viernes, 15 de noviembre de 2013

REIKIAVIK, DAÑO UNIVERSAL: SOMOS INMORTALES, ¿QUEDAMOS AL FINAL DE LA ESCAPADA?


No debe ser fácil empezar y terminar tu disco de debut con dos canciones que llevan por título Plan de despedida número uno y Plan de despedida número dos, respectivamente. Pero qué más da si lo que de verdad les importa y les preocupa a los chicos de Reikiavik es deshacerse de su daño universal. De ahí, que al preguntarnos si ¿quedamos al final de la escapada? respondamos que sí, porque esta especie de huida sobre las ruedas musicales que nos proponen tanto Javier Martín como sus compañeros de grupo y de viaje se nos hace placentera. En esta nueva necesidad de huir de un mundo que a nadie nos gusta, ellos lo hacen acompañados de toques psicodélicos, bailables y hasta oníricos, que impregnan sus composiciones de ese aire hedonista que toda nueva era que se precie necesita a la hora de postular sus nuevos principios. Reikiavik son plenamente conscientes de ello, y por eso se han hecho acompañar en su disco debut, Daño universal, de las coordenadas más reconocibles del denominado sonido Madchester, al que han unido unas melodías más que convincentes y unos ecos sumamente ejemplarizantes de grupos como Cocteau Twins en el tema homónimo del disco, (lo que nos produce el primer flechazo con la música del grupo), porque es en esa búsqueda de territorios propios, donde Reikiavik apuesta por la exploración más profunda de las raíces musicales ya expuestas, lo que les lleva a resurgir una y otra vez con nuevas y elegantes sinfonías. 
 
Plan de despedida número uno abre el disco, y lo hace con un pulso dinámico, donde el ritmo lo ponen tanto unas guitarras todavía tímidas en el inicio, como una batería que resurge una y otra vez desde el fondo, dándole consistencia al conjunto. Ecos de otros tiempos y otras cadencias, que brillan como el sol de primavera en Aquellas calles, un corte más melancólico y que todavía no ahonda en las raíces de la psicodelia, pues su hedonismo está más bien acentuado por coordenadas pop a la vieja usanza. Unas dudas que definitivamente se despejan con la primera gran canción del disco que lleva por título Daño universal, donde los teclados comienzan a jugar con nuestros sentidos desde el principio, y el eco que provocan junto a los coros de voces, nos arrasan como un gran vendaval sinfónico con riffs de guitarra que buscan hacerse un hueco en esta gran fiesta sonora que hasta tiene la virtud de parar de una forma lánguida (aquí nos recuerdan a los grandes Cocteau Twins en su mejor momento) para volver a acelerar hasta el infinito; un gran acierto: "si morimos en el intento, será mejor que ese sufrimiento empiece ya..." Esta especie de huida por etapas nos lleva hasta Alrededor de la tierra, que comienza con unos sonidos étnicos y unas aspas de helicópteros que sobrevuelan por primera vez de una forma más clara el sonido Manchester. Aquí las guitarras juegan sin temor a equivocarse y reproducen sin rubor secuencias sonoras del norte que se entremezclan muy bien, con unos teclados muy en la onda de los The Verve. Reminiscencias musicales que de nuevo se acoplan a la perfección en Puede ser, pues nos traen a nuestra imagen la portentosa imagen The Stone Roses. Aquí las guitarras se vuelven más ácidas junto a la voz de Javier Martín, que poco a poco se deja llevar por matices de auténtico descaro ultrasónico: "en un mundo artificial quiero despertarme... ya no puedo soportar un día entero más"; perfecta cláusula de estampida de un universo que no nos gusta y que no es el nuestro, como perfecto es el nido a prueba de bombas atómicas que es esta canción llamada Puede ser. 

Los argumentos musicales de otros mundos regresan con Abismo, en un inicio muy del gusto de Reikiavik, que ataca sus canciones desde la seguridad de unas guitarras siempre certeras, y que sin embargo en esta ocasión se van transformando en pegadizas melodías pop con tintes anglosajones, donde el juego de las voces es tan importante como el de las cuerdas de las guitarras; un tema muy a lo The Charlatans. Referencias que continúan en Tú el dictador y yo el revólver, donde también el eclecticismo se cuela en forma de boomerang rockanrollero con base en Argentina, con un toque muy a lo Ariel Roth en la voz de Javier Martín, siempre dispuesto a explorar todos los matices de su garganta. Eclosión de sonidos irreverentes que se afanan en crear buenas sensaciones. 

Sin embargo, Reikiavik ha decidido apostar por otro tipo de ritmos para presentarnos este Daño universal, pues Acróbata, primer single del disco, representa el inicio de la segunda parte de este primer larga duración del grupo. Aquí la musicalidad está basada en cláusulas mucho más sencillas, quizá porque en la sencillez es donde se encuentra el éxito. Acróbata es una versión más cercana de Reikiavik, ya que nos ofrece esa otra cara más íntima que se comporta como una primera parada en la huida: "yo sólo soy acróbata, y tú, mi tropiezo emocional..." Una caricatura del destino que se regodea en Septiembre, la mejor canción del disco, pues ya desde el inicio juega con sonidos que nos hacen soñar, y en esa evocación de los sueños es donde la música de verdad se hace grande y duradera. El final del verano y sus secuelas aquí también se apoderan de nuestros sentidos (cómo nos recuerdan a los mejores Duncan Dhu) para hacer las mayores de la diabluras... querer ser inmortales. "Fotografía el adiós y almacénalo en la memoria, tal vez si tú piensa en mí.... tal vez volvamos a escapar/ es que septiembre empieza ya.../ es que septiembre no da marcha atrás... los días inmortales son"; grandísima canción. Y para no bajarnos del alto voltaje que nos proponen Reikiavik, Raúl, Ernesto, Javier, Miguel e Ismael nos tiran una auténtica bomba sonora con Plan de despedida número dos; una propuesta musical madura que nace como resultado de esta sound movie titulada Daño universal. Añoranza, melancolía, brillo, hedonismo, sonido Madchester, pop de gran altura y música de la buena se entrelazan en el cierre del disco, que a modo de títulos de crédito nos recuerda todas las etapas por las que hemos pasado hasta llegar aquí. "Nadie nos enseña como aguantar, no llores en público es fundamental no hacerlo y volveremos a encontrarnos en cualquier recuerdo de mi memoria...", porque como somos inmortales, quedamos al final de la escapada, la nuestra, para de este modo, despojarnos definitivamente de nuestro grande o pequeño daño universal.

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.  

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