Nadie nos enseña a perder, y sin embargo, nos pasamos la vida perdiendo, del mismo modo que las señales rotas de las carreteras por donde transitamos nos advierten de que algo marcha mal, pero nosotros, ciegos por llegar a nuestro destino, no las hacemos caso. Esa sorpresa que nos acoge cada vez que el resultado de nuestra particular partida de cartas no es el deseado, es el que sobrecoge a los protagonistas de una buena parte de las historias que encierran esta recopilación de cuentos (por ejemplo, el que abre el libro, Tacoma-Eureka). Animales y carreteras, el segundo libro de relatos publicado por Arturo Enríquez en la editorial De la luna libros, se comporta como un mapa existencial que nos indica un punto determinado en el transcurrir diario de sus protagonistas, como si todo se redujera a una fugaz pincelada de sus vidas. Por lo que enseguida nos damos cuenta que, lo que el autor nos propone, no es un mapa que nos indica el inicio o el final de un destino, sino que las historias que se encierran en cada uno de los relatos, se conforman como un mapa de las rupturas no declaradas. Para ello, Arturo Enríquez se encomienda a la economía verbal para mostrarnos sólo la superficie de aquello que nos cuenta. Bajo esa fina capa, se esconde el mundo de los discursos interiores que dominan los pensamientos y las decisiones de unos personajes que caminan con la sempiterna búsqueda de su lugar en el mundo, pues tras cada ruptura o sorpresa hay una nueva vida. Una economía verbal que comparte protagonismo con una estructura formal muy cuidada a la hora de afrontar el relato de cada historia, pues Arturo Enríquez maneja muy bien la técnica de las muñecas rusas (matrioskas) con la que nos dosifica la tensión a la hora de presentarnos el discurso final de sus relatos.
Esta colección de once relatos, tiene el acierto de compaginar los finales sorprendentes (en Hazme un favor o en Nunca se olvida), con otros que, por esperados, no dejan de ser menos llamativos, pues cuentan con puntos finales de arranque más que acertados, como en el vuelo en avioneta de Debajo de la cama no hay nadie; o de situaciones que al principio no entendemos, pero que con gran maestría el narrador nos va construyendo poco a poco, como por ejemplo sucede en La teoría de la evolución, donde no conocemos el por qué de la situación de la protagonista sino al final de la historia. No obstante, todos ellos poseen ese hálito que se rompe en un recuerdo, en un gesto o en una pregunta con la que no contamos, y que a pesar de su sutileza, tienen el poder del cambio o la ruptura, lo que condena a los personajes de los relatos a una búsqueda o punto de partida no esperado. En esa frontera tan exigua que divide la realidad del mundo de los deseos, es donde se van a mover las intenciones de padres e hijos, novios y mujeres, que se sorprenden a sí mismos por sentirse extraños dentro de su propio caparazón. Ese nivel de extrañeza es el que hace entrañables a la mayoría de estos cuentos, pues nos vemos fácilmente reflejados en cada uno de ellos. Y si además, caemos en la tentación de su relectura, nos vemos de nuevo gratamente sorprendidos con el hallazgo de nuevos matices, lo que nos indica la amplitud del universo narrativo de Arturo Enríquez.
Si tuviéramos que destacar alguno de los relatos por encima de los demás, y sólo llevados por el gusto particular de quién suscribe, resaltaríamos los primeros y los últimos de la recopilación, pues Tacoma-Eureka es un clarísimo ejercicio del buen hacer de un cuentista; o Cazar cocodrilos con un palo es una magnífica introspección hacia el pasado, donde una foto perdida es el punto de arranque de una historia donde un padre va a visitar a su hijo a la universidad de EE.UU. en la que está estudiando, y que le sirve al autor para reflexionar sobre el mundo de los recuerdos. Aunque si de verdad hay algún relato que te secuestra el corazón, éste es Los días de luto por un gato, que como suele ocurrir en la estructura narrativa de Arturo Enríquez, el título sólo es una excusa en la estructura narrativa de los hechos, y que en esta ocasión, nos presenta magistralmente las sensaciones de una mujer que se brinda a sí misma y ante los demás, la gran mentira de su vida, incapaz de contarle la verdad a su padre. Este relato en sí mismo lo tiene todo, pues la contención de su prosa, los destellos de su narración y el final que es una inesperada huida de nuevo hacia el pasado, nos dan las claves de este mapa de las rupturas no declaradas.
A todo ello, se une la cuidada edición que nos presenta la editorial De la luna libros, pues ya desde su portada nos hace soñar con otros espacios y otros tiempos, y así, la fotografía de Manolito Portolés, nos traslada a lugares de paso que nos retrotraen por ejemplo a la película París-Texas, con Wim Wenders como maestro de ceremonias; una comparación que no resulta baladí cuando seguimos el rastro de las historias que Arturo Enríquez nos propone, pues éstas se tiñen con una buena paleta de colores difuminados que se tornan más fuertes cuando sitúa sus narraciones en lo que uno intuye como su Galicia natal. De ese modo, el tono que elige el autor para transmitirnos todas esas sensaciones de pérdidas es tenue, sin estridencias, pero que en muchas ocasiones contiene el vértigo de los finales inesperados. La cotidianeidad se nos presenta sin adornos, y las luces y las sombras van de la mano en un juego de artificios del que nadie sale ileso. Ese tono, que muchas veces nos recuerda a los relatos de Carver, si omitimos al Carver más candoroso que pasó por la censura de su editor Gordon Lish, nos presenta a una potente voz, la de Arturo Enríquez, que ya en este segundo libro de relatos posee una madurez que a veces asusta, por lo que no nos debe resultar extraño, que su primer libro de relatos, El espacio alrededor, fuese finalista del Premio Setenil en el año 2009. Lo que nos habla del buen estado de forma en el que se encuentra el panorama del relato corto español, que cuenta con autores que, como Arturo Enríquez, deciden circunscribir su actividad literaria al mundo de los relatos cortos, en el que sin duda, él formará parte de aquellos que serán referencia en el mismo en los próximos años, si no lo es ya.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.