¿Quiénes somos de verdad?, esa es la pregunta que Ray
Loriga se hace en su nueva novela, Rendición, como si fuera un Gulliver distópico que necesita de la
mirada de los demás para saber cuál es el propio tamaño de su valor, y de paso,
de su existencia y el mundo. Aquí, el autor arriesga, y podríamos decir que
sale victorioso, pues ha trazado la línea de lo admisible y lo previsible para
saltársela desde la primera línea y atreverse a romper con el resto de su producción
literaria hasta el momento. Hay libros necesarios, libros arriesgados y libros
valientes, de ésos que nadie pide ya a los libreros, y éste es uno de ésos,
pues está concebido y escrito para romper fronteras e instalarse en el terreno
de las incertidumbres, los miedos y la introspección que, de una forma
aparentemente sencilla, nos llevan hacia la reflexión acerca del mundo que
hemos creado, del mundo en el que vivimos y del mundo del que parece nada
esperamos salvo la eterna felicidad. El protagonista de esta novela no tiene
nombre, pero desde ese anonimato tan universal es capaz de enfundarse el
disfraz de la duda que le lleva a buscar en la oscuridad y en la necesidad de
sentirse un antihéroe. El olor a tierra mojada o la percepción del cambio de la
luz a lo largo del día son percepciones con las que se alimentan nuestros
sentidos, y que a su vez, nos producen sentimientos como el amor o el odio, y no
sólo eso, pues son cambios que van más allá de la transparente falacia del
estado del bienestar en clave de fábula y lexatin en el que se está
convirtiendo este mundo plagado de autocomplacientes. Hay que reivindicar la
duda, la oscuridad y la infelicidad a prueba de orfidales y valliums antes de
caer en el abismo de la nada más absoluta. Y eso, a al menos, es lo que parece
mostrarnos Loriga a la hora de plantearse un largo y profundo diálogo
interior de más de doscientas páginas que, en sus inicios, nos recuerda a La carretera de Cormac McCarthy, y esa
destrucción de un mundo de la mano de un hombre que sólo precisa de su ego para
salir adelante. ¿Por qué tenemos tanto miedo a ser distintos al resto o a
definirnos tal y como nos sentimos y no tal y como nos ven los demás? Las redes
sociales se abastecen en su una buena parte de nuestra propia estupidez y no
parece que haya nadie capaz de romper ese refugio de confort en el que nos
sentimos tan a gusto. En este sentido, Ray Loriga nos sumerge en un mundo
donde el caos deja de ser universal o ni tan siquiera colectivo, para acabar
aislado a la mínima expresión del antihéroe que va en busca de una libertad que
acaba en rendición, ¿o no?, pues esa es una de las claves que deberá desentrañar
cada lector al término de la novela. La narración admite más de un final y Loriga,
en este caso, sólo ha optado por uno de ellos.
Por otra parte, la valentía de esta obra no es solo de
concepción, sino que también se encuentra sumergida en su estilo, en la voz del
protagonista y en el músculo estilístico que desarrolla el autor a lo largo del
texto, pues acorde o no con su trayectoria anterior, sí que hay que resaltar
que esta es una novela escrita por un escritor que se dedica a escribir, y que
además, es español. Lo que no es baladí si nos atenemos al cada vez más
numeroso intrusismo existente en el panorama editorial español, por lo que
cabría decir que el Premio Alfaguara del año 2017 es más una victoria que una
rendición. Es verdad que Rendición es una historia sobre la
pérdida de identidad del hombre y el desarraigo, pero también es, sin duda, un
texto sobre la necesidad de ser otro para de ese modo llegar a ser uno mismo sin
más mentiras que las propias y sin otras drogas ni medias verdades que las
suministradas por un estado totalitario disfrazado como de bienestar. Aquí es
donde la reveladora oscuridad del antihéroe se alza como una daga sobre la
verdad impuesta por los otros, ya sean éstos los más cercanos e inocentes, o
los poderes establecidos más poderosos. El autor nos habla de la literatura de Coetzee,
Cela, Rulfo o de la producción fílmica de Tarkovski a la hora de la
deuda inspiradora de esta fábula sobre la necesidad del cambio, el propio y el
ajeno, a través de una retro-ficción en forma de futuro que aún no ha sucedido,
o habría que preguntarse que quizá sí.
Rendición es una novela valiente, necesaria y con un acopio de literatura
de la de toda la vida que arrolla tanto en su forma como en su contenido y, que
un lector necesitado de literatura de la verdad, agradecerá, pues son muchas
las preguntas que quedan en aire sin responder, a las que cada cual deberá
darle, al menos, una vuelta de tuerca para no caer en la transparente falacia
del estado del bienestar en clave de fábula y lexatin.
Ángel Silvelo Gabriel.
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