martes, 13 de marzo de 2012

LA INVENCIÓN DE HUGO: EL CINE COMO GRAN FÁBRICA DE SUEÑOS.

Los transparentes ojos azules de Hugo representan el cine y su capacidad para captar imágenes de retazos de vida, gestos, sueños… Esa avidez e inocencia de un niño huérfano y desprotegido, son la perfecta encarnación de una industria que nació desamparada, pues sus inicios fueron los de un invento científico más, lastrado a las barracas de feria, hasta que Georges Méliès se dio cuenta de la verdadera dimensión del invento de los hermanos Lumiére para contar historias. Él, sin duda, fue el precursor del cine como lo conocemos hoy, con montaje, efectos especiales, decorados, actores, figurantes, etc. En este sentido, no se me ocurre un mejor regalo que un padre le puede hacer a un hijo, que el que le ha hecho Martin Scorsese a su hija de diez años, porque con él, aparte de mostrarle a lo que se ha dedicado su padre con tanto ahínco, nos ha trasladados a todos, el verdadero amor de un profesional hacia su oficio, que en este caso, se traduce en una maravillosa película que rezuma el amor de un meticuloso orfebre por su trabajo.

La invención de Hugo es una fantástica historia de deseos que giran en torno al cine, pero que como cualquier otro tipo de anhelo que tiene el ser humano, fue interrumpida por el sino histórico que a cada persona le toca vivir. En este caso, la Gran Guerra es la culpable que produce un gran acantilado en la vida de Méliès y el cine, como más tarde lo sería el sonido para el cine mudo (ejemplarmente escenificado en The Artist), o la llegada del color para el cine en blanco y negro. Clásicos y modernos, todos ellos comparten la misma materia prima; esa infinita y mágica necesidad de contar historias que nos hagan soñar, porque el cine es eso, una gran fábrica de sueños, y ese es el mensaje con el que nos quedamos y que Scorsese ha tratado de transmitirnos en una película de aventuras e intriga, que a pesar de ir dirigida a los más pequeños (no se me ocurre mejor excusa para que un niño empiece a amar el cine), es algo más, porque La invención de Hugo es el sincero homenaje de un gran cineasta hacia su profesión, que en esta ocasión, se ha servido de esa otra pulsión que es la necesidad de conmover, para hacernos ver ese puro y profundo sentimiento al que ha dedicado toda su vida.

Ese cariño hacia el cine y su industria, no es algo que esté de moda en los últimos tiempos, películas como Cinema Paradiso de Tornatore, también lo hicieron desde esa perspectiva que nos proporciona la inocencia de un niño pobre que tiene la fortuna de refugiarse en el cine. Con todo, La invención de Hugo también atesora otros elementos que la hacen una candidata a ser recordada por todos aquellos que la vean. Si Woody Allen nos mostraba una preciosista París en su última película Midnight in Paris, la ciudad de la luz que nos muestra Scorsese no es menos bella, y sale magistralmente retratada desde las alturas, iluminada por una tenue luz de cuento.

A todo esto, hay que añadir la gran actuación de un Ben Kingsley en el papel de Méliès, que borda, y la de los niños Asa Butterfield (Hugo) y Chloe Moretz (Isabelle), que son portadores del mensaje que este film lleva escondido debajo de cada fotograma, que no es otro que el cine como una gran fábrica de sueños.

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.

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