martes, 22 de septiembre de 2009

LA NOCHE EN BLANCO (MADRID)



La noche en blanco como excusa para disfrazar de fiesta a nuestra rutina diaria. Insomnes alentando la leyenda de lo que apenas existe. Cielos nublados acompañando al asfalto que por unas horas deja de ser sobado por pesados neumáticos de caucho y se deja cariciar de pies recubiertos de una alegre emotividad.

Nosotros dejamos el coche aparcado cerca de la Plaza de Colón y empezamos nuestro níveo deambular nocturno, una ruta privada de una ausente luna que nos guiara. A falta de señales y un programa al que someternos, caminamos en dirección a la Plaza de Cibeles. Nada más comenzar, dimos con la representación de las obras de Lope de Vega en las escalinatas de la Biblioteca Nacional, un magnífico escenario para rendir homenaje a nuestras letras, y a uno de nuestros más grandes autores. Enseguida pensé que no había mejor lugar que aquella incómoda escalinata para los actores, como paradigma y emblemático guardián de parte de nuestros recuerdos. Con una magnífica iluminación y un mejor sonido, asistimos al final de una de las repesentaciones (para mí lo mejor de la noche), y en las que extrañamente apenas había gente.

Al llegar a Cibeles, le hicimos una foto a la Diosa esquivando las vallas que la protegían. En ese momento, y sin darnos cuenta, emulábamos a los osados jugadores de fútbol que de vez en cuando se encaraman a sus lomos festejando sus triunfos. Al fondo de esta estampa, una gigantesca pantalla delante del actual Ayuntamiento nos invitaba a imitar los movimientos y el baile de dos señores que no conocía. Continuamos bajando hasta el Cuartel General de la Armada, donde una gran cola esperaba poder disfrutar de su famosa escalera y de las espectaculares estancias que les esperaban una vez hubiesen vencido tan inmenso desnivel. Un poco más abajo un Dj en una carpa de RNE pinchaba música caribeña con la intención de animar a unos espectadores que no tenía. Nos asomamos al Museo del Prado y una gigantesca cola aguardaba poder disfrutar de sus cuadros, pero nosotros giramos a la derecha y en la Plaza de Neptuno, otra chica nos invitaba a bailar en el stand de Samsung, y aquí si que había más personas que imitaban todos sus movimientos con un pañuelo rojo.

De salto en salto, de valla en valla y de zanja en zanja, llegamos a lo que yo esperaba iba a ser la gran sorpresa de la noche en blanco, pero ¡oh!, la iluminación de la Gran Vía no era tal y unos tímidos focos levantados en un sinfín de torretas, iluminaban de vez en cuando y levemente, las fachadas de los edificios, que de por sí, ya estaban iluminados. Pero como lo de menos de este tipo de atracciones es lo que se anuncia sino lo que se ve y se vive, pues eso, que vimos a la directora Chus Gutiérrez grabando la película que la habían encargado sobre el evento, y nosotros, que no queríamos pasar a la posteridad, conseguimos taparnos a tiempo nuestros caretos y seguir sin desvelar nuestro anonimato para el gran público (je, je, je) mientras la banda municipal que les acompañaba interpretaba un famoso chotis.

De la Gran Vía a la Calle Preciados, de ahí a Casa Labra (intento fallido de tomarnos una cerveza), y un poco desesperados marchamos por Arenal hasta Ópera, y un poco más abajo a la Pza. de Oriente. Justo al llegar, acababan de proyectar uno de los pases de Bienvenidos Mr. Marshall, pues nada otra vez será nos dijimos, mientras Amaya Arzuaga compartía el banco de piedra con nosotros y unos amigos. También desistimos de tomarnos algo en el Café de Oriente y cuesta arriba hasta la Pza. Mayor con la intención de inaugurar por nuestra cuenta el remozado y coqueto Mercado de San Miguel, pero otra vez erramos en el intento, pues estaba lleno de gente y basura. Salimos hacia la Pza Mayor, pero Benjamín Prado y sus carteles recitando poesías ya habían desaparecido, en vez de eso, una joven pareja de jóvenes extranjeros nos miraban estupefactos mientras miles de personas pasaba a escasos milímetros de su mesa y su paella.

Pues nada, calle Carretas abajo, otra vez mayor a la Puerta del Sol y por fin llegamos a la Finca de Susana, donde unos amables asiáticos nos dieron de cenar rápido y barato. Una vez repuestos de tanta caminata y reconfortados de nuestra desilusionante noche en blanco, cogimos la calle Alcalá, y de nuevo el Paseo de Recoletos... hasta el coche.

Lo mejor de la noche en blanco, sin duda, las personas que a poco que se les haga partícipes de algo, ahí están apuntándose a todo. Lo peor, el resto, ya que llegamos a la conclusión que la crisis también se había pasado por esta alternativa de ocio.

2 comentarios:

Picasso dijo...

Era la primera vez que asistía a una noche en blanco y mi visión nada tiene que ver con la "romántica" visión que nos has dejado, pero me alegra notablemente que así haya sido.

Mi recorrido me llevo a disfrutar de los actos más cercanos al Baile. Disfrute con las lecciones de baile clásico (me hizo recordar una juventud, casi niñez muy lejana cuando intenté aprender a bailar) a las afueras del Museo del Prado, el Hip-hop del Reina Sofía (pasee por los pasillos del museo por la noche y un "guiri" me pregunto que si hablaba inglés y de qué iba todo esto), me encantó ver a los críos disfrutar con el baile, la plaza del edificio Nouvel estaba llena. También disfrute del Jazz del Caixaforum (hasta arriba), otra plaza abarrotada y de las propuestas más tecnológica en el Lab justo detrás donde una amable animadora nos explicó la obra y las posiblidades de interacción que ofrecía. Pasee por la Gran Vía (el espectáculo lumínico me pareció muy pobre, incluso el del Edificio de Telefónica donde se ha hecho un maravilloso trabajo de conjugar arte y negocio) pero cualquier excusa es buena para poder los edificios de la Gran Vía desde "otra perspectiva", pero había un ambiente de botellón y de obras (toda la plaza de Callao levantada, por las faraónicas obras del alcalde Ruiz-Gallardón que me hace el día a día muy incómodo y creo que muy pobre para los turistas que nos visitan) que me desilusionó y casi entristeció.

Por último en La Cibeles el DJ ya hacía su trabajo y Soft Cell y Depeche Mode pusieron el broche final a mi noche en blanco, que de haber ido con otra compañía hubiera prolongado bailando a toda pastilla (junto a la Cibeles, eso si que es contraste).

Las expectativas eran muy altas, debido al nombre de Rafael Doctor, magistral ex-director del MUSAC, ese fue mi error... Quizás la próxima edición con menos expectactivas disfrute más de las propuestas.

angel silvelo dijo...

Picasso, muchas gracias por tus comentarios, tienes el honor de inaugurar esta sección junto a Beatriz, que hace tiempo que no se prodiga en ello.
Agradecerte también que tus comentarios no se limiten al gracias, guau, etc., que tanto se prodigan en la red. Lo que sin duda enriquece este pequeño cajón de vivencias que es Fragmentos, un rincón lleno de pedacitos de mi universo particular que van más allá de lo cotidiano, y gracias a vuestra participación llegan a tomar forma y sentido a la parábola del mensaje en la botella que se lanza al mar en busca de respuesta.

Respecto a la noche en blanco, la verdad es que la redacción me salió así de dinámica, pero para nada pretendía que fuera una visión romántica, sino más bien trepidante, llena de aglomeraciones y sin nada de lo que poder disfrutar si no era de la compañía de la persona que uno quiere que esté a su lado, pero gracias a tu comentario tamnién hemos podido completar un poco más el puzzle en crisis de esta manifestación popular y callejera.