martes, 8 de octubre de 2013

NICOLÁS PASTORIZA, POETAS & MOTOCICLETAS: GOTAS DE AMOR, PSICODELIA, IRREALIDAD Y MUCHA POESÍA DE LA VIDA.

Poetas y motocicletas como un viaje onírico entre las hojas de los árboles de un bosque donde las rodadas del último coche que por allí pasó son sólo las pistas equivocadas de dos mundos paralelos. Poetas y motocicletas como un ejercicio compositivo donde las letras son tan importantes como las melodías, y de cuya conjunción salen siete pequeñas joyas musicales que son el resultado introspectivo de un mundo muy particular; el universo de Nicolás Pastoriza, músico pegado a los talones de Iván Ferreiro, y del que ha sabido extraer la fuerza melódica de los medios tiempos para llegar a una cúspide muy alta. En la falta de falsos artíficos es donde resalta este Poetas y motocicletas, perfecta combinación del día a día con destellos de grandeza, la propia, la que de verdad cuenta… aquella que viene patentada con la marca de la dignidad más brillante. Hoy en día es muy difícil encontrar ese equilibrio tan bien resuelto entre música y letra y Nicolás lo consigue con matrícula de honor cum lauden. Es casi imposible no tropezar con tres, cuatro, cinco o hasta seis magníficas frases en cada canción del disco que, en sí mismas, se comportan como pequeños capítulos de una gran serie: la vida. Bajo la que en ocasiones podríamos denominar como estética sonora circense, se esconde el gusto por la sencillez más arrebatadora, a la que Nicolás Pastoriza añade sólo unas gotas de amor, psicodelia, irrealidad y mucha poesía de la vida. 

El disco se abre con el tema Psicofonía en Fa M, una canción que, bajo las coordenadas de un órgano con tintes muy circenses, deambula por una senda algo diferente al resto del disco, pero que sin duda, ya nos muestra las señas de identidad de una cacofonía cuando menos singular. Esta sucesión de psicofonías son sólo el modo más personal de enseñarnos una ópera musical plagada de sonidos muy cercanos al autor (naturaleza viva), y que no son, sino el punto de partida hacia ese otro lugar al que poco a poco Nicolás Pastoriza nos lleva. Esa primera etapa del nuevo camino se materializa en el tema Drogas (2.0), una canción donde al inicio de la misma, las guitarras susurran junto a unos envolventes teclados, para más tarde, romper en un grunge pausado como el anuncio de una tormenta de final del verano: “inevitable fue inventar lo que tenía que pasar… inevitable es dormir o respirar”, y donde la voz de Nicolás nos recuerda a la Javier Urrutia de los extintos Gabinete Caligari, pero que más tarde se transforma en un estribillo muy hippie: “hoy salvaría toda la humanidad, hoy con un fuerte abrazo de tu ansiedad/ drogas que me hacían sonreír, como tú me hacías sonreír, drogas que se pueden programar para medir felicidad, drogas que me pueden abrazar cuando no estás”, y así es este tema, una perfecta combinación de las sensaciones más melancólicas en las ausencias, pero cargadas de buenas intenciones. Un tema inevitable que en un fundido marca de la casa, nos lleva a otro inevitable Plutón, gran canción que precede a la estrella del disco. Este corte tiene un inicio más que casual con otra de las canciones del nuevo disco de Iván Ferreiro, si bien, en la de Nicolás Pastoriza deviene en una perfecta espera sobre aquello que más deseamos. Intensos medios tiempos psicodélicos para vivir en un constante presente; una condena a la que se enfrenta el protagonista de esta canción:  “otro domingo en Plutón… nunca llegará mañana… hoy me desperté como un astronauta en hibernación”, sonidos que nos mecen los sueños y nos ayudan a vivir la eterna espera sin presión. 

Poetas y motocicletas también como la perfecta fusión de sonidos jazzies procedentes de algunos grupos ingleses de los ochenta fundidos con notas mod de finales de los setenta, eso y una gran letra es Ojos gris metalizado; cúspide del disco y de la ruta que nos propone recorrer su autor, un gallego a medio camino entre el monte y el mar, la realidad y los sueños, las sirenas y los duendes…

Te he vuelto a encontrar esta mañana en la oficina del INEM

No se si iba buscando un trabajo o te buscaba a ti también

La misma funcionaria que nos mira con rencor

Las fotocopiadoras y su olor

El hilo musical y su canción

Harán que pierda la razón

Los organismos oficiales y el amor.

La gente sigue en fila

Y hace rato que dejaron de avanzar

Huimos del país hundido

Y nos fuimos a desayunar

El café está ardiendo en nuestros vasos de papel

No hemos conseguido un empleo

Quien nos iba a dar un empleo

Ya te estoy echando de menos

Y el café aún no se enfrió

Tus ojos son tan raros

Son gris metalizados

El color de fuertes tormentas

El color de los coches caros

Los veo en todos lados

En el papel pintado

En la luz de la estratosfera

Al llegar al supermercado

Para mañana ya se ha convocado una huelga general

Yo sigo levitando impasible en mi propio viaje astral

Fue como aquel que hice cuando yo te imaginé

Viajando por países pequeños

Saltando entre mis pequeños sueños

Que nunca se llegaron a cumplir…

Una más que acertada visión de la realidad con tintes de historia de amor y bajo la que se cobija una gran canción a la que por no faltarle no le falta ritmo ni le sobra parsimonia; un gran acierto.

Tras esta cúspide musical, que por sí sola nos lleva a afirmar sin ruborizarnos que estamos ante uno de los mejores discos del mundo indie español del año 2013, saltamos a otra gran canción que, además, le sirve a su autor para darle título al disco. Poetas y motocicletas en esta ocasión se convierten en un himno de ritmo pausado de guitarras y psicodelias armonizadas con la voz de Pastoriza, libre como el aroma que destilan sus letras, donde los paisajes imposibles de nuestras más profunda oniria se encadenan uno tras otro en la misma sucesión sonora que el autor gallego nos propone en un sinfín de sonidos del mundo que nos rodea. Una gran canción que se encadena con Basura espacial, donde la irrealidad de los sueños se precipita en una cascada de bajos oscuros ochenteros y nostálgicos, en el que las brumas de la música anglosajona recorren cada nota de esta emblemática canción como sólo lo puede hacer la melancolía que toca la mano de los verdaderos sentimientos. Deseos, frustrados o no, son deseos al fin y al cabo y este tema es una perfecta muestra que una vez más nos enreda en el universo musical de este compositor cien por cien genuino en su forma de componer y vivir la música. Y a través de un bucle mágico de silencio llegamos a M.I.L.F, la canción que cierra este gran disco, y en donde los sonidos de los teclados se funden con esa forma de cantar tan propia de Nicolás Pastoriza, poeta del viento que moldea las nubes y los corazones de quienes le escuchan. Así, a ritmo de psicodelia pausada, acaba la nueva aventura musical de Nicolás Pastoriza, una perfecta mezcla de unas gotas de amor, psicodelia, irrealidad y mucha poesía de la vida.

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.

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