viernes, 2 de mayo de 2014

REIKIAVIK EN LA SALA EL SOL DE MADRID (24.04.14): TRECE RAZONES DE SER DE UNA MÚSICA QUE NOS LLEVA A SER INMORTALES


 
Esta vez no hay un abismo al final de la escapada, porque el viento sonoro de Reikiavik no nos transmite esa necesidad de saltar al vacío que últimamente está tan de moda. Eso sí, el grupo madrileño aprovechó su puesta de largo en la Sala El Sol de Madrid para exponernos a través de sus canciones su necesidad de llegar a ser inmortales. Perdidos en las partituras de los grupos anglosajones, atropellaron nuestros sentidos con un gran eco plagado de brillos que salían de sus guitarras que, ahora sí, sonaron perfectas, mágicas y con una resonancia digna de admiración. La música de Reikiavik, en ocasiones, no es fácil de asimilar a la primera, pero esa dificultad viene del encaje en las cuerdas de sus guitarras que, sin embargo, cuando aúnan sus fuerzas, incendian el escenario y nos retrotraen a otros tiempos que para nosotros fueron épicos, pues Raúl, a veces, nos recordó a ese The Edge ensimismado sobre el mástil de su guitarra. Trece razones, trece, como diría el maestro Julio Ruiz, fueron las esgrimidas por Reikiavik sobre el escenario de la Sala El Sol para llenarnos de certezas sobre la evolución que el grupo ha experimentado en los últimos meses, y que quedaron plasmadas cuando pudimos comprobar esa búsqueda más personal de su música, donde las influencias anteriores siguen presentes, pero diluyéndose en pos de una propuesta que, a día de hoy, pocos grupos del indie patrio pueden presumir de tener, pues el éxito vertiginoso de algunos grupos les hacen perder la perspectiva global del bosque. De ahí, que no nos venga nada mal retirarnos un poco de ese bullicio para sentarnos a escuchar como se merecen a Reikiavik, pues se reinventan con melodías ahora en desuso, y lo hacen con ese juego de guitarras contundentes en un tono muy eléctrico y marcadamente anglosajón. Un ejemplo de ello fue Luna, que fusionaron con Plan de despedida 1, donde de nuevo las guitarras chillaron sin miedo, y lo hicieron con una garra que se incrustó en lo más profundo de nuestros oídos.
 

Con Aquellas calles se apaciguó un poco el ritmo, pero a la vez se intensificaron esas sensaciones de contar historias en las que la batería ganó fuerza y les sostuvo el diálogo a las guitarras, que se resonaron en un fondo que se coló en nuestros sentidos para decirnos que aquello que veíamos era tan cierto como real, y no un sueño; una sensación, sin duda, acentuada por los coros. ¡Hola, Madrid! fue el primer grito de guerra de Javi, que continuó con un: ¿qué tal estáis? Llovía por aquí (en referencia al aguacero que cayó sobre Madrid instantes antes). Muchas gracias por venir. Somos Reikiavik y presentamos nuestro primer disco. Y a partir de ahí, las guitarras derraparon al tocar el tema Tú el dictador y yo el revólver que, desde su inicio, nos visualiza mucho a The Charlatans, con ese toque psicodélico atenuado que caracterizó al sonido Madchester, hasta que se inicia ese bucle sobre una forma de hacer y sentir la música que nos devuelve a las Islas Británicas, y en donde Javi se pone a los teclados para deleitarnos con un muy buen final. Después del subidón, Reikiavik se tornan más pausados con Partículas de mí, y se despojan del sonido anterior, aunque las guitarras triunfan de nuevo y nos devuelven a esa intensidad que ya los define. Y qué mejor que tocar Sombras para devolvernos a los tiempos donde Cocteau Twins eran los reyes del dream pop, y con ellos, convertir a la Sala el Sol en una oda de la melancolía rediseñada por Reikiavik con sombras de un medio tiempo envolvente que se sumerge en la tibieza asincopada de la nostalgia evanescente, que nos lleva a perdernos en una atmósfera de recuerdos. Recuerdos que prosiguen en Septiembre, pero esta vez de las últimas tardes de verano, esas que propician tantas creaciones artísticas. Aquí, el inicio de las guitarras nos rasgan el corazón, muy bien acompañadas con las palmas del público que se nota que le gusta la canción y la conoce, lo que no es de extrañar, por esas reverberaciones de inmortalidad que solo poseen la juventud y los versos de nuestra niñez.
 

Habitaciones de juegos contó con un gran inicio, en el que Reikiavik sonaron mucho más contundentes y reforzados bajo el sonido de una batería que les da mucho fondo. Sonidos de pre-emergencia con ecos de U2 recorriendo las cuerdas de las guitarras del grupo, a las que saben sacarle muy buen partido, capturando un tipo de sonido pletórico de una musicalidad más épica y que la convirtió en una de las canciones de la noche. Con Acróbata, y Javi a los teclados, se inició un ligero valle en el sonido del grupo, que atacó varios temas seguidos más plácidamente tranquilos, pero no por ello menos interesantes, pues cargaron de mucha atmósfera la sala de conciertos. Una vibración que nos llevó hasta esa sensación tan especial de Acróbata cuando Javi canta eso de: "solo soy un acróbata, y tú un tropieza emocional". Cápsula incide con Javi a los teclados, lo que retrasa es esperada ascensión a los cielos, pero que se hace esperar con una evanescencia sonora a la que se une un oh, oh, oh de Javi, en una especie de preludio de algo que nunca llega, pues la canción prosigue en esa atemporalidad de las no razones que nunca estallan. El regreso al sonido Madchester lo protagoniza Abismo, cuando creemos ver a The Charlatans sobre el escenario y la potencia de sus guitarras: "necesito verte una vez más, una vez más...", en un tono sonoro parecido al del tema anterior.
 

Daño universal es la excusa perfecta para romper el ritmo del concierto y presentar a la banda y su manager, y que al terminar, nos hace testigos de esas resonancias propias de Reikiavik a la hora de afrontar uno de sus hits. Sonido acelerado, intenso y eléctrico que nos tele transporta al infinito, hasta que bajan muy a lo Cocteau Twins con unas guitarras que se funden con ese vacío que nos desgarra en nuestra vida diaria, pero que se vuelve a romper para tocar a arrebato. Salto mortal es la décimo tercera razón de ser inmortal por parte de Reikiavik, que más anglosajones que nunca nos proponen eso de: "todos a botar". A partir de ahí, las guitarras se rebelan, creando un ambiente pleno de matices psicodélicos en un perfecto fin de concierto que, cuando parece que ya se va a acabar, se engancha en una interminable refriega instrumental al mejor estilo de las bandas del otro lado del canal de La Mancha.
 

Ángel Silvelo Gabriel. 

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