Qué razones hay para poner punto
y final a la felicidad. A la vida que nos ha marcado el diapasón con el que hemos
sido capaces de hacer vibrar a nuestro corazón. Ese movimiento invisible, entre
acústico y errático, que nos lleva de vuelta una y otra vez a ese paraíso que,
por ejemplo, el poeta romántico inglés John Keats encontró en la naturaleza
desbordante de la isla de Wight, o que en su poema épico Endymion le hizo expresar: «Algo bello es un goce eterno». Esa naturaleza
desbordante, esa épica, o esa belleza, es la que Second nos han regalado
con sus canciones a lo largo de sus veinticinco años de carrera, pues han
conseguido movernos ese diapasón interno y, tantas veces, incomprendido para
los que nos rodean. Un viaje vital y sonoro que, de alguna manera, nos ha ayudado
en la búsqueda de esa belleza interna que cada uno de nosotros necesitamos
cuando iniciamos nuestro particular trayecto en pos de la felicidad. Una
felicidad, que muchos de los presentes que llenaron la plaza de toros de Las
Ventas, (llegando desde todas las ciudades de España) hicieron en compañía de
las canciones de Los Cuatro de Murcia en un largo concierto de despedida que un
dieciocho de noviembre del año dos mil veintitrés sólo tenía una meta: la
búsqueda de esa felicidad perdida.
Ayer, al modo de Ulises tras la
batalla de Troya, todos los asistentes al concierto iniciaron su personal y onírico
viaje de vuelta a casa enganchados a esa gran ola que les proporcionaron Second
que, desde el inicio, se envolvieron con una bella galaxia de estrellas con la
que les fueron mostrando el camino. Una odisea pletórica de ritmos y canciones con
las que intentaron revestir su adiós de una forma lúdica que, sin embargo,
también dejaba traslucir las múltiples batallas y heridas que ellos llevaban
sobre sus espaldas. El grupo murciano se despidió de la capital como sólo lo
hacen los grandes guerreros: explorando el sentido de la vida que esta ocasión
en vez de espadas, arcos o flechas se hicieron acompañar de teclados, cuerdas
de guitarras y vocales. Su magnífica forma de decirnos adiós. Un hasta siempre
que hizo felices a los allí presentes canción tras canción, temas tras tema,
muestra de cariño tras muestra de cariño (sólo hubo que fijarse en las veces
que Sean
Frutos se acercó a Jorge Guirao para hacer suyas todas
las desbordantes sensaciones que se estaban librando en la pista donde nos
encontrábamos los demás). Batallas sonoras. Guerras convertidas en melodías
infinitas. Heridas visuales que derramaron la sangre de los dioses. Esos dioses
perdidos de los que he hablado alguna vez y que, a través de Los
Cuatro de Murcia, se convirtieron en la senda que nos dejarán sus
canciones. En este sentido, la vida también no sólo se compone de un aguerrido
presente, sino también, del pasado devorador con el que el transcurso del
tiempo va conquistando nuestros corazones. Ese sentido inverso y vital es el
que nos retrata como seres condenados al vacío de los recuerdos, por ser éstos
innegociables. Únicos. Y profundamente desestabilizadores. De una parte de esos
recuerdos, a partir de hoy, formarán parte Second. Espíritus libres que un día
nos hicieron soñar con la felicidad. Un estigma con el que nos defendíamos de
la soledad del día a día, y de ese vacío que en ciertas ocasiones nos deja sin
palabras. Ellos han conseguido que sus canciones hayan sido el antídoto contra
ese mundo, y también, contra nosotros mismos, porque el susurro de sus melodías
se han colado en el balneario de nuestras desdichas.
Lo vivido ayer en el nuevo
espacio Live Las Ventas fue en toda regla un concierto de despedida. Una larga
sinfonía de intensos bailes y ritmos que comenzaron de una forma muy emotiva
cuando los asistentes mostraron miles de carteles con la frase: GRACIAS SECOND,
y que tal y como luego nos confesó Sean Frutos, les emocionó tanto que
a él le dejó sin fuerza al inicio de un 2502
que fue la puerta de salida de un vendaval sonoro que perfiló muy bien los veinticinco
años de carrera del grupo. Un ritmo endiablado al que siguió un Mira a la gente que continuó con la
fiesta programa para la felicidad que más tarde acabaría en un atronador silencio
al final del concierto. Second quisieron darle un espacio a
casi toda su discografía, y por eso hicieron a continuación Quién pensaba en eso y Psicopático, temas que seguían engarzando
el ritmo más alto de sus directos, uno de los mejores de España, tanto por la
amplitud sonora como por la magistral ejecución de Sean, Jorge, Fran y Nando,
estrellas perennes de un cielo siempre luminoso y bello. Con Nivel inexperto, Sean aprovechó para
saludar: «¡Hola, Madrid!, ¿qué tal estáis? Nos habéis jodido emocionándonos. A
mí no me salía la voz —en clara referencia a la lluvia de carteles anterior—».
Continuaron con La distancia no es velocidad
por tiempo, uno de los mejores temas de su disco Montaña Rusa, para seguir
con Invierno dulce, uno de sus
típicos medio tiempos y que, quizá contra todo pronóstico, se convirtió en el
primer largo y sonoro coro en forma de: «Oh, oh, oh, oh», que obligó al grupo a
retomar la base de la canción al acabarla, y con ello, vislumbrar una gran
sonrisa de felicidad en sus rostros cuando los fans corearon el nombre de Second
durante varios minutos: «Sácame de las ventanas, no me dejes observando/
Sorpréndeme, no pares y llévame, fuera de una vez.»
Tras ese paréntesis arrancaron
con Flores imposibles, canción que
abre , y título, de su último cd, donde la maestría compositiva del grupo ha
alcanzado sus cotas más altas, para de nuevo dar marcha atrás en el tiempo
cuando ejecutaron Nueva sensación, al
ritmo de los guitarrazos de Jorge, y Horas de humo: «Extrañas voces, algunas
veces no escuchaba nada más/ Y después deje el control», que fue la puerta de
entrada a una bella y magistral Sonará en
todas partes, una de sus grandes canciones, a la que prosiguió El contorno de tus miedos, una magnífica
secuencia de su último disco que no nos hizo perder ni un segundo de nuestra
atención pues su finalización llevó aparejada la ejecución de Muérdeme, con la banda y el público en
una mágica sincronización de gestos y coros. Sin apenas tiempo para la
recuperación, nos brindaron Teatro
infinito, otro de los momentos increíbles de la noche: «Y le haremos el
amor al infinito». Un amor que ayer se derramó a raudales sobre el albero
enmoquetado de Las Ventas. Tras estos momentos inolvidable Sean nos anuncia que regresan a su disco Invisible antes de que
comience a sonar Nada te dirige, la
mejor de las excusas para continuar con NADA,
uno de los buques insignia de la carrera musical de los murcianos, y que nuevamente
fue muy coreada. Un vendaval sonoro que nos acercó hasta Primera vez, donde Sean cogió una guitarra española
para acompañar en el delirio que se formó sobre el escenario a Jorge
y Nando.
El primer bis lo iniciaron con Más suerte, otro de sus temas fetiche, y
que de nuevo los lanzó a favor de corriente ante un público entregado, lo que
se constató con Rodamos y la fiesta
colectiva que este tema desplegó. De nuevo abandonaron el escenario, pero
enseguida volvieron para tocar Rincón exquisito, una canción con la
que muchos descubrimos a este grupo y que consiguió que nunca nos despegáramos
de él. A partir de ahí, los aplausos, las pancartas con el cartel de GRACIAS
SECOND, y la entrega de recuerdos y regalos al grupo, se fueron sucediendo.
Regalos entre los que quiero hacer referencia al que mi hermana, África,
les dio en forma de libro con todas las crónicas que un servidor ha ido
publicando bajo el título de Second, homenaje
a sus 25 años de carrera, y que voy a guardar con mucho cariño.
Second como fuente de
música. De aquella música en la que muchos creemos todavía y que, lamentablemente,
como dijo Sean al final no ha tenido el apoyo suficiente de la industria
discográfica. A lo que habría que añadir: incomprensible olvido para una de las
mejores bandas que este país ha dado, y a bien seguro, va a dar. El latido de
los tiempos, y su sinsentido, nos hacen caminar por sendas oscuras, cada vez
más oscuras. Sendas que nos tratan de llevar por lugares intrascendentes,
simples y ramplones. Al menos, para los que ayer asistimos al concierto de Second,
aún nos quedará ese sabor de los recuerdos que este largo concierto de despedida
nos ha dejado. ¡HASTA SIEMPRE!
Ángel Silvelo Gabriel.