Evitábamos romper el silencio de la ausencia de palabras. Sólo nos mirábamos, aunque lo hacíamos con miedo y desconfianza. Un día me sonreíste, y yo te devolví la sonrisa entre inocentes deseos de decirte aquello que pensaba. Me resultaba extraño no poder preguntarte tu nombre y adivinar lo que se escondía detrás de tu mirada. Al final lo hice de la forma más sencilla posible, pero tú no supiste contestarme. Lo intenté de nuevo, y tu respuesta inundó mis oídos de sonidos que no supe distinguir. Qué estúpido fui, nunca imaginé que nos separase el infinito mundo de las palabras.
Microrrelato presentado al I Concurso Internacional de Microrrelatos Museo de la Palabra.
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