Resultones como un cabezazo al
fondo de las mallas en el minuto noventa, Velouria deja a un lado los falsos
artificios para pegarnos una bofetada en plena cara y despertar de esta narcótico
llamado crisis perpetua, al que asistimos
anestesiados. Su propuesta es tan clara como arrolladora, y se refugia en una
potente maza en forma de guitarras arrolladoras y sintetizadores demoledores que
no dejan títere con cabeza. Su mejor arma es el descaro y una propuesta
directa, tal y como ellos entienden el Estado de la Nación; una nación que en
este caso es la música. Voces refugiadas en la profundidad de unas tinieblas
amparadas en la oscuridad de los años ochenta-noventa, porque quizá hacía ya
mucho tiempo, si exceptuamos a Angelik Acid, que no escuchábamos
unas canciones tan ancladas en esa nocturnidad y alevosía de la post movida,
donde la sensación de pérdida era tan palpable como ahora lo es la de la
derrota. Aniquilados, o no, por el paso del tiempo, nos dejamos llevar por este
Presidente
donde Velouria nos propone un viaje a las tinieblas de la sinrazón, en
el que las entrañas se vuelcan sobre la mesa y el miedo y la pasión están a
flor de piel. No hay espacios intermedios en este disco, porque todo es un
torrente de ritmos arrebatados (los cinco cortes del Ep son de más de cuatro
minutos cada uno), donde los desgarros nos atrapan como las sogas a los
prisioneros, y no solo eso, porque también nos zarandean invitándonos a bailar
el famoso baile de los malditos.
Metrópolis es el inicio de una travesía no apta para panolis a los
que les da miedo el riesgo, porque Velouria ha interpretado su nuevo
trabajo como una apuesta a todo o nada: "nuestro
destino es fingir, nos maquillaremos por ti", como si fuera una
propuesta de falsos espejismos, como las propuestas de nuestros políticos:
"nuestro destino es la destrucción
ya nos aburrimos de esta función... somos sangre, somos niebla... en tu cara no
hay nada... religión y moda el gran armazón"; un futuro
desgraciadamente demasiado cercano. Sin embargo, un rayo de sol en forma de
guitarra resplandece cuando suena Nosquiero,
en un perfecto ensamblaje muy Nirvana, magnífica canción donde los
ecos de ese gran rock camuflado en forma de grunge resplandece como la luz al
amanecer; una gran propuesta que atrapa desde el inicio: "eres la perfecta melodía, como esa canción que no se me
olvida..." Y ahí nos quedamos pegados hasta que resuenan los primeros
acordes de Bloque Negro II en algo así
como un combate a tumba abierta, en el que la melodía se torna post-punk, entre
guitarras y teclados envueltos en una atmósfera de profundo delirio a lo The
Mission: "si las distancias
crecen las mentiras vuelven, serán
nuestros momento,s tildemos nuestros miedos... si no escuchas al gritar, si no
nos dices la verdad, que la estrellas caigan". Un caos existencial y
armónico que se enquista ya sin miedo en Fragmentos
Holográficos, donde las guitarras ya comienzan a hacer piruetas sobre sus
cuerdas, y la sensación que se transmite es de pura emoción desgarradora: "venga muérdeme", y cual
sinfonía made in Velouria se proyecta
como una gran ópera rock del estilo de las que nos brindaban los Queen,
pero en formato menos lírico, pero mucho más histriónico. Una sensación de
libertad que se expresa en toda su amplitud en Silencio, donde el equilibrio instrumental se refuerza en la
seguridad en la búsqueda de un sonido muy distinto al de la gran mayoría de
grupos españoles del momento, pues Velouria intenta afianzar su
propuesta musical en raíces distintas, aunque todas procedan de la misma
tierra; la música: "iremos al
infierno, su presencia ya no cuenta nada... la locura agudiza es la hora,
rezaremos, adiós". De adiós nada, pues tras lo escuchado podemos decir:
Velouria,
bienvenidos al rescate de la nación bajo consignas post-punk.
Ángel Silvelo Gabriel.