentido de familia que tenían los Llanos y la concordia que reinaba entre todos ellos. Fanny y Valentín se ocuparon con esmero de la educación de sus hijos, a quienes dejaron seguir la profesión que ellos mismos eligieron. Así, Juan se hizo pintor y a él se deben varios retratos de la familia. Luis entró en el Servicio Diplomático, se casó, vivió en Roma y luego en Cuba, donde falleció sin descendencia. Rosa estudió música (ella y Juan se quedaron solteros). Isabel se casó con el ingeniero de Caminos —de ascendencia alemana—, Leopoldo Brockman.
Cuando Leopoldo era Director del Canal de Castilla en Valladolid, el Marqués de Salamanca le envía a Roma a dirigir las obras de nuevo ferrocarril al Vaticano. Los Llanos vendieron la casa de Valladolid y acompañaron a los Brockman a Roma, donde llegan a principios de marzo de 1861 —en pleno proceso de la unidad italiana—. Comparten una gran casa con los Brockman, siendo once personas en total en la misma. Al poco tiempo, Fanny se encontró con Joseph Severn, quien la acompañó al cementerio protestante de Caio Cestio de la capital italiana, donde estaba enterrado su hermano, John Keats. En su tumba, Fanny plantó, con sus propias manos, dos laureles a su cabecera. Frederick Locker-Lapmson nos proporciona esta descripción de una Fanny ya mayor: "Ella era gorda y extremadamente tranquila". Estuvieron cuatro años en Roma, hasta que Brockman terminó sus tareas satisfactoriamente y el Papa Pío IX le recompensó con el título de conde en el otoño de 1864. Al poco tiempo marcharon a París, al nuevo destino de Brockman aunque su estancia allí fue breve, pues al cabo de un año ya estaban de vuelta en Madrid, donde vivieron en la calle de Lope de Vega. Leopoldo muere en 1878, dejando sin recursos a su mujer Isabel y a sus seis hijos. Los Llanos vivían entonces en la calle Serrano, pero al volver Isabel y los niños con ellos, se mudaron a la calle Lista número 5, encima del piso ocupado por Luis Llanos y su esposa. En esa época, Fanny Keats solicitó una pensión al gobierno inglés. En este sentido, Buxton Forman —autor de un discutido epistolario de Keats a Fanny Brawne—, fue quién se encargó de pedírsela al gobierno inglés, a cuenta de la «Civil List», y como descendiente de John Keats, pero le fue rechaza. En vista de ello, sus amigos encabezaron una suscripción, que se cerró en noviembre de 1880, cuando iban reunidas 300 libras, porque Lord Houghton y Sir Charles Dilke (el nieto de C.W. Dilke) que entonces era Subsecretario de Estado, solicitaron una nueva pensión al Primer Ministro, Mr. Gladstone, quien se la reconoció, siendo Buxton Forman y Sir Charles Dilke sus administradores.


En esos años la familia permaneció unida entorno a la abuela Fanny, encargada de regir la casa, educar a los nietos e ir sacando a todos adelante, hasta que la salud de Valentín de Llanos fue empeorando y murió mientras dormía el 14 de agosto de 1885, a los 90 años de edad. Fue enterrado en el cementerio sacramental de San Isidro, patio de Santa María de la Cabeza. Fanny falleció también en Madrid el 17 de enero de 1890 y recibió sepultura junto a su marido.


Al contrario que otras mujeres de su época, Fanny Keats no era aficionada a la escritura, y quizá por ello, no dejó escritas ni memorias ni libros de viaje ni diarios. Sólo se conservan algunas cartas dirigidas a familiares, amigos y estudiosos de la vida y obra de su hermano. En este sentido, desde 1860 hasta 1880, Fanny mantuvo correspondencia con la hija de su hermano George, Emma Keats Speed y el hijo de ella John Gilmer Speed. Aunque sí se conservan algunos retratos de ella, ya que su hijo, Juan Enrique Llanos y Keats, la pintó en alguna ocasión entre 1875 y 1880. Las pinturas originales, con unos mechones de su pelo, están en la Keats House de Hampstead en Londres.
Ángel Silvelo Gabriel

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