Leyó la nota que le habían dejado esta
mañana junto a su cama: «es tu cumpleaños», decía. Estaba como noqueado, y sólo
se le ocurrió sostener la fotografía que iba junto a la nota lo más fuerte que
pudo. Vagamente recordó que el que sostenía la copa como campeón de mus era él.
Le dio la vuelta y leyó: «promoción del cincuenta y dos». Imaginó ese día, pero
sólo pudo recordar petardos y chanclas (espejos).
Tocó la tecla blanca del piano… y
luego la negra, y con ello, ahuyentó a la tormenta del olvido. Cuando era
pequeño le apasionaban los juegos de magia. El que más le gustaba era el de la
chistera de doble fondo. Esa era su herencia familiar, un conejo bajo la
chistera que luego trasladó a su batalla diaria de togas negras y puñetas blancas
mezcladas con legajos, recursos y pleitos (espejismos).
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
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