Las denuncias van en globo y surcan
campos repletos de presuntos malhechores que vendimian litigios, jueces y
abogados. Desde una cierta altura las cosas se ven diferentes, pues el bien
pasa inadvertido y el mal no lo parece tanto. Es más, con un simple golpe de
teclado doy en el blanco, y enseguida veo cómo llueven expedientes con
historias repletas de miserias humanas sin resolver, hasta que un proyectil en
forma de antivirus aparece por la parte derecha de la pantalla e impacta de pleno
en mi come expedientes que, poco a poco, pierde su eficacia destructora. Yo
intento salvarle pulsando Esc, sin embargo, cuando creo que he ganado la
partida, veo cómo mi jefe abre la puerta de mi despacho. Pulso Ctrl+Alt+Supr y
abandono a mi destructor de denuncias voladoras antes de que sea consciente de
donde van a parar los recursos del juzgado, Él nunca entendería que, un vulgar
auxiliar de justicia, se tomara la ídem por su mano,y de paso, le dejara sin
trabajo.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
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