miércoles, 25 de marzo de 2009

IKEA, CAIXA FÓRUM Y RODIN



El otro día, mi chica me dijo que cuando haría algún comentario de mi vida cotidiana, sin necesidad de recurrir a una película, un libro o una exposición, que para eso se utilizaban los blogs. La verdad es que la idea del blog, aparte de obligarme a escribir algo no profesional o cotidiano, era escribir sobre lo poco o mucho que yo disfrutraba del ámbito cultural que nos ofrece una ciudad como Madrid. De ahí, que no se me ocurriera comentar cuestiones personales. En este sentido, debo decir, que yo no leo blogs ni sigo ninguno en particular, pero hace unos días, estuve cotilleando un poco en el blog que Alaska y Mario tienen en Libertad Digital, y en su caso, lo que hacen es escribirse el uno al otro sobre las actividades que van realizando en el día a día que no comparten por sus múltiples compromisos profesionales, y en el que tampoco faltan alusiones y referencias a su particular mundo cultural, musical, etc. En mi caso, ésta, es una faceta de la que carezco ya que mi mundo profesional es de lo más aburrido, y de ahí, que éste sea uno de los motivos que me lleven a explorar otras atividades para nada relacionadas con el mismo. Además, debo confesar que mi vida diaria es de lo más aburrida. Dicho todo ésto, paso a comentar el título de la entrada.

El pasado domingo 22 de marzo, mi chica se levantó con la percepción de que los centros comerciales e hipermercados estaban abiertos, en base a no se qué intuición femenina, lo que nos llevó a encaminar nuestros pasos hasta el IKEA de San Sebastián de los Reyes en busca de un sillón de lectura para el salón. Después de nuestro madrugón, comprobamos como no podía ser de otra manera, que estaba cerrado y bien cerrado. Una vez puestos en la calle a eso de las diez de la mañana, regresamos hasta Madrid, y le propuse en contraprestación dar un paseo por el centro de la ciudad, dado el buen día que hacía. Dejamos el coche cerca de la Plaza de la Independencia y bajamos andando hasta el Paseo del Prado (siempre repleto de turistas) y dimos con el Caixa Fórum y la exposición que había en sus alrededores de siete esculturas de Rodin (El Pensador y Los burgueses de Calais). Entre un numeroso e inusitado público, que no paraba de disparar sus flases sobre las esculturas, fuimos viendo las propuestas de Rodin. Lo que más me impresionó, fueron las grandes manos y pies de alguna de las figuras y la fuerza que expresaban. Los burgueses de Calais representan la entrega de las llaves de la ciudad al enemigo británico en la Guerra de los Cien Años, y cada una de ellas, nos transmite un sentimiento que trata de encubrir el de la derrota. La peculiaridad de las mismas, es que fueron concebidas como figuras desnudas a las que posteriormente se les añaden los ropajes.
Sobre un alto pedestal, se encontraba El pensador, sin duda, una de sus esculturas más famosas. De ahí, que tuviera más miradores fotográficos captando su majestuosidad llena de una fuerza estática. Yo no pude abstraerme de los recuerdos que estas esculturas tienen en mi pequeña biografía. Hace ya algunos años, tuve la fortuna de ir con mi chica a París, y así, realizar uno de nuestros viajes iniciáticos. Entre la luz, el romanticismo y la majestuosidad de la ciudad, pudimos contemplar las obras que hay en el Museo Rodin, y que sin duda, dan una visión más global del autor, sobre todo, aquellas esculpidas directamente sobre la piedra o el mármol. Masas a las que Rodin y sus ayudantes extrajeron el alma que poesían dentro de ellas (tal y como expresan los que entienden de arte).

Por último, decir que Rodin también me arrastra al recuerdo de Camille Claudel y la película que lleva su nombre (La pasión de Camille Caludel), donde como suele suceder muy habitualmente, la majestuosidad del artista declina en la barbarie de la persona.

MY BLUEBERRY NIGHTS



Estoy viendo el cartel de la película (que no es el que he insertado en la entrada), donde Norah Jones y Jude Law se besan. No es una toma normal de las que nos muestran las películas comerciales. Aquí, su director Wong Kar-Wai sitúa a la cámara arriba y busca a sus personajes en una toma en picado. Sirva esta observación para decir que nos encontramos ante una película en apariencia convencional, pero que no lo es tanto, porque en este caso, asistimos espectantes ante el universo más íntimo y fílmico de un director de cine. Como aperitivo de todo ésto, una primera escena-secuencia en el bar del protagonista, que no tiene desperdicio. Lo que nos devuelve a otro tipo de cine, y que algunos críticos denominan como cine de autor. Aquí, el posicionamiento de las cámaras, el movimiento de los actores, la duración de cada escena. Nada, y digo bien, nada, es gratuito. Reconozco que no había visto otras películas de este director, ni siquiera la afamada Deseando amar, pero My blueberry nights me dejó con ganas de más.

La película se divide en cinco historias. Otra propuesta narrativa que cada vez se vuelve más habitual, y que nos reconforta con el mundo de la literatura, si las comparamos con cinco relatos cortos, cuyo nexo de unión es la protagonista (Norah Jones). De todas ellas, la historia que más me impactó es la que protagonizan David Strathaim y Rachel Weisz, donde ambos encarnan a unos personajes a la deriva, él porque no asume la separación de su esposa; y ella porque en el fondo no es ajena a las muestras de cariño en público de él, lo que nos lleva a contemplar situaciones límite y sentimientos encontrados, además de asistir a la generosidad del director al mostrarnos unos planos bellísimos de Weisz y su quebradiza tristeza.

En definitiva, My Blueberry nights, posee esa idea de ciclo, ya que acaba en el mismo escenario en el que comienza, y nos transmite grandes dosis de belleza, sensualidad y poesía, algo que no está nada mal en los tiempos que corren.

jueves, 19 de marzo de 2009

LEJOS DE LA TIERRA QUEMADA



La huida una vez más presente en un discurso narrativo. En este caso en forma de película e imágenes. La historia circular y fragmentada que nos propone Guillermo de Arriaga es fiel al estilo que ya marcó con su inicial y magistral Los tres entierros de Melquiades... El desierto es un protagonista más del film. Un lugar inhóspito y desnudo, que se convierte en un espacio donde sólo hay amor. Un amor desnudo, ausente de grandes artificios.

El discurso narrativo de Lejos de ... es importante. El fraccionamiento de las historias que alberga y que poco a poco confluyen en una sola, dando sentido al conjunto, recuerdo haberlo visto por primera vez en Short Cuts (Vidas Cruzadas) la película de Robert Altman y que está basada en la obra del gran cuentista norteamericano Robert Carver. De ahí, que durante la película, aquellas personas que no están acostumbradas a este tipo de relatos circulares, se pasen preguntándose una y otra vez que significado tiene cada escena, lo que conlleva molestar a los espectadores que tienen a su alrededor (¡horror!). Por mi parte, no llego a comprender que todo tenga que ser tan lineal y sencillo.

Sylvia representa la huida, el dolor, la ausencia, la necesidad de redimir sus pecados. Este personaje protagonista femenino es el interpretado por Charlize Theron. Hace una interpretación contenida y convincente, y aunque Arriaga nos la presenta desprovista de glamour, su propia belleza traspasa la barrera de lo cotidiano, lo que la hace más creíble si cabe. Ésta es una película de mujeres rotas, donde hay que detacar a Kim Bassinger en el papel de madre de la joven Theron. Un personaje que también huye de su anodina existencia, de un marido y de unos hijos, y que se fuga hasta una caravana en medio del desierto en busca del amor. Un amor sin demasiadas palabras. Un amor que sólo admite grandes gestos y donde las escasas palabras que se pronuncian son las esenciales, las grandes palabras que lleva inmersas una historia de amor. De ahí, que las miradas jueguen un papel tan importante, tanto en el caso de Charlize Theron como en el de Bassinger, y que en este último caso está sencillamente magistral, desarrollando un personaje que intenta desmitificar a la sex symbol de hace años, y que con el tiempo ha ido ganando en intensidad interpretativa.

La película acaba en una sucesión de imágenes, que para mí, es algo nuevo dentro de una película comercial como ésta, y donde se unen puertas que se cierran con puertas que se abren. Miradas perdidas en la actualidad que regresan a miradas del pasado. Así, una tras de otra, en apenas unos pocos segundos. Lo que me pareció maravilloso. Y sobre todo muy literario (frases cortas y contundentes).

Lejos de... es una buena película, totalmente recomendable, a pesar del poso de tristeza que desprende. Pero es una tristeza con segundas y terceras oportunidades.

domingo, 15 de marzo de 2009

DISCURSOS INTERIORES



El tortuoso camino de la literatura a veces se hace más plano. En esta ocasión, decepción y alegría, se dieron de la mano en apenas unas horas. La semana pasada comprobé que no había sido seleccionado entre los tres finalistas del último concurso al que había enviado Estaciones, pero al día siguiente, recibí la llamada del Ayto. de Navalmoral de la Mata, anunciándome que había quedado finalista en el concurso de relatos que con motivo del Día internacional de la mujer convoca ese ayuntamiento.
Discursos interiores es un cuento intimista, que intenta recoger las sensaciones (los discursos interiores) que una mujer sola, con la única compañía de su hija de pocos meses, tiene en ausencia de su marido. Un militar que se encuentra en una misión de paz y que sirve de unión para darle al relato un matiz actual, y sobre todo, visto desde otro punto de vista. Este cuento tenía previsto que formara parte de un libro de relatos que va a llevar por título Miedos y que voy a intentar que recoja los perfiles psicológicos de los protagonistas de los mismos. Este relato, como no podía ser de otra manera, lo he revisado en unas cuantas ocasiones. Su antigüedad data de hace tres años más o menos. En sí mismo, no estaba mal construido, pero le faltaba algo. Y este año, por fin, fui capaz de comprender donde estaba el fallo. Lo cambié, y tuvo la fortuna de ser premiado. El error se encontraba en los diálogos de la madre y la hija, que al proponerlos en una sucesión de preguntas-respuestas, perdía intensidad. Lo convertí en diálogo con puntos y seguido, y la historia ganó en fuerza.

Esta experiencia me sirvió para dos cosas: una, compensar el rechazo de Estaciones, y otra, y ésta es la más importante, reafirmarme en mi decisión de mirar hacia adelante, apostando por nuevas creaciones y dejando a un lado el golpear siempre en la misma piedra.

El viaje a Navalmoral fue tranquilo. Fui con mi chica, como no podía ser de otra manera. Llegamos ajustados en el tiempo a la sede de la UNED y a un pequeño salón de actos, o más bien de reuniones. Primero entregaron los premios a los niños por sus dibujos, y luego comenzaron con la lectura del acta del concurso de relatos. Finalmente fuimos seis finalistas, tres accésit con publicación y diplomas, y por fin, los tres premiados. Reconozco que en mi fuero interno esperaba ser el tercero, certeza que al final se confirmó. La anécdota viene cuando me acerco a la mesa a recoger el premio y la concejala me invita a leer el cuento (algo para lo que no estaba ni mucho menos preparado), por lo que educadamente le digo que no quiero, pero ella me insiste y me brinda su silla y un foco para poder leeer. Qué decir. Un nudo en la garganta se apodera de mí, pero al final cumplí con dignidad la prueba. Pasados el sofoco y la vergüenza me quedé muy satisfecho.

Después de abandonar el edificio tenía un sabor agridulce, porque siempre piensas que puede ser mucho mejor. Pero al día siguiente consulté los nombres de los otros ganadores en internet, y son personas con muchos premios a las espaldas (de los que se llaman profesionales de los concursos), por lo que un halo de felicidad, recorrió de nuevo mi cuerpo.

En esta vuelta a la literatura, mi objetivo no era otro que el de la publicación. Sobre todo, como un primer paso que me permitiera dar otros más. De ahí, que de momento, no pueda pedir más.
¡Ojalá este año tenga alguna sorpresa más y pueda compartirla con todos vosotros!

sábado, 14 de marzo de 2009

THE READER



El lector o la importancia de la comunicación. El poder de las palabras. El volver a la magia de la lectura. Y si se hace junto a la persona que amas, mucho mejor, porque entonces posee grandes dosis de mitificación.

El lector también siginifica la literatura en el cine, a través de la palabra y la creación de las imágenes en las que se transforman esas mismas palabras; y también, la opacidad de los sentimientos llevados hasta el límite de llegar a tirar una vida al único camino de la perdición y la humillación.

En este comentario quiero obviar las palabras gruesas que conllevan en sí mismas la Segunda Guerra Mundial o el nazismo. Una persona que leyó la novela "El lector" de Bernhard Schlink me preguntó sobre el enfoque del juicio y de la familia del protagonista. Me hizo hincapié en la gran carga política de la novela en contra de ese período de la historia alemana, pero yo le respondí que en la película no había aquello que él me transmitía. La película, a mi modo de ver, está centrada en la relación de Kate Winslet y Ralph Fiennes (David Krosse en joven) y es ahí donde yo me quiero centrar.

En esta ocasion, Kate Winslet no es la bella joven de otras películas. El director sí nos muestra con profusión sus desnudos, pero las escenas de sexo son contenidas. Debemos tener en cuenta que parte de la producción es americana, y sino, no habría llegado a la carrera de los Óscar.
Hanna representa el orgullo y la obediencia presente en gran parte del pueblo alemán, algo que si no existiera no podría haberles llevado a levantarse dos veces de dos guerras mundiales y ser una de las locomotoras de Europa. Ella desprende tristeza y aislamiento a partes iguales, porque ella estuvo aislada desde pequeña. Su analfabetismo (clave en el desarrolllo de la película) la apartó en cierto sentido de la vida.
El personajede de él, Michael Berg (interpretado por David Ross y Ralph Fiennes) representa la otra cara de la moneda. Él es la inseguridad, la falta de valor (lo que le lleva a no mirar a Hanna en el juicio) y es esa estudiada y educada opacidad de sentimientos que se les achaca a los alemanes. Un personaje frío, en el que el rostro de Fiennes se acopla a la perfección, y en el que al final aparecen destellos de humanidad cuando le graba las cintas con su lectura. Pero ya es demasiado tarde para él, aunque no para ella. Este síntoma de humanidad, no obstante, llega después del deber cumplido, después de ajustar las cuentas con aquellos que trabajaron a favor del nazismo.Yo me pregunto que quien no lo hizo en aquella Alemania de entreguerras, porque hay que recordar que Hitler llegó al poder a través de unas elecciones democráticas.

Por otro lado, la música es una sencilla melodía del piano, que se va introduciendo con suma destreza en las imágenes y que sin duda es un magnífco acompañante de lo que se ve. El lector, es sin duda una buena película, en la Kate Winslet desarrolla a la perfección sus dotes intepretativas y que deja un gran halo de tristeza.

jueves, 5 de marzo de 2009

COLDPLAY: ¡VIVA LA VIDA!



No os asustéis, sólo es el título del nuevo trabajo del grupo inglés Coldplay. Lo primero que me llama la atención de este trabajo es el título completo, ya que no se compone sólo del antedicho. Chris Martin y sus muchachos han titulado su último experimento como: Viva la vida o la muerte y todos sus amigos. Así dicho suena mal, que duda cabe, pero creo haber dado con el truco que engendra. En las primeras audiciones del cd no caí en la cuenta que todas las canciones excepto el primer single (el susodicho ¡Viva la vida! - en castellano en el original-) se componen de dos partes, una primera más rítmica y vitalista, y otra más oscura que deriva en acordes menos pop y más guitarreros (no me atrevo a tildarlos de rockeros).
El cd se inicia con Life in Technicolor, una canción que parece hecha exprofeso para abrir los conciertos de la gira (algo que desconozco) y que ya nos da la pista de los cambios llevados a cabo en la concepción de las canciones. No tanto en las melodías, fácilmente escuchables, pero si en la instrumentación de las mismas. Imagino que Chris Martin cuando interprete las canciones de este cd, no ocupará muchas veces el taburete de su piano. De ahí, que como al unísono ha proclamado la crítica especializada, sea un paso adelante en la concepción musical y mediática de este grupo anglosajón, que ya cuenta con una incontable legión de correligionarios entregados a la causa, y que con este trabajo serán mucho más numerosos.
A nivel anecdótico, destacar dos cosas: la primera que la canción inicial empieza con las mismas notas que termina la última, lo que convierte a esta composición en un bloque o un todo uniforme (algo que por casualidad el protagonista de mi segunda novela, Estaciones, se da cuenta en la parte final de la misma). Este matiz yo lo interpreto, como si la vida y la muerte fuesen parte de un mismo un ciclo (¡qué verdad!), y así, cuando uno empieza el otro termina y viceversa. La otra característica que quería remarcar, es la contundencia y perfección que para mi gusto musical, alcanza el tema central del cd, con una ejecución de instrumentos de cuerda sencillamente magistral, y que la hacen acreedora de todas las papeletas para convertirse en todo un himno.

No estaría mal, que cuando vuelvan a hacer acto de presencia por Madrid (creo recordar que estuvieron en septiembre de 2008), conseguir una de sus ansiadas entradas, y pasar un par de horas disfrutando de su espectáculo, que seguro que es ameno, divertido y lleno de fuerza.

HARUKI MURAKAMI, TOKIO BLUES: LA SENCILLEZ DE LA ACCIÓN COMO CLAVE DEL ÉXITO


Tras los tonos pastel elegidos para la foto de portada y su innegable plasticidad, siquiera rota por un tic nervioso en la forma en que se coge los dedos de la mano la modelo de la portada, se esconde una historia llena de incertidumbre, una historia perturbadora que no te deja indiferente. A resaltar, sin duda, la maestría y perfección del revelador primer capítulo, donde Murakami despliega su poder creativo con grandes dosis de fabulador, mostrándolo todo, sin darnos cuenta del alcance de sus palabras, sino sólo al final de la historia (recomiendo volver a leer este primer capítulo una vez acabada la lectura de la novela para llegar a captar el carácter perturbador del mismo).

Tokio Blues (excelente título y plástica combinación de palabras, que nos pueden sugerir un sinfin de historias) es una novela de tipo iniciática, como también lo son: "A este lado del paraíso" de Fitzgerald, y algo más madura en cuanto a la edad los protagonistas, "El cielo protector" de Paul Bowles. No es baladí que el copyright de la misma sea del año 1987, cuando Murakami contaba con 28 años.

En esta ocasión, un joven estudiante (Watanabe) llega a Tokio a finales de los años sesenta para iniciar sus estudios universitarios. Lejos de su familia, iniciará ese viaje iniciático que representa la primera juventud que, más allá de la importancia del marco histórico en el que se desarrolla la acción (al que el protagonista presta poca atención), incide en ese viaje interior que los protagonistas emprenden en busca de sí mismos y de la felicidad. Watanabe los buscará fuera de las clases de la universidad, y se cobijará bajo la literatura y sus experiencias con las mujeres, compensando los encuentros sexuales fortuitos de una noche, con el intento de búsqueda de lo que él considera auténtico a través de los tres personajes femeninos de la novela. Así, con Naoko buscará sus raíces y la pureza del verdadero amor. Midori le brindara la inestabilidad y la locura pasional y Reiko será la experiencia. Expresado así, parecen tres personajes tipo femeninos, pero el truco y la grandeza de la novela está, una vez más, en la sencillez de la acción, de los diálogos, de la resolución de las situaciones. Lo que no concuerda con las declaraciones del autor, en las escasas entrevistas que concede (sobre todo vía internet), donde expresa sin tapujos, que esta novela era sólo un mero ensayo, en el que él, no pretendía exponer muchas de las grandes cuestiones que los críticos y los lectores se plantean.
En Tokio Blues, los personajes también pasan al otro lado, pero lo hacen de una forma más natural si cabe, aunque lo hagan a través del suicidio, porque aquí se trata de un viaje que tiene su retorno en la huella que los personajes dejan en las personas a las que han abandonado a este otro lado.
Como no podía ser de otra manera, en el universo que nos crea Murakami la música es muy importante, y en esta novela nos obsequia con todo un elenco de música de jazz y de música pop, lo que le llevó a titular la misma como Norwegian Wood, canción de los Beatles que no está elegida al azar, y que se encuentra en el primer Lp de este universal grupo inglés que supuso una ruptura con las frescas y desenfadadas canciones de sus primeros años.
Sí, Tokio Blues encierra en sí misma un planteamiento nada original, pero la experiencia vital de los personajes nos impregna de grandes dosis de existencialismo, y está magistralmente narrada.

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel