El próximo 11 de julio se va a celebrar por todo lo alto, en Monroeville (Alabama), el 50º aniversario de la mítica novela Matar al Ruiseñor, aunque dichos actos no van a contar con la presencia de su autora, una anciana Harper Lee (84 años) que sigue recluida en su modesta casa junto a su hermana Alice.
Lee, junto a Salinger y Pynchon, entre otros, sigue empeñada en formar parte de esa reducida, a la par que elitista, nómina de escritores desaparecidos al albor de su primera novela, cuyo éxito les arrastró hasta que se les perdió el rastro.
No obstante Harper Lee, imaginamos que contra su voluntad, volvió a estar de actualidad recientemente con motivo de los estrenos de las dos películas que abordaron la vida de Truman Capote, sobre todo el período relacionado con su novela A Sangre Fría, donde Lee sale retratada como compañera de investigación a su llegada a la población de Holcomb (Kansas).
Pero Matar a un Ruiseñor sigue viva y presente por sí sola, ya que según su editor todavía se venden un millón de ejemplares anuales, como mejor manifestación de la universalidad que supone por un lado el canto a la justicia que la novela lleva intrísecamente en sus líneas, y por otro, el excelente retrato de los sueños y miedos de dos niños que se van abriendo camino en la vida.
Sin duda, también contribuyó a su difusión, la película homónima de Robert Mulligan (un clásico del cine) y dentro de ella, la magnífica interpretación de ese gran actor que fue Gregory Peck (Oscar a la mejor interpretación en 1962 por su papel de Atticus Finch), aunque todos los ingredientes para que Matar a un Ruiseñor fuera un éxito mundial, ya se encontraban en sí misma, pues dentro de ella hay una historia que es capaz de conmover y acercarse a los más íntimos sentimientos humanos, todos esos que se escriben con mayúsculas.
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