Apabullante
como la potencia sonora y visual de las versiones de las canciones, nuevas y de
siempre, elegidas para esta última gira: Loco por cantar; indulgente con la
mediocridad del mundo; apoteósico en la madurez de su carrera como músico y como
mito; el indie más indie del panorama español. Así se
presentó ayer en el Wizink Center de Madrid un rejuvenecido Raphael
ante 15.000 personas que abarrotaban el recinto de una forma mágica, pues lo
hacían a golpe de linterna de móvil o de grabaciones de vídeo que hacían de las
gradas y del patio de butacas un éxtasis de luciérnagas nerviosas que luchaban
por ese instante de magia que recordar en el futuro. Instantes de magia hubo
muchos a lo largo de las dos horas y media que duró el concierto, porque aunque
empezó de una forma mucho más cercana al pop-rock (formato elegido por Raphael
para esta gira), al cabo de las tres primeras canciones, él les dijo a sus
fans: «no os preocupéis que a pesar que de momento han sonado tres de las
canciones de mi último disco, todos sabemos a lo que hemos venido aquí». Y
dicho y hecho, porque nada más pronunciar esas palabras comenzaron a sonar los
acordes de Mi gran noche, lo que
produjo la primera gran algarabía de la noche en el patio de butacas. Raphael
dice en sus entrevistas que siempre trata de montar un espectáculo
distinto en cada gira, y a fe que, por los vistos hasta el momento, lo consigue
año tras año. Ayer, acercando con gran acierto sus canciones a un formato
pop-rock tan potente como majestuoso, porque la gran profesionalidad de sus
músicos así nos lo atestiguaron, llenando de matices cada uno de los temas con
las cuerdas de sus guitarras, bajo, baterías, teclados o piano, lo que unido a
un no menos acertado juego de luces y elección de las imágenes proyectadas en
las pantallas hicieron de su actuación algo distinto, aunque sonaran sus
canciones de siempre.
Fue
una noche especial, de eso no cabe duda, de ahí que Raphael también quisiera
regalar momentos nuevos y únicos a sus fans. Lo hizo a través de dos colaboraciones.
La primera con Vanesa Martín interpretando el tema, Cada septiembre, que ella le ha compuesto para su último disco, Infinitos
bailes, donde se ha rodeado de catorce artistas vinculados, de una
forma más o menos directa, a lo que los especialistas denominan como indie español. Un tema donde ambos
derrocharon una gran complicidad tanto de gestos como de voces. No obstante, la
gran sorpresa de la noche fue la presencia de Iván Ferreiro en el
escenario, cantaron a dúo Carrusel,
el tema que el compositor gallego compuso para este último trabajo de Raphael.
Aquí, de nuevo, la complicidad entre ambos fue exquisita, pues no faltaron ni los
abrazos ni el baile sintético del gallego Ferreiro que parecía muy a gusto al
lado del maestro, como él mismo le llamó al entrar al escenario. En dos horas y
media de concierto hubo mucho espacio para todo tipo de canciones, intervalos e
interludios musicales, por ello, no fue extraño el tiempo que Raphael
le dedicó a sus canciones latinoamericanas, como él mismo las denomina y, que
ayer, atacó de una forma más acústica. No obstante, el concierto siguió su
curso sin apenas interrupciones más allá de las grandes ovaciones que pusieron
en pie a los asistentes en infinidad de ocasiones, o de los cortos sorbos de
agua que dio Raphael a lo largo del concierto, o de las tres o cuatro intros con las que nos deleitaron sus
músicos, auténticos portentos que ayer exhibieron su músculo musical, infinito
de genialidad y talento, pues aparte de la gran voz y personalidad del mito —Raphael—
el éxito de éste no sólo se sustenta en la calidad de su voz, su saber estar o
la profesionalidad de aquellos que le componen sus canciones, sino que también se
sustenta en el soporte de los grandes músicos que le acompañan en sus directos.
Pasadas
las dos horas cualquiera de las canciones elegidas parecía la última, sin embargo,
el entusiasmo de sus seguidores que no paraban de aplaudir, y el conocimiento
que el artista tiene de los gustos y sensibilidades de sus fans hizo que se
fueran descorchando una a una sus grandes bazas musicales. Canciones, todas
ellas, que levantaron en infinidad de ocasiones a los allí presentes y, no sólo
eso, sino que gran parte de las quince mil almas que allí había, coreaban todos
y cada uno de los estribillos en los que Raphael les daba el protagonismo y
la oportunidad de compartirlos con todos ellos. Quizá, hoy todavía estaríamos allí,
si no fuera porque la hora de cierre de las instalaciones no se podía demorar
mucho más allá de las doce de la medianoche, lo que ocurrió como si de unas adelantadas
campanadas de fin de año se tratara, pues al llegar a esa hora, la luciérnagas
del escenario apagaron sus luces para dar paso a las luces de la imaginación y
la ensoñación de sus seguidores, que se fueron convencidos de que habían
presenciado un nuevo triunfo apoteósico de una “nueva” estrella del indie español, llamada Raphael.
Ángel Silvelo Gabriel.
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