Al despertarse, el dinosaurio se vio
reducido a un diminuto muñeco de peluche. «Navegando entre gigantes», pensó.
Pero justo antes de cerrar de nuevo sus ojos para poder seguir soñando, se
dijo: «ayer también imaginé que ponía un pie en el aire y veía la ciudad
iluminarse por arriba y no por eso dejé de ser lo que soy, un enorme
dinosaurio».
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
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