Lo primero que sorprende de esta exposición es su
ubicación, pues está situada en el sótano -1 del emblemático edificio del
Círculo de Bellas Artes, lo que le infiera, ya desde su inicio, una identidad
clandestina. Una presunción que enseguida nos desmiente el gran mural
audiovisual que, en tonos oscuros, y situado en la pared del primer descansillo
de la escalera, nos recibe con grandes instantáneas del poeta, y que contrasta
con el cuadro de Antonio Santos que, también en formato gigante, nos sirve como inicio
de esta exposición audiovisual de la vida y la obra del más ilustre de los
poetas portugueses. Hay que hacer constar que, el cuadro de Santos, está extraído de la última
ilustración del librito editado por Nórdica
libros que lleva por título: Pessoa
gafas y pajarita, con texto del periodista y escritor Jesús Marchamalo, al que
acompañan las ilustraciones del ya mencionado Antonio Santos. Sin duda,
una inmejorable entrada al laberíntico universo pessoano, pues la ilustración
elegida retrata muy bien la multiplicidad del poeta portugués y a su amada
Lisboa. En este sentido, hay que hacer notar que la exposición es de carácter audiovisual,
y que por parte de los organizadores de la misma se ha tratado de hacer un
guiño hacia el atlas vital de Pessoa, pues la han dispuesto como
si de un café —de esos que tanto visitaba Pessoa— se tratara, lo que enfatiza
—junto a la escasa iluminación y a los tonos oscuros de las paredes—, la pálida
metafísica del desasosiego que inunda la vida y la obra del poeta. Encima de
unas mesas y alrededor de unas sillas, se distribuyen diferentes pantallas de
ordenador en las que se puede acceder al atlas vital, literario y geográfico de
la dualidad inseparable que conforman Pessoa/Lisboa. Así, de una forma
interactiva a través de un mapa hipertextual, podemos recalar en cada uno de
esos lugares, o espacios a los que se acompañan distintos fragmentos de las
obras del poeta.
La segunda herramienta con la que poder acceder a ese país
onírico llamado Olissipo de la mano de Pessoa, es disfrutar del documental cuyo
título da nombre a la exposición. Se divide en 27 escenas por las que se
recorren las moradas que habitó el poeta en la ciudad de las siete colinas, y
que de la mano de sus poemas, nos sirve para ilustrarnos más si cabe acerca de
la poesía filosófica de un escritor que quiso llegar más allá de aquello que
veía. Esa singularidad le llevó por muchos caminos que, él, de una forma
consciente, fue andando en soledad, en silencio y con la única meta fija de su obra.
No quiso que nada ni nadie le distrajera de lo que en verdad era importante. «Navegar
es preciso», nos dejó dicho, y a base de extender sus velas a lo largo y ancho
del Tajo, surcó los límites de lo imposible, pues en apenas un kilómetro
cuadrado de extensión, fue capaz de construir todo un país, todo un mundo que
no conocía otras fronteras que las de su infinita imaginación, porque sus
creaciones literarias y sus poemas son esos espacios inabarcables que, como el
eco, se propagan al último de los confines de las montañas de su ciudad,
colinas en este caso, que en la contextualidad de sus palabras, sólo eran el
soporte físico con el que acotar sus sueños. Atravesar cada calle, cada plaza,
cada habitación o café de la mano de esa saudade
con la que impregnaba a sus poemas, es hacerlo a través de las etapas de un viaje
que nos lleva hacia esa otra vida que no conoce de los días y de las noches, pues
al igual que la niebla que se levanta desde el Tajo cada mañana nos convierte
en fantasmas de nosotros mismos, los versos de los poemas de Pessoa
discurren por nuestras venas como una droga tenue que nos impregna el alma del
elixir de los dioses desterrados
que caminan en nuestro interior como esos hijos a los que nunca vimos nacer, y
que se comportan como las sombras de nuestros sueños. Ecos de nuestros
pensamientos que una vez formaron parte de nuestras entrañas, pero que se
volatilizaron en el instante en el que quisimos hacerlos de carne y hueso.
Dioses desterrados que se transforman en dioses perdidos de una cultura clásica
que no existe. Dioses de la nada, de un olimpo irreal y desbaratado, de un
olimpo sin pena ni gloria en el que ya no nos resulta difícil comprender que,
si no fueron hechos carne, al menos sí se quedaron en ese íntimo y particular
Olimpo que a nadie más que a nosotros pertenece, pues es un espacio donde las
deidades no son tales, sino meras recreaciones de nuestros más íntimos deseos.
La facilidad a la hora de crear esa especie de jardín de monstruos propios, es
directamente proporcional a nuestra imaginación, y que en el caso de Pessoa,
se tradujo en una vasta y majestuosa capacidad intelectual y sensorial que le
llevó a crear infinidad de dioses desterrados en las vírgenes tierras de su
mente, donde el mundo, su mundo, se resquebrajó en micro universos con los que
poder crear su drama en gente.
Poema Lisbon visited (1923)
No: no quiero nada.
Ya dije que no quiero nada.
¡No me vengan con conclusiones!
La única conclusión es morir.
La única conclusión es morir.
¡No me traigan estéticas!
¡No me hablen de moral!
¡No me hablen de moral!
¡Saquen de acá la metafísica!
No me prediquen sistemas completos, no me enumeren conquistas
No me prediquen sistemas completos, no me enumeren conquistas
de las ciencias (de las ciencias,
Dios mío, ¡de las ciencias!) —
de las ciencias, del arte, ¡de la
civilización moderna!
¿Qué mal les hice yo a todos los
dioses?
Si tienen la verdad, ¡guárdensela!
Soy un técnico, pero tengo técnica solo dentro de la técnica.
Fuera de eso soy loco, con todo el derecho de serlo.
Con todo el derecho de serlo, ¿oyeron?
¡No me den lata, por el amor de Dios!
Soy un técnico, pero tengo técnica solo dentro de la técnica.
Fuera de eso soy loco, con todo el derecho de serlo.
Con todo el derecho de serlo, ¿oyeron?
¡No me den lata, por el amor de Dios!
¿Me querían casado, fútil,
cotidiano y tributable?
¿Me querían lo contrario de esto? ¿lo contrario de cualquier cosa?
¿Me querían lo contrario de esto? ¿lo contrario de cualquier cosa?
Si fuese otra persona, les daría,
a todos, el gusto.
Así, como soy, ¡ténganme paciencia!
Váyanse al diablo sin mí,
Así, como soy, ¡ténganme paciencia!
Váyanse al diablo sin mí,
¡o dejen que me vaya solo al
diablo!
¿Para qué tenemos que ir juntos?
¡No me agarren del brazo!
No me gusta que me agarren del brazo. ¡Quiero ser solo!
¡Ya dije que soy solo!
Ah, ¡qué fastidio querer que sirva de compañía!
¡No me agarren del brazo!
No me gusta que me agarren del brazo. ¡Quiero ser solo!
¡Ya dije que soy solo!
Ah, ¡qué fastidio querer que sirva de compañía!
Oh, cielo azul —el mismo de mi infancia—
¡Eterna verdad vacía y perfecta!
Oh, suave Tajo ancestral y mudo,
Oh, suave Tajo ancestral y mudo,
¡Pequeña verdad donde se refleja
el cielo!
¡Oh dolor revisitado, Lisboa
de otrora de hoy!
Nada me dais, nada me quitáis,
nada sois que yo me sienta.
¡Déjenme en paz! No tardo, que yo
nunca tardo...
Y mientras tardan el Abismo y el
Silencio ¡quiero estar solo!
Versión
en castellano de Sandra Toro.
Ángel Silvelo Gabriel.
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