viernes, 20 de agosto de 2010

FEDERICO FELLINI: EL CIRCO DE LAS ILUSIONES


No se nos ocurre mejor título que el empleado por el comisario de esta exposición Sam Stourdzé, para ilustrar la sin par y acrobática capacidad creativa de este mago del celuloide. Después de su paso por Barcelona, la sede del Caixa-Fórum en Madrid, recoge hasta el próximo 26 de diciembre y a través de 400 piezas, la singularidad de lo que se ha dado en llamar el universo felliniano, una etiqueta con la que el mundo de la cultura ha decidido inmortalizar a Fellini como el rey del exceso onírico.


La exposición se divide en cuatro bloques (cultura popular, Fellini en acción, la ciudad de las mujeres y la invención biográfica) y en ellos, podemos adivinar gracias al generoso esfuerzo visual que se ha llevado a cabo mediante fotografías, dibujos, revistas, cómics, carteles, entrevistas y extractos de algunos de sus filmes, la singladura del gran cineasta italiano a lo largo de su vida. Entre otros, sus comienzos como caricaturista o su primera incursión en el cine de la mano de Roberto Rosellini. Aunque lo más interesante de la muestra, sean sin duda las anecdótas que la ilustran, como por ejemplo la que nos relata que cada vez que iba a iniciar el rodaje de una de sus películas, insertaba un anuncio en los periódicos para reclutar extras, a sabiendas que asistirían en un número superior a mil, todos los locos, prostitutas y policías de Roma, de entre los que sólo elegiría a dos personajes.


Otra de las características de la exposición, es su fascinación por las mujeres, lo que le lleva a sumergirse una y otra vez en diferentes prototipos femeninos como son el de su mujer Giulietta Masina en Las Noches de Cabiria, o Anita Ekberg como prototipo de la mujer diosa y su ya famosa escena de La Fontana de Trevi en La Dolce Vita, o la opulosa estanquera de Amarcord, y que en la muestra se encuentran recogidas a modo de extractos fílmicos para deleite de los visitantes, lo que se completa muy bien con la ingente cartelería y la minuciosa recopilación de diarios ya amarillentos de la época (algunos de ellos visiblemente doblados) pero que dan fe de la convulsión y autenticidad de un arte que pone a prueba el paso del tiempo.


Este excesivo e intemporal cineasta, retrata como nadie su particular universo onírico a través de una serie de dibujos (algunos de ellos excelentes) con los que nos ofrece la oportunidad de ser partícipes de las obsesiones de un genio que no descansa ni en sus sueños, que se caracterizan por sus singulares obsesiones que más tarde plasmará en sus películas.


Dentro del capítulo de las anécdotas, no deja de llamar la atención tampoco, que a pesar de su repulsión por la publicidad y la televisón, ésto no le resultó un impedimento, para acabar sus días rodando únicamente anuncios publicitarios que más tarde se pasarían por televisión, lo que nos demuestra que él tampoco fue capaz de parar la inmensa maquinaria de la caja tonta.


Fellini, su vida, su circo, y en definitiva su universo de ilusiones, nos colma de sensaciones e imágenes que nuestras retinas retendrán como si ya fueran nuestras para siempre y a las que cada uno de nosotros dará su particuar interpretación, porque esa era su obsesión: mostrar.

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