martes, 27 de enero de 2009

HARUKI MURAKAMI, KAFKA EN LA ORILLA: LA CERTEZA DEL DESTINO PREDETERMINADO


El protagonista (un chico de quince años) en algún sentido nos recuerda al niño de El guardián entre el centeno (quizá tenga algo que ver que Murakami haya traducido al japonés la novela). Entre otras muchas cosas, Kafka... trata de la certeza del destino predeterminado, ante el que la fuerza humana nada puede hacer (algo parecido a lo que ocurre en la novela El Malentendido, de Albert Camus), y ese destino se superpone a las historias y aventuras de los personajes de la novela. Una casualidad determinista que dirige nuestras vidas, y que a veces intentamos cambiar sin éxito (¿todo está escrito?).

Murakami es un autor que emplea muchas referencias occidentales, lo que le ha servido para ser considerado el escritor japonés más occidental de nuestro tiempo. Algo nada casual si pensamos que ha traducido al japonés a autores como Carver, Fitzgerald o Salinger, pero además, sus novelas también contienen música pop; una peculiaridad narrativa que trasciende lo meramente literario, para trasladar la acción, a ese otro rincón de nuestro subconsciente colectivo donde se alojan todas y cada una de las bandas sonoras de nuestras vidas.

Volviendo a la novela, Kafka... se inicia con la escapada de un niño de quince años de la casa de su padre, y que sin saberlo todavía, recreará la tragedia clásica de Edipo. Por otro lado, el nombre del protagonista: Kafka Tamura, le sirve a Murakami como homenaje al escritor checo, así como, la habilidad de dotar a los gatos para hablar con uno de los personajes, se asemeja mucho al universo opresivo de su universal obra Metamorfosis. Sin embargo, el final de la novela decepciona un poco por la solución que el autor nos propone al universo fantástico que a medida que avanza la historia se apodera de la trama. No obstante, el final no desmerece el resultado final de la novela, porque sin ir más lejos, las metáforas que construye el autor a lo largo de la misma, aparte de extrañas (quizá para una mente occidental), son sencillamente geniales e impactantes, lo que nos devuelve al gran Murakami, porque esa forma suya de mirar al entorno, tan sumamente original, es lo que le hace distinto.

En contraposición a lo expuesto, la occidentalidad de Murakami se difumina y se funde con la capacidad narrativa que otros autores japoneses poseen en su recreación de la sensualidad en las relaciones de sus personajes, pues en ellas, todo es armonioso aunque no frágil, sincero pero no vulgar. En este sentido, cabe traer a colación la hipersensibilidad de Mishima en su novela Caballos desbocados (donde trata el amor con una pureza extrema pero no por ello menos sensual, atrayente e intensa), como un reflejo donde quizá Murakami se haya mirado.

En definitiva, esta novela de Murakami es una excelente muestra de un universo propio, inquietante y atractivo a la vez, que como la buena literatura, nos hace querer conocer más obras de su autor.

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel

miércoles, 21 de enero de 2009

PARA LEVANTARSE ANTES HAY QUE CAER



A lo largo de mi vida, tengo la sensación que cada vez que consigo algo, ese objetivo, meta o anhelo siempre llega a destiempo, como demasiado tarde. Parece un capricho del destino, pero cuando las cosas dejan de tener importancia y las doy una cierta distancia, ellas vuelven hacia mí sin yo pedírselo. Mi experiencia vital en el año 2008 no fue ni tan siquiera neutral porque no se cumplieron ni uno de todos los objetivos planteados al principio del año. No obstante, y una vez que me he ido alejando de ellos, y de ese estrés nervioso que envuelve nuestras vidas en la época de la historia que nos ha tocado vivir, me ha permitido pararme a observar esas otras cosas cercanas, nada majestuosas que están a nuestro lado y que nunca, en general, somos capaces de apreciar o de dar el valor que tienen. Me estoy refiriendo al valor de las pequeñas cosas, a una sonrisa, a una caricia, o en definitiva, a la cercanía de las personas que nos quieren, a su fidelidad a veces silenciosa y otras llenas de plenitud, que nos hacen levantarnos una y otra vez después de cada caída. Por eso, desde aquí las quiero dar mil gracias (imagino que cada uno de nosotros tenemos tan siquiera una persona de la que acordarnos) porque ellas son las artífices de un mínimo de bienestar en nuestras vidas.

Por otro lado, y aprovechando que estos días nos inundan los carteles con la gesta y la nueva era que se abre por la toma de posesión de Barak Obama, yo desde aquí también quiero plantear un "Sí, nosotros podemos", pero yo quiero hacerlo desde la íntima soledad del ser humano que cada mañana cuando se levanta y se mira ante espejo, piensa que merece la pena vivir ese nuevo día.

martes, 20 de enero de 2009

AÑO NUEVO, NUEVAS INTENCIONES


Con el año nuevo yo también me he propuesto nuevas metas o nuevos objetivos. En este caso, me he comprometido a escribir de forma habitual en el blog con la esperanza de que alguien por fin contacte, y que el mismo se convierta en un fluido canal de comunicación (que esa parece ser la última razón de esta herramienta).

En uno de mis primeros comentarios ya expresaba que no sabía muy bien cómo enfocar el desarrollo de mis comentarios, y aún hoy, sigo sin estar muy seguro, pero quizá lo mejor sea hacerlo de una manera natural y creo que la forma más interesante sería vincularlo al ámbito cultural con pequeñas pinceladas personales, como cuando nuestro interior se mueve con pequeños acontecimientos que no tienen por qué ser importantes para el gran público.