El
juego de los deseos
es un profundo y minucioso viaje por los sentimientos. Un meticuloso ejercicio
de poesía porque, aunque es una novela y por lo tanto está escrita en prosa, El
juego de los deseos contiene tal sensibilidad y tiene una expresión tan
cuidada que nos encontramos sin duda ante poesía que cala hasta los más hondo
del alma, poesía que toca a nuestra puerta y, sin necesidad de pedirnos
permiso, nos abraza y reconforta.
La
vida, la muerte, la soledad, el destino, el lugar no geográfico que cada uno de nosotros habitamos... todo ello puede
expresarse y entenderse de mil maneras diferentes, bajo el prisma personal que
a cada uno nos asiste. Hay mil maneras de expresar, por tanto, una misma idea,
pero el escritor puede, y debe, aplicarse en el empeño de encontrar una PALABRA
que, entre todas, exprese esa idea hasta hacerla casi latir, hacerse evidente, cobrar
vida. Ángel Silvelo tiene la capacidad de trabajar con esa IDEA y con
su PALABRA, podríamos decir gemela, como un artesano, macerándola con mimo;
cocinándola a fuego lento; buscando el ingrediente que aporte el matiz exacto.
Sin prisa. Con pasión.
Y
eso es El juego de los deseos. Una imagen poética que se dibuja en
nuestra mente mientras nos susurramos a nosotros mismos las palabras que vamos
leyendo en silencio. Una imagen que despierta nuestros sentidos: el color, el
olor, el tacto, el gusto... todos cobran fuerza en imágenes que no hemos visto
sino por los ojos de Adela, de Laura y de Galiana. La hermosura de los parajes
de Toledo, el horizonte inmenso de Afganistán... Ellas son quienes nos dibujan
esos lugares. Tres mujeres que comparten un corazón, el corazón del que han
nacido las tres y que se expresa a través de sus tres voces, y que late en la
soledad del trabajo del escritor frente al ordenador.
El
juego de los deseos
es un trabajo hermoso, que al leerlo va inoculando en nosotros la idea de
belleza que puebla el texto. Tres mujeres, y la belleza de sus tres voces, y la
de sus tres formas de sentir... la belleza de tres almas que alimentan una
novela que es un hondo canto que surge de la ausencia, de la pérdida contenida
en una frase de Adela a su hija: “¿Qué más da dónde estés, si ya nadie te puede
sacar de allí?” Tres mujeres con sus sueños, sus anhelos profundos, esos que se
graban y nunca se callan por más que, a menudo, bajan la voz. Todas ellas han
nacido de la reflexión, de la mente del escritor en un ejercicio titánico de
empatía, de ponerse en el lugar de los personajes, sin el que no sería posible
que tanto Adela como Laura o Galiana se nos hicieran mujeres reales de carne y
hueso, aunque solo sea en nuestra imaginación.
No
es casual que las protagonistas sean mujeres, tampoco que las Fuerzas Armadas
sean el contexto que comparten. Estos dos aspectos son parte del compromiso de Ángel
Silvelo por aportar luz a un mundo desconocido por parte de la sociedad
española en general. Yo me incluyo en esa sociedad que desconoce cómo son
nuestras Fuerzas Armadas y sobre todo cómo son los españoles que forman parte
de ellas, que son como todos nosotros, pueden ser nuestros vecinos, amigos, los
padres de los compañeros de colegio de nuestros hijos... También tienen
problemas personales, también tienen sus alegrías y sus tristezas, sus sueños,
sus deseos, sus anhelos... ¿Y cómo se compagina esto, los hijos, la propia
pareja, etc., cuando uno está en mitad de la nada en Afganistán, a expensas de
que su convoy sea atacado? ¿Cómo se vive el amor lejos de casa, lejos de los
tuyos? ¿Cómo se vive el amor en territorio hostil, donde el riesgo está
presente cada día?
Yo
creo que El juego de los deseos es una novela necesaria para la sociedad
en su conjunto. Necesaria porque nos abre la puerta a un mundo desconocido,
pero además porque lo hace de la mano de tres mujeres. Si de por sí las Fuerzas
Armadas son desconocidas, más aún lo son las mujeres en las Fuerzas Armadas. Y
de ahí la importante labor que puede acometer esta novela en nuestra sociedad. Es
por tanto un honor hablar de ella hoy, y quiero agradecer a Ángel su empeño en escribir la historia
de estas tres mujeres en las Fuerzas Armadas. No nos encontramos ante una
novela bélica, eso hay que resaltarlo, sino ante una novela humana, de seres
humanos ante la vida y la muerte, ante las rigideces del ejército, ante el
destino.
Léanla.
Déjense llevar por su belleza (eso sí, no hace falta que ustedes se desmayen,
como Adela), pero sí que la disfruten a ser posible en un momento de relax,
como lo harían con un trocito de chocolate que saborean despacio para alargar
el placer; léanla bajo los árboles, a la sombra aquí en el Retiro, o antes de
dormir... en silencio... dejen que la novela hable y seguro que escucharán que,
algo en su interior, late.
Anamaría
Trillo
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