Nos acaba de dejar el bueno de Delibes, pero sólo lo ha hecho en cuerpo, ya que su alma y su obra estarán ahí para siempre. Esa es la gran ventaja con la que cuentan los creadores, que tras el sufrimiento que se esconde detrás de cada obra, existe la posibilidad de permanencia más allá de su vida.
Delibes empezó su aventura creativa allá por 1947, cuando por su primera novela, La sombra del ciprés es alargada recibió el Premio Nadal de 1948, y que en sus propias palabras, la creación de esta novela se la tomó de la misma manera que muchos en aquella época se preparaban las oposiciones, dada la dificultad existente para publicar en España en esos momentos, lo que de paso, nos da una idea de cómo afrontó su carrera literaria y su vida. Una existencia sin estridencias y dedicada a escribir, el campo, la caza y la pesca, y por supuesto, la familia.
En el período que va desde 1941 a 1963, ejerció los trabajos de caricaturista, redactor, subdirector y director del diario decano de la prensa española, El Norte de Castilla. Época en la que también escribió El Camino o Las Ratas, novelas que fueron compañeras de mis lecturas de juventud y que junto a La Sombra del ciprés es alargada ya nos dan las pautas de lo que será toda su obra, impregnada de un profundo humanismo y una lucha por la vida que traspasa a todos su personajes, creando espacios que ahora se nos antojan lejanos y carentes de sentido, pero a los que él dotó de mucha veracidad, dureza y capacidad existencial, esa que pertenece de una forma intrínseca al ser humano y que le hace capaz de superar las situaciones más terribles de su existencia.
Más tarde, llegarían otras obras maestras, como Cinco horas con Mario, monólogo de una viuda ante el cadáver de su marido que le valió a la actriz vallisoletana Lola Herrera el reconocimiento unánime de crítica y público. O esa otras joya literaria que es Los santos inocentes, por la que Paco Rabal y Alfredo Landa recibirían en 1983 la Palma de Cannes a la mejor interpretación, y que no hacen sino intensificar el proceso evolutivo en su labor investigadora del ser humano, una entelequia a la que Delibes supo tratar en el más amplio de los sentidos.
Gracias a la más que segura recuperación de su obra (si alguna vez estuvo olvidada) las nuevas generaciones podrán descubrir el castellano más formal y mejor escrito y hablado que quizá hoy en día se pueda tener al alcance de la mano, lo que con toda seguridad, llenará de alegría a este gran maestro de las Letras Españolas.
Delibes empezó su aventura creativa allá por 1947, cuando por su primera novela, La sombra del ciprés es alargada recibió el Premio Nadal de 1948, y que en sus propias palabras, la creación de esta novela se la tomó de la misma manera que muchos en aquella época se preparaban las oposiciones, dada la dificultad existente para publicar en España en esos momentos, lo que de paso, nos da una idea de cómo afrontó su carrera literaria y su vida. Una existencia sin estridencias y dedicada a escribir, el campo, la caza y la pesca, y por supuesto, la familia.
En el período que va desde 1941 a 1963, ejerció los trabajos de caricaturista, redactor, subdirector y director del diario decano de la prensa española, El Norte de Castilla. Época en la que también escribió El Camino o Las Ratas, novelas que fueron compañeras de mis lecturas de juventud y que junto a La Sombra del ciprés es alargada ya nos dan las pautas de lo que será toda su obra, impregnada de un profundo humanismo y una lucha por la vida que traspasa a todos su personajes, creando espacios que ahora se nos antojan lejanos y carentes de sentido, pero a los que él dotó de mucha veracidad, dureza y capacidad existencial, esa que pertenece de una forma intrínseca al ser humano y que le hace capaz de superar las situaciones más terribles de su existencia.
Más tarde, llegarían otras obras maestras, como Cinco horas con Mario, monólogo de una viuda ante el cadáver de su marido que le valió a la actriz vallisoletana Lola Herrera el reconocimiento unánime de crítica y público. O esa otras joya literaria que es Los santos inocentes, por la que Paco Rabal y Alfredo Landa recibirían en 1983 la Palma de Cannes a la mejor interpretación, y que no hacen sino intensificar el proceso evolutivo en su labor investigadora del ser humano, una entelequia a la que Delibes supo tratar en el más amplio de los sentidos.
Gracias a la más que segura recuperación de su obra (si alguna vez estuvo olvidada) las nuevas generaciones podrán descubrir el castellano más formal y mejor escrito y hablado que quizá hoy en día se pueda tener al alcance de la mano, lo que con toda seguridad, llenará de alegría a este gran maestro de las Letras Españolas.
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