miércoles, 11 de mayo de 2011

VETUSTA MORLA, MAPAS: COLECCIONISTAS DE SUEÑOS.

En los tiempos que corren, la sociedad española está ávida de impulsos que la saquen de ese agujero negro en el que se haya metida, y Vetusta Morla parece haberse dado cuenta de ello, no sólo por su fresca capacidad de liderazgo en el mundo de la música, sino porque se comportan como auténticos coleccionistas de sueños, capaces de transgredir la rutina diaria a través de ese río sonoro y sensitivo que es Mapas, y alojarnos en ese otro lugar donde los sueños se hacen realidad. El primer acierto de este disco ya estuvo en su magnífica hoja promocional, donde Vetusta Morla nos presenta Mapas de una forma muy literaria, meciendo nuestros miedos y acunando nuestros sueños. Todo ello, en una declaración que tiene mucho de existencial y con un mágico matiz literario que traspasa esa hoja promocional para meterse de lleno en las letras de sus canciones, que gracias al medio tiempo elegido en la mayoría de ellas (imaginamos que cargadas de más fuerza en los directos) nos permiten apreciar un buen número de imágenes hechas con palabras, lo que nos vuelven a reconfortar con el concepto global de música y artista, pues así se comporta Vetusta Morla.

Mapas es la certeza del camino que ya encontraron con su anterior trabajo Un lugar en el Mundo, y más allá de comparaciones inútiles que nos llevarían a establecer una larga tabla de afinidades entre grupos indies españoles y grandes bandas extranjeras (todos beben de las mismas fuentes y tienen las mismas referencias), este disco es una clara demostración de madurez compositiva, que ya en su primer tema, Los Días Raros, se comporta como un todo armónico, donde la profundidad de música y letra, te pone los pelos de punto a poco que uno se deje llevar por la energía magnética de la voz de Pucho: “nos destaparemos en la intimidad con la punta del zapato…, quien iba a decir que sin carbón no hay Reyes Magos”. Una ensoñación que sobrevuela los mismos territorios en Lo que te hace Grande, con una base musical más intensa donde piden paso las guitarras y esos teclados que se trasladan como una cortina sonora de fondo a lo largo de toda la canción, y que En el Río dejan claro su gusto por The Doors, convirtiéndose en una primera aproximación a ese medio tiempo que tan bien ejecuta el grupo madrileño y donde la voz de Pucho se va imponiendo aún a riesgo de sus archicomentados falsetes, dándole un matiz alternativo a la perfecta conjunción sonora del resto de componentes, que convierten la canción en una perfecta armonía de ritmos. Baldosas Amarillas es el camino final de este Mapas si nos atenemos a la nota promocional anteriormente comentada. Un destino, que a nivel musical, mantiene ese concepto nada arbitrario de la perfecta conjunción de música y letra, dando como resultado uno de los buenos momentos que contiene este álbum y que nos prepara para la gran canción de este Mapas, Boca en la Tierra, como paradigma de aquello a lo que queremos llegar cuando escuchamos música. Aquí Vestusta Morla mide a la perfección la intensidad de su sonido con una letra sencillamente genial y repleta de brillantes imágenes: “nos alzaron en brazos…, descubrimos planetas…, nos creímos tan fuertes como héroes de guerra” y que puestos a sacar similitudes que vayan más allá de la consabida de Radiohead, contiene unas magistrales resonancias oscuras de las mejores guitarras de The Cure o U2 por poner sólo dos ejemplos. Boca en la Tierra te envuelve y te puede “en mitad del relámpago” hasta dejarte envuelto en una tormenta de la que nunca te gustaría salir, lo que la convierte sin duda en el estandarte de este Mapas.

El Hombre en el Saco contiene un sonido tribal que desprenden la batería y unos palos que la acompañan, y que sirven de base a las armónicas guitarras y unos portentosos teclados de fondo que nos recuerdan que siempre están ahí, y que es un perfecto enlace hacia Maldita Dulzura, un tema mucho más étnico en su sonido, y donde una mandolina le proporciona un matiz sonoro con un toque que a veces nos recuerda a la música medieval, que recupera el auténtico sello Vetusta Morla en Cenas Ajenas con ese estilismo a la vez desaliñado y formal que tan bien conjugan los madrileños, donde todo parece que encaja de una forma natural y que retoma la rotundidad en Mapas, con señas de identidad muy nítidas de lo que es su último álbum. En este tema, Vetusta Morla vuelve a unir la letra que globaliza todo el disco y ese sonido, que como un tobogán, sube, baja y hasta se detiene para dar un respiro a nuestros sentidos, que no tienen descanso con Canción de Vuelta, pues se comporta como un regreso a las notas con las que se abre el disco, donde las teclas del piano que lo abren, vuelven a dejar huérfanos a nuestros sentimientos. Un tema en el que la aparente sencillez, se torna en majestuosa, envolvente y arrolladora (una de las mejores manifestaciones del medio tiempo de Vetusta), que en Escudo Humano vuelve a parapetarse en los lindes del desgarro existencial, doblemente arropado por las letras estremecedoras de Pucho y esa cadencia sonora que nos recoge para mecernos y que no tengamos miedo. Este pasaporte sonoro exento de caducidad se acaba con Mi Suerte, una suerte de notas musicales que vuelven a decantarse por lo envolvente y esa tenue oscuridad que nos deja acercarnos a la música de este grupo, que se comportan como coleccionistas de sueños.


Reseña de Ángel Silveo Gabriel

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